32. Casi libre

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—No te pedí que terminaras con él, Archiebald.— grité enojada —Te dije que solo le dijeras que necesitaba tiempo.— la frustración se apoderaba de cada vena de mi cuerpo, sentía mis mejillas arder y mi cabeza palpitaba.
—Bueno, lo siento. Yo sólo hice lo que tú no pudiste.— replicó en el mismo tono. Solté un gruñido exasperante y subí a mi habitación cerrando con un portazo. Me tiré en la cama recapitulando los últimos días.

Sentía que todo se había arruinado, él ni siquiera me había dado tiempo para explicarle que era lo que en verdad ocurría. Recuerdo el tono de su voz y me estremezco, era una mezcla de tantas emociones que apenas podía descifrar algunas de ellas. Furia, tristeza, dolor... decepción. Jughead estaba decepcionado hasta los huesos de lo que mi estúpido hermano le había hecho pensar, pues Archie creyó que yo quería terminar con Jug, así que fue y rompió con él de mi parte. Cuando Jughead se presentó al hospital, no me dio tiempo de hablar en lo absoluto.
—Hola...— susurré al verlo indeciso si quedarse o no.
—Escuché lo qué pasó.— se acercó dudoso.
—Estoy bien, Jug.— sonreí y eso lo arruinó.
—¿Estás bien? ¿En serio estás bien? Skyelar por favor, sólo mírate. ¡Estas echa añicos!— me señaló con pesadez en la mirada. Yo intenté esbozar unas palabras pero me interrumpió cuando apenas eran balbuceos —¿Sabes cuál es tú problema?— soltó —Crees estar bien, siempre dices que estás bien cuando no lo estás. Vives con el afán de mantener a todos satisfechos y no te importa si tú lo estás o no. —hizo una pausa que pensé que podía usar para hablar pero él comenzó de nuevo —Pero ahora, brincaste al otro extremo. Eres completamente egoísta, por primera vez. Aunque me gustaría que fuera por tu propio bien; simplemente enviaste a tu hermano a acabar con todo ¿no? Así sería más sencillo, con palomas mensajeras recibiendo las respuestas.— estaba enojado, dolido. Yo estaba muy confundida, no estaba segura si era la anestesia. ¿Acaso me estaba diciendo que terminamos?
—Jughead, yo no...— intenté hablar.
—Déjalo, por favor. No hace falta. Ni te molestes. Solo quería ver si estabas en condiciones de vivir por tu cuenta y ahora que estoy más que seguro, me largo.— espetó y decidido a marcharse, se aferró a su mochila y salió a pasos rápidos y largos.
—Tengo ni la menor idea de que carajos estás hablando.— susurré para sacar las palabras de mi boca, después me di cuenta que las palabras no eran lo único que estaba conteniendo.
Solté una gran bocanada de aire y tomé otra. La confusión estaba por sobre mis todos sentimientos, no estaba segura de cómo habían sucedido las cosas. La forma en la que dijo todo eso, fue tan real, pude sentir cada una de emociones dejar su cuerpo al compás de sus palabras. Si, dolía y mucho; pero había algo más que podría haberme matado si no hubiera tenido ayuda de las máquinas conectadas a mi. Su mirada. Sus ojos llenos de flamas internas y latentes sentimientos atravesando todo mi ser. Quería explicarle, hacerle entender que yo no había dicho eso. Quería que tuviera la certeza de que yo no haría algo así, pero ya se había marchado.

—Pero esta será la única forma, papá.— escuché a Archie afuera de mi habitación en el hospital.
—Al carajo, la vida de mi hija vale muchísimo más que una estúpida candidatura.— soltó y se apresuró a entrar conmigo, fingí que estaba dormida.

Días más tarde, supe que mi padre se había retirado de la candidatura, pues era la única forma de que yo pudiera volver a casa y no a prisión; y con la influencia de Hiram Lodge, conseguí volver a casa con arresto domiciliario para evitar sospechas.
Archie, Betty, Verónica, Cheryl, Reggie y Kevin se encargaron de darme la mejor bienvenida; globos, bocadillos y serpentinas por toda la casa. Vegas corrió a mis brazos en cuanto la puerta se abrió así que él fue el encargado de la sorpresa.

Estábamos en la cocina desayunando, había panqueques de avena con moras, jugo de naranja, huevo con tocino y café, mi desayuno favorito. Podía sentir la alegría entre nosotros, al fin después de tanto estábamos bien, felices. Miré a mi padre que revolvía su café y luego pase mis ojos a Archie quién le daba un pedazo de tocino a Vegas, incluso el estaba tan feliz.

Después del desayuno, fui a mi cuarto y me dediqué a pintar la pared blanca que Archie había dejado. Era un amanecer con nubes rosadas y naranjas, me tomo todo el día hacerlo, eran las cuatro de la mañana del día siguiente cuando acabé.
Estaba guardando las pinturas debajo de la escalera cuando unos golpes en la puerta me sobresaltaron. Me acerqué y abrí cuidadosamente, era un policía, mi padre bajo en seguida.
—¿Si oficial?— exclamó él.
—Vengo a retirar el router.— nos mostró lo que supuse que era la "llave", fuimos a la sala y mi hermano llegó cuando me estaban quitando el pedazo de plástico del pie. Me sentí libre, sonreí y abracé a mi familia, hasta que algo hizo click en mi cabeza.
—Pero, ¿cómo es que...— comencé.
—El asesino de Blossom recién se entregó.— me interrumpió el oficial —Forsythe Pendleton Jones. Nos indicaron dejar tu caso, no nos distraeremos por pequeñeces.— extendió unas hojas a mi padre.

Out of a Mystery || Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora