La Posada

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Habían pasado unos veinte minutos limpiando aquella calle, durante los cuales se habían "despertado" al menos una docena de personas. Todas habían salido algo confusas, pero entre aquellos tres lograban enfrentar a los furiosos canes al mismo tiempo que explicaban lo poco que habían logrado comprender de aquel mundo a sus nuevos compañeros. 

Entre otras cosas, habían descubierto el modo de ir vestidos con ciertas prendas predeterminadas a pesar de no llevar ropa equipada, o incluso cambiar a esas prendas a pesar de llevar otras equipadas. Era como un "Diseño base" del personaje, con un traje aparentemente hecho a la medida. Era algo útil, sobretodo para aquellos que estaban saliendo en cueros a la calle al no haber encontrado la ropa en el armario, pero también podía servir más adelante para aquellos que no quisieran dar a conocer la "armadura" que llevaban equipada.

Así, un grupo de unas doce personas se había formado, y caminaban todos juntos directos al interior de aquel extraño pueblo, mientras Burck, Alvin y Dean se quedaron a continuar con aquella labor, preocupados por los nuevos que pudieran despertar.

-¿Estarán bien? -Preguntó Alvin, al ver partir a aquel grupo.

-No te preocupes, hay gente fuerte en ese grupo, podrán cuidarse solos. -Respondió Dean, quien había observado los parámetros de todos en aquel equipo. De hecho, el propio Alvin era de los más débiles, y de no ser por lo poderosos que eran los hechizos de magia en aquel extraño mundo, sería quien más problemas tendría sin lugar a dudas. -Por ahora vamos a esperar un rato más por aquí, a seguir limpiando la calle. ¿Te parece, Burck? -El señor Burck parecía cansado de aquel juego de niños, pues los simples canes no eran ya rivales para él, pero suspiró resignado dispuesto a seguir echando una mano.

-Acabemos cuanto antes... -Dijo al ver como un pequeño grupo de perros se acercaba por la derecha. Ya habían logrado deducir que los perros aparecían con cada "despertar", y siempre iban directos a por los recién aparecidos. Quizá era una forma de tener un "primer contacto" con aquel mundo, así que a menudo les dejaban acabar con uno o dos a los novatos, siempre vigilando para que no pasaran apuros. La mayor preocupación de Dean era que la muerte en aquel lugar fuera más real de lo que acostumbraba a serlo en un juego, y aunque no sabía con certeza lo que ocurriría si alguien fallecía ahí, no estaba dispuesto a comprobarlo.

-Gracias Burck. -Dijo Dean, mientras instaba a Alvin con un pequeño empujón a que le echara una mano. -Estos deben ser los últimos, ocupaos rápido, yo me encargo de los del otro lado. -Con aquella frase se lanzaba a por los perros de su izquierda, con la daga que el joven Alvin le había devuelto en mano.

En unos diez minutos más habían limpiado otros cinco grupos de canes, y habían reunido a media docena de personas más. Llevaban casi tres minutos sin aparecer más, de modo que decidieron ir avanzando por su cuenta, siguiendo los pasos del gran grupo enviado antes.

En todo aquel tiempo, Alvin había logrado derrotar a nueve perros, mientras que Burck incluso había subido de nivel al derrotar a veinte. Por su parte, Dean había vencido a treinta y dos, pero estaba lejos aún del próximo nivel. Con cada rival derrotado, no solo habían obtenido experiencia. Uno de los perros soltó una daga, que Alvin tomó para sí, al igual que un poncho que obtuvieron de otro de aquellos animales. Dean suponía que quizá eran objetos que portaban personas a las que aquellos animales derrotaron, o tal vez, simples "Drops" clásicos de un videojuego. 

A aquellos "tesoros", se les sumaba el dinero. Cada perro derrotado les había dado una moneda de cobre automáticamente, obtenida al parecer junto con la experiencia. No estaba mal para un rato, quizá con ese dinero pudieran comprar algo en algún lugar, y era exactamente a dónde se dirigían.

Dean era el único que había logrado encontrar el mapa del pueblo en su habitación, en el tercer cajón de una mesita de noche en un cuarto paralelo al suyo. Quizá los demás no habían  investigado suficiente, o quizá y más probable, ellos no vieron las luces rojas que indicaban el lugar donde se escondían aquellos objetos ocultos. En cualquier caso, el mapa parecía indicar la posición actual de su poseedor, y se dirigían a dónde enviaron a sus compañeros momentos previos, a una zona central del pueblo dónde parecía haber una "Posada", un lugar de descanso y seguramente donde dar valor a las monedas que habían obtenido hasta la fecha.

EriandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora