"No te dejes engañar por las apariencias, porque la belleza en sí está en el alma".
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Esos ojos de reptil que me acechan.
Su lenta respiración que me pone intranquila.
Los largos colmillos que me provocan temor y esos largo...
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Tomé una simple sudadera de mi armario para cubrir mi desnudez, algo somnolienta me dirigí para abrir las ventanas y que la brillante luz entrará a mi habitación.
Al despertar por completo de mi hermoso sueño fue hacía la otra habitación para preparar un relajante baño de burbujas. Cerré la llave al comprobar que mi bañera estaba a la mitad de llena para luego vaciar la botella que contenía el líquido que produciría las burbujas. Sonreí al sentir la calidez del agua en mi piel por lo que me senté en el tapete y giré mi rostro hacía la puerta.
— ¡Puedes traerlos, Ezra!—. Grité.
Luego de unos segundos por la puerta apareció Ezra con las revoltosas crías envueltas en un gran manto siendo sostenidos por su hocico. Recibí entusiasta a los pequeños para dejarlos en mi regazo y sacar al más gordito que recibiría su primer baño.
— ¿Quién es el gordito de mami?—. Le pregunté con voz suave mientras le daba cosquillas en su pancita. El pequeño Kilian cómo lo nombre soltó un rugido que terminó siendo un gemido de bebé provocando que le diera besitos por todo su rostro—. Si, tu lo eres. Mi pequeño gordito.
Con cuidado pude sentarlo en el interior de la bañera. A pesar de haber nacido hace dos días, todos ellos crecieron del tamaño de mi brazo en tan sólo una noche debido a que habían consumido por primera vez alimento. Era algo normal entre los tujllaki según lo que me había dicho Ezra por lo cuál pude estar tranquila.
Sabía que no debía de encariñarme demasiado con ellos ya que está misma noche se irían de mi lado, pero no pude evitarlo. Tal vez fue el instinto maternal que toda mujer posee en su interior que salió de mi al ver a esas pequeñitas criaturas sin una madre y desprotegidos. Me dolía dejarlos, en especial a Ezra que de seguro se negaría rotundamente a irse lejos de mi. Pero era por su propio bien y el de las crías.
Limpié todo rastro de jabón líquido de su cuerpo y sonreí al sentir el delicioso olor a frambuesas. Le di un último besito para luego indicar a Ezra que me pasara la toalla a lo que él de inmediato lo hizo, empecé secando su cabecita dándole relajantes masajes y cómo respuesta obtuve sus adorables ronroneos.
Dejé seco a Kilian en los largos brazos de Ezra, me giré para seguir con los demás pero me sorprendí de no verlos sobre la mantita.
— Se escaparon—. Me respondió Ezra en un gruñido de desaprobación.
— No te preocupes. Iré a traerlos.
Pero antes de que me levantara del suelo, dos pares de tentáculos salieron del baño y en tan sólo tres segundos regresó con las cuatros crías sostenidas.
— Los tengo.
— Saben que no pueden irse sin tomar su baño. Están todo pegajosos debido a que jugaron con su leche—. Les reprendi molesta por lo traviesos que eran.