Damiria

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El sol se estaba poniendo, y la imagen de Damiria era realmente preciosa. Los últimos rayos del sol iluminaban la ciudad al pasar sobre los enormes muros de aquella ciudad, que estaban a otro nivel en comparación con lo que habían encontrado en su camino hasta ahora. La empalizada del campamento trasgo apenas alzaba dos metros, los muros del pueblo del origen rondaban los tres, pero aquel muro era más alto que ambos juntos, y tan grueso que sería difícil de atravesar incluso para la propia Ariacna.

-Guau... -Solo pudieron exclamar aquello en presencia de tan grandiosa ciudad. Tras descender y haber caminado el último kilómetro que los separaba de Damiria, ahora estaban frente a sus puertas. Eran de hierro forjado, diez barrotes de unos ocho centímetros de grosor, anclados al muro con unas enormes cadenas que sujetaban los extremos para alzarlas. Había decenas de guardias apostados por toda la muralla, media docena en la puerta, y otra media docena justo sobre la misma. Una auténtica fortaleza.

Según se acercaron a la puerta, los guardias se aproximaron a ellos.

-Buen día. -Saludaron con educación.

-Buen día. -Respondió Buba, que tomaría la palabra por el grupo, dado su carácter simpático y sonriente, y a la vez su tamaño amenazante. -Somos aventureros, estamos de paso y... -Buba explicó la situación, pero no hacía falta mediar más palabra. La ciudad de Damiria se fundó por y para aventureros, en cuanto confirmaron aquello, el paso estaba garantizado.

-No se hable más. -Dijo interrumpiendo el guardia. Les instó a acompañarle a la puerta, donde un par de guardias utilizaron una especie de magia de identificación. Una luz amarilla se formó frente a cada uno de los miembros del grupo, indicando ciertos datos que permitieron a los guardias confirmar sus historias.

-Bienvenidos a la ciudad de Damiria. -Dijo el guardia que los había acompañado, con una sonrisa. -Si están cansados, les recomiendo el Hostal Logtan, la mejor comida de la ciudad, cerveza barata, y preciosas mujeres. -Aquello último lo dijo con cierta sonrisa pícara, que sólo logró enfadar a Angie.

Dean se había recuperado un poco gracias a las pociones, las cuales habían vuelto a demostrar su utilidad, pero aún le dolía el brazo. Tras tanta aventura habían conseguido algo de dinero, así que seguirían el consejo del guardia, buscarían y se hospedarían en una taberna para descansar antes de continuar con su búsqueda.

-¿A dónde? -Preguntó Buba.

-Donde sea menos el Hostal Logtan. -Respondió Angie.

Todos se rieron y buscaron un lugar mejor, que no tardarían en encontrar. Buscarían algo cerca del centro de la ciudad, después de deambular un rato por la misma. En su camino encontraron tiendas especializadas, mucho mejores que las del pueblo donde comenzaron su aventura.

-Podemos venir mañana a buscar nuevo equipo. -Sugirió Buba, que llevaba una armadura medio derretida por los ácidos de las arañas y una espada algo mellada después de tantos combates.

-¡Sí, por favor! -Gritó emocionada Angie, que desde hacía tiempo estaba usando flechas de madera hechas por ella misma, o incluso reutilizando las mismas o robando flechas a los trasgos.

-Decidido. -Dijo Dean, mientras dedicaba una sonrisa al resto y ponía rumbo a la posada más cercana.

-"Posada Reposada"... -Briron leyó el título con cierto reparo. -¿En serio queréis quedaros aquí? -Preguntó a los demás, que asintieron. El precio era barato, el lugar olía a buena comida, y estaba bastante tranquila. El nombre era lo de menos, menos para Briron que solo podía pensar en lo tonto que sería quien puso aquel nombre al local.

EriandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora