Wiz, "El Tramposo"

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*Flashback*

Esta es la historia de un hombre, de un poderoso hechicero. El tercero en discordia en nuestra aventura, el último en aparecer, pero el primero en despertar en aquel pueblo. Su nombre era Wiz, y su magia y poderes pronto superarían su imaginación. Mi imaginación.

Wiz despertó tan temprano que el sol aún no se había terminado de poner. Unos tímidos rayos de luz entraban por la ventana, acariciando su tez. Pronto abrió los ojos, molesto por la cegadora luz. 

-*¿Dónde estoy?* -Pensó, alzándose lentamente. -Ah, sí... Eriandor. -Él era diferente, al contrario que Dean o Shawn a quienes sólo les quedó un dolor de cabeza de su paso por las pruebas, él conservaba sus recuerdos. -Vencí a aquella cosa, Ánima, y ahora... -Alzó ambas manos, mirándolas con entusiasmo. Estas comenzaron a brillar, rodeándose de un aura mágica. -Ahora soy invencible. -Comentó con una sonrisa, mientras lentamente comenzaba a elevarse de la cama. Y digo elevarse, pues no se había levantado, sino que levitaba por el aire.

Wiz ahora era físicamente distinto a como solía ser, y no era para menos, pues ahora era un elfo oscuro. Medía alrededor de un metro ochenta, y sus orejas puntiagudas sobresalían incluso a través de su larga melena blanca de tonos plateados. Sus ojos eran de color verde esmeralda, tan intensos que se clavaban en tu alma con solo mirarte. Su piel era clara, tersa, y su cuerpo esbelto y delgado, aunque musculoso y bien definido.

Desde el aire, Wiz miró a su alrededor, encontrando un viejo armario. Las puertas de este se abrieron solo con una mirada de Wiz, y la ropa de su interior flotó lentamente hasta sus manos. Se vistió con esta y fue recorriendo la casa en busca de los "regalos" que los Dioses les dejaban en ella, encontrando rápidamente la mayoría. Tampoco quiso perder tiempo en nimiedades, y en poco más de un minuto, salió de aquella casa. Las puertas se cerraron tras su salida, algo que no le importó lo más mínimo, y un pequeño grupo de perros apareció frente a él con una actitud hostil.

Wiz conocía a esa clase de bestias, durante la prueba enfrentó a muchas similares. Eran algo llamado "Bestias resilientes", una clase de bestia que por más que muriera volvía a aparecer una y otra vez. Cortesía de los dioses, por supuesto.

-Pobres bestias... Ojalá no tuviera que hacerlo. -Dijo algo apenado, mientras de la punta de sus dedos aparecían unas pequeñas esferas verdes que se elevaban sobre su cabeza. Un movimiento de su dedo apuntando a los perros fue suficiente, las esferas cayeron y acabaron con ellos en un instante. -Es demasiado triste, nacer otra vez solo para tener que morir de nuevo. -Se dijo a si mismo, mientras volvía a levitar y recorría la callejuela, eliminando a cuantas bestias se interpusieran en su camino. -Pero si no elimino a estos animales, atacarán a la gente cuando despierte. Es mi deber. 

Aquel hechizo que estaba usando originalmente tenía un nombre, "Groenlig", pero él lo había rebautizado. Le gustaba diseñar su propia magia, abusando de sus habilidades especiales. 

¿Qué habilidades? Bueno, para empezar, él era de la raza de los Elfos Oscuros, los seres con mayor poder mágico entre las razas mortales pensantes. Aquello le procuraba una cantidad, y sobretodo, una calidad de poder mágico superior a los demás. Pero no era necesaria, puesto que contaba con el "Obsequio Divino" que el poderoso Dios Vilsaerün le había otorgado, el "Anillo de la Eternidad". 

Aquel anillo poseía una cualidad muy interesante, era capaz de "abaratar" los costes de los hechizos. Tan sólo reducía ligeramente el gasto mágico, pero lo hacía de forma constante, es decir, en todos por igual. Normalmente, alguien con ese anillo lo usaría para poder lanzar hechizos de alto nivel a un coste ligeramente menor, pudiendo quizá lanzar cinco en vez de cuatro ataques. Pero Wiz no era normal, era un genio. 

EriandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora