Cripta

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Estaban atrapados. Habían decidido no causar más problemas de los necesarios y dejarse capturar por las buenas, a la espera de una oportunidad para poder explicarse. Sin embargo, aquella oportunidad no llegó.

-¿Cuánto tiempo llevamos aquí? -Dijo Ratz, hastiado.

-Cinco minutos. -Respondió rápidamente Buba, sin perder su gran sonrisa, mientras se acercaba y miraba a través de las rejas. -Parece que están muy preocupados. Dijeron algo acerca de una bestia, ¿no? 

-Sí, y al parecer, piensan que queremos despertarla. ¡Si ni sabemos de que bestia hablan! -Ratz suspiró enfadado y con resignación, tumbándose en el banco de nuestra pequeña prisión. -¡Despertadme cuando vayan a ahorcarnos! -Murmuró bromeando, o eso esperaba.

Apenas un par de minutos después, el hombre cano había regresado.

-Hemos comprobado vuestra historia, pero no cuadra. Los cadáveres de los guardianes no están dónde os enfrentasteis a ellos.

-Es normal, viejo. ¡Los monstruos desaparecen al ser derrotados! -Ratz se levantó rápidamente, impaciente. Quería dejar de ser acusado de una vez.

-Estos no. Los Guardianes son entidades creadas por el Dios Vilsaerün hace decenas de miles de años. Aunque murieran, eventualmente, resucitaban. Pero ahora han desaparecido los cuatro. ¿Qué habéis hecho? -Ante las miradas atónitas de los aventureros, el hombre sabía que ellos no habían sido los responsables, pero no podía simplemente dejarlos ir. 

Briron tomó la palabra, usando al fin la voz de la razón, repitiendo la historia que le habían contado antes de ser encerrados.

-No eran cuatro. Fue una, una Naga enorme. Aunque él dijo haber frito a un Minotauro. -Añadió, señalando a Dean.

-En defensa propia. -Respondió este rápidamente.

El hombre cano suspiró apenado.

-Si no fuera un asunto tan importante no me importaría dejaros ir, pero... Esos cuatro guardianes vigilan la cripta por una razón. Aquí yace el cuerpo de un antiguo demonio. -Con una  pausa todos entendieron la importancia de sus palabras, especialmente Dean, quien era en parte uno. -Los animales de la aldea acuden año tras año a su llamado, y tratan de asaltar el Templo Central para liberarlo de su prisión de mármol. Los guardianes se ocupaban de mantenerlos a raya, y eran nuestro seguro en caso de que esa bestia despertara. 

-Pero ya no hay animales atacando, ¿cierto? -El encapuchado, Label, dio en el clavo con aquel comentario.

-Así es, y todo gracias a un poderoso mago. Nos ha ayudado a limpiar por completo la ciudad, ha eliminado a más de mil bestias él solo. 

-*¿Un poderoso mago?* -Pensó Dean, mientras recordaba la poderosa presión mágica que notó al entrar al Templo Central.

-¡Pero ni siquiera ese gran mago podría salvarnos del demonio! ¡Dicen que era una bestia de clase C! -Sin entender demasiado de lo que hablaba aquel hombre, entendían que aquel demonio era un ser poderoso. -Por suerte, ese demonio no ha despertado todavía. Sigue dormido en su tumba, yo mismo bajé a verlo esta mañana.

Mientras hablaba, uno de los soldados acudió corriendo. 

-¡Señor! -Gritó, reportándose. -¡Han visto aparecer a los Guardianes en el camino del Norte! 

-¿Cómo? -Gritó aquel hombre, extrañado. -¿Entonces han vuelto a aparecer? -Miró con cierta alegría a los prisioneros, pensando que al fin podría dejarlos ir, pero el reporte aún no había acabado.

-En realidad, señor... Al parecer están poseídos por una extraña oscuridad, ahora mismo están tratando de entrar al Templo Central.

-¡Imposible! -Estaba aterrado, sólo pensar que aquellos seres que debían protegerles se habían vuelto en su contra era algo que le provocaba un sudor frío. Pero entonces, un rayo de luz asomó desde el interior de aquella prisión. 

EriandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora