La cueva

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El grupo bajó la colina y se adentró en el campamento. Antes de avanzar, Dean y Burck comenzaron a excavar un agujero, en el cual enterrarían los cuerpos mutilados de los prisioneros. Cuando finalmente acabaron de dar sepultura a aquellos pobres hombres, todos se miraron con determinación.

Entraron sin dudar en aquel oscuro agujero, a través de la grieta en la montaña. A pesar de que la grieta que servía de entrada no era demasiado grande, en su interior era una cueva verdaderamente enorme. Los pasillos que la conformaban eran de casi cuatro metros de anchos y dos de alto, aunque era evidente dado el tamaño de aquella cosa. 

A pesar del tamaño, estaba realmente oscuro. Dean y Babel eran capaces de ver bien en la oscuridad gracias a sus habilidades oculares, pero el resto parecía que tendría ciertas dificultades, de modo que Ratz juntó sus manos y recitó una oración, para acto seguido formar una pequeña bola de energía azul cubierta de pequeñas chispas centelleantes. Ya tenían luz, así que comenzaron a adentrarse sin temor. 

-Esa araña se veía fuerte... Si el ogro y los trasgos obedecían sus órdenes como dijo el tal Ognror, debe ser muy poderosa. -Mientras Briron hablaba de aquello, Dean se arrepentía de no haber podido usar el Ojo de Sangre con la araña para haber visto sus estadísticas antes de que escapara.

-No importa. -Dijo Buba, que con su pesada armadura iba al frente del grupo. -Sólo es una araña. -Añadió, pero pronto se arrepentiría de sus palabras.

Llegaron a la primera bifurcación de la cueva. La joven Angie chistó a los hombres del grupo, mandándoles callar. Se concentró y pudo escuchar los ligeros pasos de la araña, no estaba lejos.

-Por aquí. -Dijo indicando el camino de la derecha, mientras que Dean se quedaba mirando unos segundos fijamente el de la izquierda.

-¿Ocurre algo? -Preguntó Burck al verlo ensimismado.

-¿Eh? Ah, no... Nada. -Dijo Dean, negando con la cabeza y restándole importancia, mientras se adentraba por el camino que Angie había indicado junto con todos los demás.

En ese momento, por el camino que Dean había observado, se pudo ver como una gota de un líquido verde caía del techo. Incluso en aquella oscuridad, aquel líquido resplandecía casi con luz propia, con su tono verde fosforito. Según aquella gota caía en el suelo, este comenzó a desintegrarse, dando a entender que al parecer se trataba de un poderoso ácido.

Tras un par de minutos caminando por aquel pasillo, finalmente vieron una pequeña luz. Eran unos cristales de color amarillo y azul, que emitían una luz suave. Estaban por toda aquella sala, que era mucho más ancha que las anteriores. Pronto pudieron ver dónde se encontraban.

La gran cantidad de pasadizos que conducían hasta aquella sala, junto a un enorme montón de lo que aparentaban ser regalos de los trasgos y los ogros, daban a entender que aquel era el lugar donde los subyugados ofrecían sus tributos a aquella araña gigante. Entre sus presentes de aquel día, encerrados en unas rudimentarias jaulas, se encontraban unos niños de no más de diez años.

-Hay que sacarlos de ahí. -Dijo Buba, desenvainando su espada, pero Dean le instó a permanecer en silencio unos segundos más.

-Espera, debemos mantener la calma. Mira. -Dijo señalando al techo, desde donde lentamente se deslizaba la araña gigante, usando su hilo para descender poco a poco hasta tocar el suelo. En ese momento, Dean utilizó el Ojo de sangre y pudo ver la fuerza real de aquella araña. -No puede ser... Tiene que ser un error... -Dijo en voz baja, como sorprendido, y algo pensativo. -Espera... ¿Acaso...? -Cuando se dio cuenta finalmente, temía que fuera demasiado tarde. -¡Sacad a los niños y salid corriendo de aquí! -Gritó mientras salía a toda velocidad a por la araña.

EriandorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora