CAPÍTULO 7 EL PRECIO DEL SILENCIO

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La joven rubia con cierto aire presuntuoso cruzó el salón del brazo del joven Marsden, del otro lado los acompañaba una anciana de cabello entrecano peinado al mejor estilo de las damas de sociedad de la época. La chica llevaba su cabello impecablemente peinado a la francesa, corto y en hondas, sus ojos eran azul cielo, y su boca delgada iba levemente pintada de rosa, justo sobre sus labios reposaba un pequeño lunar como tentando a quien lo mirara de cerca, esa tarde llevaba un vestido de verano color salmón, y de sus muñecas pendía una pulsera de perlas que hacía juego con sus sarcillos, mientras el vaivén de sus piernas marmoleadas resaltaban sus delicadas zapatillas blancas.
Su nombre era Ana Leticia de las Casas, la hermosa sobrina de Doña Margarita Fuentes viuda de Iturriza, una de las mujeres más pudientes de la ciudad capital debido a los múltiples negocios que le había dejado su marido, sin hijos toda aquella cuantiosa fortuna estaba en sus manos, siendo sus sobrinas y su cuñado la única familia que le quedaban.
Lucas era un caballero de clase, su familia era dueña de varios hoteles y su padre le había costeado una buena educación, había tardado en la universidad más años de lo requerido por sucumbir ante las fiestas, las damas y el vino. Y aunque prácticamente le gustaba todo tipo de mujer, raramente se veía realmente prendado por una chica, justo esto le había sucedido al ver a la muchacha durante la misa en la catedral el domingo, así que unos días después se acercó a su viejo amigo Cristopher como excusa para conocer a la muchacha.
Así pues usando sus encantos la invitó a conocer juntos la capital, y ella accedió. Caminaron por horas, hablando de todo y de nada, al final del día lo que más le gustaba de la joven además de su bonita figura, era su delicadeza, tenía ese aspecto tímido y remilgado de las chicas del interior, esta vez Lucas estaba verdaderamente interesado.
Pasaron cerca de dos meses desde su primera salida, y ahora eran inseparables, el despreocupado caballero se había ganado la confianza de la anciana tía de Ana Leticia, y el afecto de Ana Lucía, que poco a poco fue cediendo terreno. Sin embargo Cris no estaba del todo convencido, sabía que no era un mal hombre, pero también conocía cuan irresponsable solía ser, aun así salían al teatro o de paseo muchas veces juntos los cuatro, y aunque su amigo se sintiera inseguro por su conducta a veces sentía que el chico de verdad estaba interesado en la joven.
Ana Leticia por su parte se había vuelto a enamorar, pero esta vez no de la forma fugaz y repentina de la primera vez, ahora se trataba de un sentimiento profundo y verdadero, más allá de la ilusión que había sentido por Andrés lo que sentía por Lucas era auténtico amor. Adoraba encontrarlo observándola al pie de su ventana con un ramo de flores a la luz de la luna, o en esos momentos en los que el galante caballero le abría la puerta de su auto y la llevaba a restaurantes de renombre en la ciudad.
Era alto de tez blanca, algo tostada por el sol, castaño de ojos café y una pequeña barba en forma de candado enmarcaba unos carnosos labios, su complexión era la de un hombre fuerte y decidido, él era sencillamente un sueño.
Después de semanas de ausencia llamó a su hermana Ana Paula, y ya curada de su mal de amor se animó a confesarle sobre su nuevo pretendiente, esta no solo se alegró, sino que además sintió alivio de que ya no estuviera sufriendo por su causa. Estaba feliz de que al menos su hermana hubiera podido elegir al hombre que amaba, aunque ella aun no pudiera decir lo mismo.
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En el par de meses transcurridos el viñedo había crecido bastante, la ayuda de Andrés se percibía con solo mirar la hacienda, donde antes se hallaban viejas piezas de trabajo rudimentarias ahora se encontraban máquinas e instrumentos avanzados para cosechar y procesar las uvas, las bodegas antes primitivas ahora daban una impresión más industrial, abriendo paso a nuevas expectativas.
En un principio Rodrigo Ernesto de las Casas se había negado a aceptar la ayuda del ahora prometido de su hija, pero luego con la insistencia de Rodrigo Alonso y Ana Paula, había cedido.
Ana Paula por su parte había aprendido a disfrutar de la compañía de Andrés, que no solo lograba hacerla reír, sino que además le regalaba tantos libros que le era imposible no guardarle cierto aprecio. Pero la realidad era que no lo amaba, sencillamente era más soportable ahora que lo conocía, aunque siguiera viéndolo como un simple amigo.
De vez en cuando incluso sentía que no lo soportaba, de alguna manera para ella él era el culpable de sus desgracias, por su culpa su hermana ya no era la misma con ella, y gracias a él estaba encadenada a un compromiso que no deseaba, así que aunque era una buena persona a veces lo aborrecía.
Y es que aun cuando era muy guapo, ella no se sentía verdaderamente atraída por él, faltaba la tan mencionada química de la que sus libros hablaban. Quizás leer tantos libros había hecho que elevara demasiado sus estándares, esperando encontrar un hombre que no existía.
Luego de numerosas visitas, paseos y pláticas interminables una tarde Andrés le ofreció el anillo más hermoso que hubiera visto, un elaborado diamante rodeado de bonitos circones plateados adornaban una delicada argolla de oro, fue justo en el claro sobre la loma donde se encontraron meses antes donde él se arrodilló para entregarle la joya.
Ana Paula indecisa y consternada terminó por aceptarlo, más porque sabía que se lo debía que porque sintiera real afecto por él. La boda sería en un par de meses, así lo había querido Andrés pues deseaba hacerlo para cuando su hermano menor volviera del servicio militar.
Máximo Rizzuti era la única familia directa que Andrés tenía, era solo un año menor que su hermano, taciturno y siempre recto se adentró al servicio militar cuando era muy joven, a diferencia de Andrés maduró bastante rápido y al inicio de la guerra en Europa no dudó en enlistarse, sin embargo luego de meses sin tener cartas suyas, al fin Andrés había obtenido noticias de su hermano. Había sido dado de baja debido a una lesión en el brazo y otra en la rodilla que había afectado temporalmente su motricidad, ahora estaba bastante recuperado pero no estaba en condiciones de volver a las trincheras, así que regresaría al hogar que lo vio crecer para ayudar a su hermano en los negocios de la familia de los que por años se había deslindado.
Debido a esto quiso que la boda se realizara antes, para que su hermano aprovechara la celebración como una bienvenida. Regresar de Europa en tiempos de guerra era una verdadera odisea, se había sabido de muchas embarcaciones que habían sido bombardeadas en alta mar, aun así el audaz joven se había embarcado de vuelta y nada lo haría cambiar de opinión.
El tiempo pasó rápido y Ana Paula lejos de sentirse feliz estaba más bien resignada, constantemente se sumergía en sus lecturas  buscando en ellas cierto refugio. Por ende terminó siendo Claudia quien se encargó de cada detalle de la boda, desde las invitaciones hasta el vestido, mientras un enamorado Andrés soñaba con el día de encontrarse con la mujer de sus sueños frente al altar.
Sabía que Ana Paula no era la más apasionada, sus besos eran cortos y fugaces, pero imaginaba que su carácter era así, tal vez era siempre seca, no podía imaginar otra razón por la que lo hubiera aceptado y aun así fuera tan distante.
Era el amor la peor venda de Andrés, por eso la falta de entusiasmo de su prometida siempre tenía una excusa en su hechizado corazón.
Transcurridos los dos meses de preparativos el día de la boda había llegado, un nervioso Andrés esperaba al pié del altar, su hermano Max que había llegado prácticamente unos minutos antes de su largo viaje lo observaba a un lado mientras los invitados esperaban expectantes la llegada de la novia.
Ana Paula estaba más que nerviosa deprimida, sabía que este era su destino, estaba en edad de casarse, y de sus amigas la mayoría ya tenían esposo e hijos, su familia le debía todo al hombre que hoy la esperaba en el altar, se repetía esto una y otra vez mientras Lolita y Claudia le ayudaban con el ajustado corsé. Ana Lucía que había llegado una semana antes, ataviada con su vestido de dama guía supervisaba cada detalle de la recepción y Ana Leticia que había sido la última en llegar ese mismo día con cierto desdén se colocaba su vestido de dama de honor.
Todos a su alrededor estaban emocionados, incluso sus dos sobrinas miembros del cortejo de pajes lucían como ángeles, fieles admiradoras del novio, con quien jugaban todo el tiempo en los jardines. Su padre se sentía orgulloso de su hija, aunque le dolía secretamente dejarla ir aunque fuera a escasos metros de su propiedad, y su hermano se sentía feliz de que su hermana le hubiera hecho caso y hubiera pescado un excelente partido. Pero ella estaba triste, aunque sabía que Ana Leticia ya no sentía nada por él no podía mirarla a los ojos, sin contar con el hecho de que se estaba casando por las razones equivocadas.
Se sentía defraudada de sí misma, por aceptar un compromiso de semejante magnitud solamente por el bienestar económico de los suyos, para ella se había convertido en una mercancía, y eso no lo borraba ni siquiera la sonrisa de alegría de su futuro esposo frente al altar.
Luego de unos sentidos votos, el novio besó a la novia, cargado de emoción por ver allí frente a él a la hermosa mujer que amaba, y en la fiesta no paró de presumirla en todos lados.
Sin embargo ella se escapó en un instante al despacho, para llorar en silencio, se sentía ahogada, sumergida en demasiadas mentiras, pensó que se hallaba sola hasta que notó la presencia de Ana Leticia que la observaba desde un rincón, se acercó a ella y la abrazó.
- Siento tanto tu dolor.- Dijo Ana Leticia mientras la abrazaba.
- No quería esto Leticia, no lo quería, no sabes cuantas veces he regresado en mi cabeza al momento en el que accedí a llevar tu carta, quizás si hubieras ido tú las cosas hubieran sido diferentes.- Lamentó Ana Paula mirando a su hermana a los ojos, se sentaron en el diván del despacho y ella continuó.- pienso que debimos decir la verdad, si bien nuestra familia necesitaba el dinero no creo que fuera necesario llegar tan lejos.
- Debías hacerlo, aunque en ese momento era yo quien creía sentirme enamorada de él, sus sentimientos siempre fueron tuyos, desde que te miró aquél día quedó prendado de ti, si lo hubieras rechazado no creo que hubiera ayudado a papá, no creo que Rodrigo se haya equivocado, tenías que casarte con él, si lo hubieras rechazado ahora estuviéramos en eterna deuda con él, pero ahora somos familia, y nuestra seguridad está en tus manos.- Respondió Ana Leticia.
- Él no es una mala persona, pero no lo amo, hago maromas para evitarlo, y casi siempre se me sale cuanto lo desprecio, me es indiferente y no puedo verlo más que como a un amigo.
- Pero es guapo, inteligente y tú misma me has dicho cuan bondadoso es.
- Sí, pero eso no es suficiente para mí, eso no es amor Ana.
Luego de haberse calmado ambas salieron hacia la fiesta encontrándose con un Andrés bastante tomado, arrastrado por su hermano que se sorprendió al ver a Ana Leticia, su cara de asombro fue evidente aunque nadie lo notó, pues la mayoría de las miradas se habían clavado en el estado del antes flamante novio.
Este al ver a su ahora esposa la tomó del brazo y la llevó prácticamente a rastras al otro lado del jardín, perdiéndose entre la multitud de invitados.
- ¿Qué te pasa?, suéltame!.- Exigió Ana Paula mientras intentaba zafarse.
- Pasa que nos vamos ahora mismo.- Contestó con decisión.
- ¿Por qué?, la fiesta apenas acaba de empezar, no me he despedido de mi familia.
- No me importa tu familia, nos vamos ahora mismo, ve y busca tu equipaje antes de que yo mismo te saque de aquí en mis hombros, te esperaré en el auto.
- No tienes porqué tratarme de esta manera, si me explicas que está pasando quizás entendería.
- Sube ahora mismo Ana Paula si no quieres que arme un verdadero espectáculo frente a tu preciada familia.- Replicó encolerizado.
Ana Paula estaba sorprendida, pero la voz autoritaria de Andrés la hizo obedecer, sin despedirse y como pudo se quitó su vestido de novia y se colocó uno de algodón que había elegido su cuñada para que lo usara al partir, le pidió a uno de los empleados de su padre que le ayudara con el equipaje y bajó tan pronto como pudo, al pié de la escalera su padre la esperaba confundido.
- Hija ¿Qué ha pasado?, ¿por qué se irán tan pronto?.
- A Andrés lo han llamado de la capital, así que partiremos de inmediato, sus negocios le llaman.- Mintió.
- Debe ser importante, ¿necesita nuestra ayuda?.
- No lo creo, por favor despídeme de todos, te llamaré cuando me sea posible.- Su padre la besó en la frente y la vio salir apresurada, con la preocupación y la incertidumbre marcadas en su rostro.
Más allá de sentirse asustada, estaba llena de dudas, entró al auto que su esposo manejaba con ineptitud sin comprender nada en lo absoluto, cuando Andrés cruzó hacia la carretera que se dirigía a las afueras del pueblo comenzó a sentirse desprotegida, él no le dirigía palabra alguna y ella no se sentía capaz de preguntarle nada.
Para cuando se detuvieron en un lujoso hotel camino a la ciudad más próxima al destino que semanas antes habían fijado, ya estaba de noche y Andrés estaba totalmente ebrio, ya no podía continuar manejando, sin decir palabra sacó la botella que estaba tomando desde que habían salido de la boda y bajó del auto, le entregó las llaves al empleado que esperaba en la entrada y Ana Paula no tuvo más remedio que bajar del coche mientras otro empleado bajaba su equipaje.
Ana estaba desconcertada, la luna de miel que Andrés le había comentado sería en la costa, un bonito lugar apartado en una playa, aunque ya podían divisar el mar, ese no era el lugar del que él le había hablado, jamás hubieran llegado tan rápido, por eso habían acordado pasar la noche en su hacienda y luego partir a la mañana siguiente al lugar prometido, pero allí estaban en un lugar desconocido muy lejos de casa, y con miles de dudas en la cabeza.
Sin aguantar más se acercó a él que ya había pedido las llaves de una habitación.
- Disculpa Andrés, pero no comprendo nada, pensé que esperaríamos hasta mañana para ir al hotel de la playa, ahora estamos aquí en medio de la nada, y tú estás actuando tan extraño, no has parado de tomar y a duras penas llegamos vivos después de la manera en la que has conducido.- Dijo calmadamente aunque se podía sentir un hilo de preocupación.
- Subamos.- Respondió señalando el ascensor.
Ana solo asintió, el ascensorista preguntó el piso, Andrés contestó secamente y descortésmente salió del lugar para situarse frente a la habitación, con trabajo abrió la puerta, el botones dejó el equipaje cerca de la cama, Andrés le entregó al hombre un fajo grande de billetes como propina, y una vez dentro sin importarle que ella estuviera allí, se quitó la chaqueta, la corbata y la camisa, lanzó sus zapatos al otro lado de la habitación y quedándose en ropa interior se tumbó boca abajo en la cama. Ana Paula estaba apenada, jamás había visto a ningún hombre en esas fachas, ni si quiera a su hermano luego de crecer, aunque algunas de sus amistades habían ido a la playa y comentaban ciertas cosas, Ana Paula era al fin y al cabo una chica de campo, que no acostumbraba salir sola, y mucho menos con caballeros.
Entró al baño y allí esperó largo rato, se bañó con calma y se cambió colocándose una pijama de camisa y pantalón que le quedaba algo ancha, y aunque su cuñada había insistido dejara ella la empacó, había sido un regalo de su tía Margarita, así que no era nada provocadora pero sí muy cómoda.
Cuando salió esperaba que el hombre al menos se hubiera hecho a un lado, pero por el contrario se había desparramado en medio de la cama, miró entonces a todos lados, la habitación era grande, constaba de una acogedora sala de estar, un enorme vestier, y un baño espacioso, así que no le fue difícil ubicar un diván donde recostarse.
En vano intentó dormir en él, jamás había estado tan incómoda en su vida, y mucho menos se había sentido tan humillada, así que harta de esperar a que Andrés se comportara como una persona normal se levantó hecha una fiera, sin importarle nada lo empujó con todas sus fuerzas hasta situarlo de un lado de la cama, sin embargo él se movió y fue a dar de frente con el piso.
Desorientado y aun borracho se levantó, la observaba con rabia.
- Lo siento, no quise despertarte pero francamente estoy harta de tu comportamiento, si no querías tenerme cerca pudiste haberme pedido otra habitación, no permaneceré aquí incómoda por tu causa.- Decretó la joven resuelta, a lo que él respondió con una risa áspera.
- ¿Tú te sientes incómoda?, ¿tú Ana Paula de las Casas?, es increíble cuan hipócrita puede ser alguien, tanto que a veces me pregunto por qué no te convertiste oficialmente en actriz.- Acusó irónico.
- ¿De qué estás hablando Andrés?, te has comportado como una bestia en todo el camino hasta aquí, luego de haberte vendido como todo un caballero y ¿resulta que soy yo la hipócrita?.- Respondió ofendida.
- Me comporto como lo mereces, he sido un imbécil todo este maldito tiempo.- él se iba hacia los lados, el alcohol le hacía perder el equilibrio.- Me enamoré como un idiota completo de una mentira, ¿y quieres que me comporte como un caballero de brillante armadura?.- desafió.
- Si vas a permanecer allí acusándome sin sentido es mejor que busques otra habitación, yo voy a dormir.- Amenazó la joven mientras se disponía a acostarse, él la tomó del brazo colocándola frente a él.
- Lo sé todo!, escuché todo lo que hablaste con tu hermana en el despacho, fui a buscarte y me encontré de frente con la verdad. Debo admitir que nunca imaginé que estuvieras engañándome para obtener mi dinero, nunca se me ocurrió si quiera suponerlo.- Sus palabras iban y venían atropelladas mientras Ana Paula lo observaba sorprendida.
- Tu no entiendes, yo…
- Tú eres una mentira, la más grande que he visto, hubiera comido tierra si lo hubieras querido, hubiera hecho cualquier cosa por ti.- Ahora él la estaba balanceando frente a él, sujetándola con fuerza mientras una lágrima se escapaba de sus ahora oscuros ojos azules.- ¿acaso merecía tal villanía?.
- Andrés suéltame, puedo explicarte.- Dijo Ana Paula esta vez sollozando, pero él estaba colérico y el alcohol en sus venas no estaba ayudando.- Por favor me estás lastimando.- Gimoteó la muchacha, haciendo que él se detuviera, la soltó con calma pero siguió allí mirándola acusadoramente.
- Habla.- Vociferó, ella se exaltó, entonces él gritó esta vez más alto.- Habla!
- Ana Leticia se enamoró de ti al verte, fue ella quien te citó esa tarde, solo quería hablarte de sus sentimientos, pero luego sus padrinos llegaron de visita y me envió a mí a dejarte una carta donde te explicaba sus sentimientos.- Ana respiró con dificultad por su propio llanto y prosiguió.- pero me desmayé por la fiebre y no pude decirte nada, luego cuando recuperé la salud mi hermano me habló de la situación de la familia y de tu aparente interés hacia mi…
- Y decidiste aprovecharte de eso, decidiste venderte a cambio de una maldita sociedad.- la tomó de nuevo por los brazos con fuerza, estaba llorando aunque su ira era mayor.- ¿y sabes que es lo peor?, que aunque no me dieras esperanzas hubiera ayudado a tu padre, porque pensaba que era un hombre de honor.- Gritó a pocos centímetros de su cara.
- Y lo es!, mi padre es un gran hombre, él jamás se enteró de nada!.- Replicó, luego bajó la voz y agregó.- aunque al principio me negué, luego Ana Leticia me pidió que te aceptara, ella se alejó por tu causa, y me pidió que lo hiciera por la educación de Ana Lucía, y de las niñas, y sí!, accedí Andrés, cometí un terrible error, pero no lo hice por ser millonaria u obtener algún beneficio propio, lo hice por mi familia.
Ana Paula continuaba llorando a mares, y él la miraba con rabia pero también con deseo, estaba allí, frente a él como tantas veces había ansiado, su mirada hacia él no era de culpa, era una mirada desafiante cargada de rabia.
- Aun así fui bueno contigo Ana, hice de todo por ti, ¿por qué tanta furia hacia mí?.- Dijo casi desesperado.
- Por qué gracias a ti mi hermana se alejó de mi por completo, y jamás ha vuelto a ser la misma conmigo, ella era mi mejor amiga, pudiste haberla elegido a ella, pero al preferirme a mí, destruiste todo, ¡por eso te detesto!.- le gritó a la cara.
- Yo no hice nada para despertar los sentimientos de tu hermana, es a ti a quien amo desde el mismo momento en el que me topé contigo en aquella loma, o quizás antes cuando me tropecé con tu vestido, la verdad ahora mismo no logro distinguir bien cuando exactamente me enamoré estúpidamente de ti… créeme Ana Paula enamorarme como un idiota completo no era mi intención.
- Pues hubiera deseado que jamás nos hubiéramos cruzado, ahora mismo solo sé que te detesto.
Si antes Andrés había amado a la chica de mirada brillante y sonrisa cálida, ahora por irracional que sonara, se había enamorado de nuevo esta vez de su mirada oscura y sus labios insolentes.
Sin pensarlo demasiado, empujado por el alcohol y dejando a un lado la poca racionalidad que le quedaba se empujó hacia ella con un beso que la dejó sin aliento, ella intentó alejarlo pero él cayó sobre ella en la desordenada cama, sin tacto ni sensatez comenzó a besarla desesperadamente y aunque ella al principio puso resistencia después pareció recibirlo, él viendo una oportunidad le arrancó la ropa, haciendo trizas la preciada pijama de Ana Paula, él era mucho más ágil que ella tenía experiencia, sabía lo que hacía y ella terminó cediendo a los deseos del hombre que ahora era oficialmente su esposo, y lo que más le mortificaba es que ella misma había sentido cosas qje jamas hubiera imaginado.

Ana desde el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora