31. Borrón

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—Me presentaré.— gruñó la chica y de pronto, sentí un golpe seco contra mi abdomen. Anillos. Eso era lo que había en su mano, anillos. —Soy Gen.— El golpe fue duro y limpio, la chica sabía lo que hacía, pues no había otro ruido además de mis quejidos. Uno, dos... cuatro... siete... nueve. Uno más.

Me sentía débil, cualquier pizca de fuerza que tenía se esfumaba rápidamente. Ahí tirada en el piso, encogida, suplicando por aire, sabía que, probablemente, solo probablemente, no iba a salir de aquí por la puerta. Los golpes que conseguí en la comisaría ya habían sanado en su mayoría, pero con esto, no estaba segura si realmente yo sanaría.

Ahí en la camilla de la enfermería, estaba recapitulando todo lo que había pasado las últimas semanas; Archie me iba a visitar cada tres días, a veces venía con Betty, Verónica o Kevin. Ninguno de las serpientes se presentaba y eso era obvio, ninguno de ellos podía pisar este lugar sin acabar tras las rejas. Papá venía casi diario y me ponía al tanto, las serpientes cuidaban de él en mi ausencia, como debería ser. Jughead no había venido. En relación a mi insomnio, me llevaban a la enfermería para tomar las pastillas. Algunos meses antes ya me había acostumbrado al dolor de mi muñeca, que venía desde hace un par de meses aún más atrás, tanto que ya no lo notaba.

—Oh... hola, Skye. ¿Cómo te sientes?— se acercó la enfermera con un pequeño vaso de papel, toda ella brillaba demasiado. Un gruñido salió de mi boca como respuesta a su pregunta —Te he dado un par de calmantes y medicamentos, tendrás náuseas, vomito o mucho sueño. Así que tranquila, estaré aquí todo el tiempo, si me necesitas.— habló lentamente Gwen, la enfermera, antes de irse me dio un par de pastillas del vaso de papel. Honestamente no sabía que hacía ella aquí, era joven, linda y buena enfermera; podría conseguir un buen trabajo en algún hospital.

Pasé la mayoría del tiempo dormida y llegué a vomitar un par de veces con poca sangre. Gwen dijo que no estaba segura de la gravedad de mis heridas, pues no tenía lo necesario para saberlo. —...pero a juzgar por su aspecto, es algo grave, así que te llevarán a un hospital para poder estar seguras de que sucede ahí dentro.— pico mi estómago delicadamente para no hacerme daño.

El ruido era ensordecedor, las voces habían un grave eco en mi cabeza y la sirena era un constante y agudo aullido. Lo único que era capaz de ver, era fugaz, una mano, el suero, el interior de una ambulancia y varios medicamentos.
Los ojos me pesaban toneladas, sin embargo mis oídos estaban pendientes de lo que pasaba al rededor, aunque los sonidos eran lejanos y a veces no se distinguían en lo absoluto.

—Despertará en cualquier momento, tenga paciencia señor, Andrews.— escuché una voz femenina y en seguida, la puerta.
—Papá.— susurré tratando de abrir los ojos.
—Skye, linda. ¿Cómo estás? ¿Te duele algo?— habló con notable preocupación en su voz pero podía escuchar algo más, estaba aterrado.
—Estoy bien.— intenté sonreír pero sólo salió una mueca, me miró escéptico, noté el hielo en mi abdomen —Estaré bien.— me corregí y el tomó mi mano.
—No volverás ahí.— habló muy serio —Haré lo que sea, pero no volverás ahí.— me dio un ligero apretón, se escuchó un chirrido del otro lado de la habitación seguido de una luz cegadora. Era Archie.
—Hola, enana.— sonrió y se acercó con una botella de agua y un vaso desechable con café en las manos, extendió el vaso a mi padre y dejo la botella en el mueble junto a mi cama. Yo sonreí y devolví el saludo —Nos preocupaste.— suelta después de un rato.
—Lo siento, les dire que la próxima vez que intenten matarme, les avisen primero.— intenté aligerar el ambiente, pero sólo recibí un par de miradas severas —De acuerdo, lo siento.— me rendí.

Me explicaron que tenía una hemorragia interna no muy grave y que se curaría con hielo y reposo. Había enviado a mis chicos a casa, debían descansar, no soportaba verlos así, no soportaba que me vieran así.
Me sentía mucho mejor, el doctor había dicho que no estaría aquí más de cuatro días y que todo sanaría eventualmente. Desde que desperté hasta ahora, había mejorado bastante, ya podía levantarme y caminar sin ayuda.
Había una enfermera mayor que venía cada cinco horas con mis medicamentos, era amable, suave y tenía el aspecto de una dulce abuela. Me trataba tan bien y me llamaba "Cielo" me dijo que ese era el significado de mi nombre en español.

Estaba leyendo el periódico que me había traído la enfermera hace un rato cuando mi puerta se abrió de golpe, me sobresalté bastante ya que estaba sumida en el silencio de mi habitación.
Ahí estaba él en el umbral de la puerta con una expresión aterrorizada en el rostro, podía sentir el aire pesado dejado sus pulmones, los cuales buscaban más de inmediato. Pronto llegó un enfermero corriendo y al ver la escena, quedó expectante a mi orden.
—Está bien, déjalo.— sonreí y el enfermero se fue dejándonos en la intimidad de nuestra historia.

Out of a Mystery || Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora