Parte XXXI

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Observé mi reloj mientras caminaba sosteniendo el paragua con fuerza, algunas gotas caían sobre el guante rojo, el viento empujaba la sombrilla por lo que tuve que inclinarla hacia adelante luchando.

Un trueno partió el aire haciendo que diera un pequeño brinco mientras el cabello se me enredaba en el rostro; crucé la calle saltando los charcos de agua sobre la punta de los tacones, revisé mentalmente la ubicación exacta del arma que Arthur me había dado hace casi doce años, cuando noté que el mismo auto gris llevaba cinco cuartas siguiéndome, me adentré rápidamente a la tienda de ropa dejando el paraguas en la entrada.

Llevaba mi ropa formal, un traje de dos piezas con una falda tubo azul; tomé un jeans negro, unas botas para el agua del mismo color y un poleron con la leyenda "OBEY", y una mochila después de pagar entré al baño cambiándome toda la ropa, boté el resto en la basura guardando los tacones y el maletín en la mochila, colocándome el arma en el borde del pantalón hacia la espalda.

Salí por la puerta trasera de la gran tienda colocándome la capucha para observar hacia todas partes, comenzaba a oscurecer, el auto gris no se veía, decidí caminar a casa.

Había oscurecido lo suficiente mientras caminaba cambiando de calles y girando en avenidas desconocidas para llegar a casa, saqué el smartphone para ver los mensajes acumulados en la pantalla bloqueada con una fotografía de Antía, me detuve en seco, estaba a solo un par de metros de casa y el auto gris se detuvo justo frente a ella, guardé el smartphone acomodándome para tomar el arma que metí dentro de la manga del poleron para continuar caminando.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, la puerta trasera se abrió, apenas la alta silueta estuvo fuera, me lancé sobre ella dejando el cañón del arma justo bajo su quijada, tres hombres más me apuntaron con escopetas.

Temblé, el escalofrío recorrió mi cuerpo desde los pies subiendo hasta mover entre mis dedos la pistola, una sonrisa nerviosa se posó en la boca rosada al tiempo en que movía las manos para que sus hombres bajaran las armas.

Di un paso atrás, la sensación se volvió una ira ardiente quemándome en la boca del estómago, se quitó las gafas oscuras dejándome ver un ojo amoratado me observó por largos minutos, sosteniendo los lentes entre los largos dedos, bajó la mirada, restregándose la barba roja para abrir la boca, antes de que pudiera articular palabra mi puño se impactó contra su boca haciéndolo doblarse y apoyar la mano sobre el techo del automóvil.

– Desaparece Pétrov – Escupí entre dientes viendo a los hombres que se acercaron a él mientras apresuré el paso para entrar a casa. Antía dormía. 

Me metí a la oficina de Thomas deteniéndome en seco cerrando las puertas a mis espaldas.

– ¿Qué hace aquí? – Pregunté a Shelby señalando al pelirrojo que acababa de girarse para verme ahora con el labio partido y con un moretón, Thomas bajó la mirada entrelazando los dedos – Thomas – Dije su nombre de forma demandante.

– Mirina...

– No me hables – Lo interrumpí tratando de contener el veneno acumulado en la punta de mi lengua – ¿Qué hace aquí?

– Pétrov necesita la ayuda de los blinders.

– Los blinders ya no se mueven de esa forma – Hablé acercándome al escritorio para quedarme en el extremo, Nikolai me observó lentamente de pies a cabeza, se veía terrible, había recibido una buena golpiza – Gambino es dueña de todo.

– Gambino está muerta – Mis ojos se abrieron, sentí una fuerte punzada en el estómago que me obligó a apoyar una mano sobre el escritorio – la encontraron en Nápoles, la ahorcaron, entre todas las cosas que le hicieron
– Thomas se levantó dejando su silla a mis espaldas para que me sentara.

It was always about Thomas [{Completa}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora