Un conjuro de Ratz, seguido de dos flechas rápidamente disparadas por la bella Angie, comenzaron aquella batalla. Buba retuvo a cinco de aquellos seres, mientras Babel cortaba rápidamente todo a su paso en una frenética carrera a través de ellos. Burck y Briron se abrían camino a base de fuerza, rompiendo cráneos a su paso, y a su vez, Dean había sacado su estoque y cercenado ya a tres de sus enemigos. En cuestión de un minuto habían derrotado a todos los trasgos, no tuvieron ninguna oportunidad.
Dean caminó lentamente hacia el último trasgo con vida, aquel al que previamente asfixió hasta dejar inconsciente y que ahora se estaba despertando en una pesadilla, o eso pensó al verle avanzar con su estoque en la mano aún bañado en la sangre de sus compañeros.
-¡Espera...! ¡No me mates...! -Gritó con una aguda y chirriosa, tratando de negociar para conservar la vida, revelando así que eran capaces de hablar el idioma de los humanos. -Te llevaré, ¿vale? Te llevaré al campamento.
Todos se miraron preocupados por las palabras del trasgo, pero finalmente accedieron a ir a su campamento.
Tras varios minutos de caminata, que a través del espeso bosque se hicieron notablemente más largos, llegaron a su destino. Se encontraban acampados al pie de la montaña, era una zona ligeramente más baja que el bosque, rodeada por una empalizada de unos dos metros de altura.
En el centro de la misma se encontraba una cabaña de gran tamaño, adornada en la puerta con dos picas en las cuales había calaveras clavadas, al menos una docena en total. Unas diez al menos parecían humanas. Justo frente a la tienda, una enorme olla hirviendo, tapada y vigilada por unos cinco trasgos, que hablaban entre sí con una sonrisa.
Era ciertamente como la base de unos bárbaros, y Dean fue el primero en observar las atrocidades que aquel campamento escondía, incluso desde la distancia se podían apreciar claramente.
En los extremos del campamento, pegadas a la empalizada, había una especie de jaulas rudimentarias hechas de madera y cuerdas. Dentro había personas, muchas de ellas, mujeres jóvenes y hermosas, que se encontraban desnudas o con apenas unos harapos cubriendo sus cuerpos. Algunas estaban desmayadas en el suelo, inanimadas. Otras, encogidas, llorando y rezando porque fuera rápido e indoloro, pero sabían que no lo iba a ser.
-Joder... -Dijo Ratz al ver la escena. -Hay que hacer algo. -Si incluso el cobarde del grupo pensaba que debían actuar, era evidente que lo harían.
Buba apoyó su mano en el hombro del hechicero, con una sonrisa que transmitía seguridad.
-Lo haremos. -Miró a los demás, que asintieron al unísono. Sin embargo, para muchos ya era tarde.
Unos gritos en una lengua incompresible se escucharon, y la enorme olla fue destapada. Al acercarse a comer, las peores sospechas imaginables se confirmaron.
-Esos monstruos... -Fue todo lo que Briron pudo decir al ver el contenido de aquella olla. Estaban cocinando a seres humanos.
Mientras la atención estaba centrada en el campamento, el trasgo capturado aprovechó para intentar escapar, girándose lentamente para escabullirse en silencio. Sin embargo, Babel estaba justo detrás al voltearse.
-De eso nada. -Un corte rápido al cuello fue suficiente para que el trasgo muriera al instante. Nadie en aquel grupo derramaría una lágrima por él.
-Uno menos. Quedan cientos. -Dijo sonriendo con cierta ironía Briron, mientras crujía sus dedos.
-Espera... -Dean no había perdido de vista el campamento, y ahora aparecía algo de lo que debían preocuparse.

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Eriandor
Fantasy"Existe un lugar donde los Dioses gobiernan, un lugar donde la magia existe y las criaturas fantásticas de los mitos y las leyendas asoman en cada esquina. Ese lugar se llama Eriandor. El gobernante de los Dioses es elegido mediante una competición...