Cuatro Hermanos

1.2K 96 12
                                    


Entraron en la mansión por la puerta principal. El lugar estaba inusualmente desierto. Las luces estaba apagadas y la única iluminación se filtraba atreves de los cristales de las ventanas encubiertas por unas oscuras cortinas. No era de extrañar que todo estuviera tan vacío, a estas horas sus demás hermanos debían estar dormidos. O tal vez tan aterrados que decidieron abandonar la mansión en su ausencia.

Pero Subaru podía sentir sus presencias lo que le indicaba que no se habían marchado. Aunque algo le pareció un tanto extraño, dos de ellos estaban juntos en una de las habitaciones mientras que el tercero se encontraba solo en la habitación contigua.

—Creo que Kanato esta con Ayato en el cuarto de el. —informo el alvino.

—Mejor, a si tenemos a Laito solo. —respondió Shu.

Abrazo a Subaru y en algun momento le introdujo la daga, que hasta entonces había guardado el, en uno de los bolsillos traseros de los vaqueros oscuros que llevaba el alvino haciendo que este se sonrojara por la acción de el mayor. El rubio sonrió satisfecho por la reacción de su hermanito.

—Prométeme que a partir de ahora solo yo veré esa expresión tuya.

Subaru gruño molesto pero asintió levemente.

Shu sonrió por lo fácil que se enfadaba el menor. Eso era algo que le provocaba ternura. Le beso en los labios por sorpresa saboreando el sabor a fresa que tenían estos. Subaru no se aparto en ningún momento y le correspondió enredando sus brazos en torno al cuello del mayor. Noto como el rubio le agarraba por la cintura metiendo los dedos en las anillas de su pantalón para acercarle aun mas a el.

—Shu…—susurro cuando el mayor se aparto levemente para tomar algo de aire.

—Ssh, no digas nada. —le hizo callar el rubio—No lo estropees.

Volvió a unir sus labios en un nuevo y ardiente beso que hizo que el alvino perdiera la noción del tiempo. El cuerpo de su hermano se pegaba aun mas al suyo mientras sus manos le recorrían la espalda y su cintura bajo la camiseta.

Cuando por fin se alejaron el uno del otro, Shu se relamió los labios y le soltó una cálida sonrisa que hizo sonreír también al menor.

El alvino casi no se podía creer lo que estaba a punto de hacer, iba a matar a sus hermanos. Aquellos con los que en cierto modo con los que creció. Aunque no sintiera nada por ellos, se sentía culpable aun sabiendo que ellos no hubieran dudado un solo segundo en acabar con el. Ya le habían demostrado de qué eran capaces.

—Démonos prisa en acabar con ellos, tengo sueño.—Bostezó Shu.

—De acuerdo, pero yo me encargo de matarlo. Tu vigila que ni Ayato ni Kanato aparezcan hasta que haya terminado, luego ya veremos como acabamos con ellos por separado.

El rubio asintió.

Ambos subieron al piso superior y se dirigieron al pasillo donde se encontraban las habitaciones de sus hermanos. Como Subaru había dicho, Kanato y Ayato se encontraban juntos en la habitación del pelirrojo mientras que el mayor de los trillizos estaba solo en su cuarto.

Shu se quedo en el pasillo en medio de ambas habitaciones para vigilar si alguien salía de ellas.

—Si necesitas ayuda pega un grito—dijo el mayor.

—Tranquilo, soy muy gritón—sonrió Subaru abriendo la puerta del cuarto de Laito y colándose en su interior.

Dentro se encontraba el pervertido durmiendo sobre las mantas de su cama con su sobrero y ropa todavía puesta como si se hubiera quedado dormido nada mas tumbarse en ella.

Sacó su daga en silencio y la sostuvo en su mano izquierda para poder sentir el reconfortante frio de la plata en su piel.

Se acabo ser bueno. Nunca hizo daño a ninguno de sus hermanos, no al menos que el recuerde, pero sin embargo todos ellos a excepción de Shu se lo habían hecho. Era hora de reclamar venganza y devolverles todos los golpes e insultos que sufrió.

Sin pensarlo dos veces se subió sobre su hermano y le apreso sus manos antes de que este lograra reaccionar, abrió los ojos y se quedo pretificado mirándole sin entender que estaba pasando.

Subaru sonrió satisfecho mostrando sus colmillos. Él intento morderle en una ocasión ¿Qué tal si le pagaba con la misma moneda? Como le había preguntado Shu hace un rato, tenia mucha sed.

Sin soltar sus manos le mordió con fuerza en la yugular deleitándose con su sangre que tanta falta le hacia a su vacío estomago. El alvino apenas se había dado cuenta de toda la sed que tenia hasta el momento de su boca de lleno de la sangre de su hermano. Aunque no se comparaba ni a kilómetros con la de Shu, servía perfectamente para saciar su sed.

Laito se removía tratando de zafarse del agarre del menor pero este era mucho mas fuerte que el. Con una sola mano el alvino era capaz de reducirle, algo que sorprendió al pelirrojo.

—¡Ayato! —grito en un ultimo intento de librarse, pero Subaru uso su otra mano, la que portaba la daga de su madre y le segó la garganta para que ya no pudiera gritar mas.

Siguió bebiendo de su sangre hasta que se sintió satisfecho y se alejo del cuerpo sin vida de su hermano.

Laito descansaba sobre las mantas ensangrentadas de su cama con los ojos cerrados y tan pálido que su piel parecía de cera. Un espectáculo digno de ver para el alvino.

—Uno menos, ya solo quedan dos

La Daga Blanca  (Shu x Subaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora