El cabello castaño casi dorado le llegaba a poco más arriba de la cintura, sus ojos eran dos destellos color miel y sobre su nariz descansaban diminutas pecas que bañaban también un poco sus pómulos, sus labios carmesí y su piel aterciopelada lo invitaban a acercarse, ella era hermosa, increíblemente hermosa, antes la había visto de otra manera, aun con cuerpo de niña, más sin embargo ahora podía ver a la mujer que había en ella.
Si antes se había sentido hechizado por la mayor de las Anas, ahora podía declararse un abierto admirador de la joven, actualmente mucho mejor de salud lucía radiante, y aunque sonaba aun algo débil y algunas ojeras reposaban bajo sus ojos seguía siendo bella.
Esta vez ella había insistido en bajar a recibirlo y su corazón latía con fuerza bajo su chaqueta, verla llegar en muletas pero resuelta a llegar sin ayuda hasta él lo llenó de orgullo, era una chica con carácter, y maravillosamente fuerte.
Le había hablado con total distancia, con cortesía y educación, tal vez había sido incluso cortante, pero allí estaba él embobado por su sola presencia, y ninguna otra mujer que hubiera conocido había logrado tal cosa.
El hermano y la cuñada de la joven los acompañaron un rato, sin embargo al cabo de unos minutos se marcharon con el padre de la chica que solo pasó a saludar, se encontraron entonces totalmente solos en el salón, dándole el valor a Ana Paula de hablar sin tapujos con el caballero que había roto el corazón de su hermana.
- Hoy ha hecho un clima estupendo, no lo cree?.- Comentó él sin tener idea de que hablar, parecía un adolescente, se regañó mentalmente por comportarse de aquella manera tan infantil, pero ella ahora le ponía nervioso con solo verla.
- Ciertamente, hoy hace un día soleado.- Mencionó ella secamente, no podía continuar así, debía hablar lo ocurrido aquél día con la carta de su hermana o estallaría en cualquier momento.- Sr. Rizzuti, probablemente ir directo al grano no es lo que se acostumbra en una chica con la educación que se supone debo tener, sin embargo no acostumbro darle muchas vueltas a las cosas, y mi desdén por las reglas en este caso siempre ha sido superior a mi instrucción. Así que le diré la razón por la que he decidido bajar a hablar con usted personalmente hoy; la verdad es que me intriga un poco que haya usted venido en tantas oportunidades a verme según me han informado, y solo puedo suponer que el motivo no ha sido otro más que su necesidad de conocer más sobre la nota que recibió el día de mi desafortunado accidente.- Andrés la miró sorprendido y a la vez embriagado por la sinceridad de sus palabras, sonrió un poco y se tocó un ceja, gesto que solía hacer cuando algo lo ponía nervioso, lo que desorientó un poco la franqueza de la chica.
- Agradezco su sinceridad Ana, supongo que si se ha atrevido a decirme lo que piensa ahora es porque la razón para citarme aquella tarde no la conoce su familia, como tampoco yo. Apelando a su sinceridad seré tan transparente como pueda, si he venido a verla es porque su salud es de importancia para mí, y de alguna manera también aguardaba en secreto que en algún momento pudiéramos hablar así, a solas como hoy; debo admitir que ese día me desconcertó un poco su invitación, y aun hoy no se con exactitud sus intenciones para citarme en aquel lugar, aunque lo sospecho.- El corazón de Ana Paula estaba a punto de salirse, como imaginaba él pensaba que era ella quien lo había citado, pero ¿Qué sabía de la carta?, ¿la había leído?.
- Le aseguro que las razones no han sido las que imagina, o no como lo imagina… yo… es decir, no he… no he sido…- él la interrumpió.
- Conserve la calma.- dijo tomando suavemente la mano de la joven entre las suyas.- Ana Paula puedo comprender sus razones, si estoy en lo cierto usted se dirigió a mí con la intención de solicitar mi ayuda para la recuperación de los viñedos de su familia, conozco su situación, y si me permito hablarle con tal franqueza es debido a la sinceridad con la que usted se dirigió a mí.- Ana confundida retiró sutilmente la mano que él le había tomado.- sé bien que usted difiere de su familia con respecto a los temas en los que debe o no opinar, sé que probablemente tomó esta iniciativa por su cuenta y ahora tal vez le asusta que yo pueda decir algo al respecto.- él la miró a los ojos, ella se ruborizó, entonces se levantó hasta su asiento y tomó su mano de nuevo.- pero le aseguro que su secreto está a salvo conmigo, y si ese era el tema que deseaba tocar esa tarde, le aseguro que si usted me lo pide haré cuanto esté en mi mano para ayudar a su familia.- Ana Paula estaba perpleja, y más allá desde las escaleras Ana Leticia escuchaba atenta la conversación con la mirada clavada en las manos de ambos.
- Yo, Dios!, no sé qué decirle.- Ana Paula se había quedado sin palabras, jamás imaginó que él hubiera pensado tal cosa, había sido bastante distante con él y aun así estaba allí ofreciendo su ayuda incondicionalmente, sin darse cuenta por impulso retiró su mano de nuevo.
- No tiene que decir nada.- Se retiró de nuevo hasta su asiento y entonces recordó la carta que lo había martirizado por días, la llevaba en su chaqueta, moría por abrirla, pero sentía que si lo hacía estaría irrumpiendo en la privacidad de la muchacha que a fin de cuentas nunca se la había entregado realmente.- Aquí está su carta, se cayó de sus manos cuando la alcé para traerla a casa aquel día, se mojó bastante, aun cuando dice mi nombre no quise abrirla, después de todo usted no me hizo entrega real de ella.- Le tendió la maltratada carta y ella la tomó de inmediato.
- ¿Es decir que no leyó nunca su contenido?.- Ana Paula miraba el papel asombrada, si él no había leído la carta, y si no había pensado que era ella quien lo amaba, ¿por qué había estado tan interesado en ella?.
- No, ignoro completamente lo que haya escrito, debo admitir que me sentí tentado a abrirla, pero como dije antes, usted nunca me la entregó, no quise dársela a su padre o a su hermano, pues como mencioné antes sospechaba de sus motivos para citarme en la loma, no quería involucrarla en algún mal entendido.- Ana Paula estaba confundida, debía decirle la verdad, quizás así él se inclinaría por su hermana y dejaría de lado las atenciones que había tenido para con ella.
- Bien, se lo agradezco, sin embargo debo decirle la verdad, esta carta no la he escrito yo…- Las palabras de Ana Paula quedaron suspendidas en el aire cuando Ana Leticia irrumpió en la sala, tomó la carta de las manos de su hermana y señaló.
- Mi hermana quiere decir que no la escribió sola, ambas lo hicimos, es decir, la idea siempre fue como usted dijo, solicitarle ayuda para los negocios de papá, pero no sabíamos cómo expresarnos bien así que lo hicimos por escrito.- Andrés la miraba extrañado, y Ana Paula no entendía nada, justo allí la chica comprendió que había irrumpido en la sala admitiendo que los había estado escuchando largo rato.- Siento haber escuchado su conversación de manera tan poco educada, es solo que estaba nerviosa porque no sabía cuál sería su reacción, o si nos delataría.
- Claro, comprendo, pues pueden estar seguras de que no diré nada, pero reitero mi intención de ayudar a su padre, me parece muy loable de su parte querer ayudar de esta manera.
- Estaremos totalmente agradecidas.- Respondió Ana Leticia jovialmente.
- Habiendo quedado claro el asunto me marcho, esperando poder regresar pronto para charlar en honor a los viejos tiempos, fue un placer verla recuperada Ana Paula, con más calma podrá comentarme con exactitud en que consiste su propuesta para contribuir en favor de su situación económica.- él se levantó y besó su mano como gesto de despedida, Ana Leticia tosió a propósito.- También fue un placer verla.- sonrió hacia la hermana menor, de inmediato se encaminó a la salida acompañado por Ana Leticia.
Habiéndose marchado el caballero de la discordia, ambas hermanas quedaron en el salón mirándose fijamente.
- ¿Por qué mentiste?.- Acusó Ana Paula.
- ¿Qué querías?, ¿querías que admitiera haber escrito una ridícula carta de amor que obviamente a él no le importa?, ¿querías verme humillada?.- Murmuró entre sollozos.
- Quería que él supiera la verdad, quería que entendiera que eres tú quien siente algo por él.
- A él no le importa lo que yo pueda sentir, cualquier tonto podría notar la forma en la que te mira, el solo hecho de decir que una palabra tuya es suficiente para que ayude a nuestra familia demuestra cuanto le interesas, a mí a duras penas me determinó.
- Lo siento.- Fue lo único que Ana Paula pudo decir.
- No tienes porqué sentirlo, esta tarde escuché una conversación entre Claudia y nuestro hermano, sé que él te pidió que aceptaras las atenciones de Andrés para salvar a nuestra familia de la ruina, y también sé que te negaste por mi.- Ana Leticia continuaba llorando y su hermana con esfuerzo se paró y la abrazó.
- Aun así lo siento tanto, no hubiera querido que nada sucediera así.
- Lo sé, pero creo que nuestro hermano tiene razón, si Andrés está haciendo esto es solo por ti, si tú lo rechazas tal vez no acceda a ayudarnos.
- No parece ser una persona así.
- Tal vez, no lo sabemos, debes hacerlo por la familia, Ana Lucía necesita culminar sus clases, las niñas merecen la mejor educación, ¿Qué sería de papá si lo pierde todo?.- Argumentó la joven mientras lloraba.
- No podría hacerte esto a ti.
- Sin intención ya lo has hecho hermana, y no quiero que te culpes por ello, lo he pensado tanto, y sé que no es tu culpa, siento haberte hablado de la manera en la que lo hice antes, no obstante ahora soy yo quien te pido que hagas un esfuerzo, por la familia.
- Debe haber otra opción, ya pensaremos en algo.
- Ya no hay tiempo, escuché a mi hermano hablar, la situación es crítica.
- ¿Qué será de ti?
- Me iré por un tiempo con la tía Margarita, ya la he llamado.
Ambas hermanas permanecieron abrazadas largo rato, y para cuando se retiraron, Ana Leticia se había resignado, y Ana Paula sentía cierto odio por el hombre que las había separado.
A la mañana siguiente Ana Leticia anunció su partida, y aunque su padre no estaba muy de acuerdo accedió, así que dos días después la joven se fue a la estación de trenes en uno de los autos de la casa, su hermano fue a despedirla, Ana Paula lloró por horas en su habitación, y agradeció mentalmente que Andrés no la hubiera visitado en esos días pues no habría podido disimular su aversión a él.
Cerca de una semana después de la partida de su hermana Ana Paula tuvo que ir a la ciudad para que le retiraran el vendaje en su pié, ya podía moverlo sin dolor, pero era el médico quien debía revisarla primero, fue en compañía de Dolores, la anciana ama de llaves de la casa, al salir del consultorio del doctor la joven convenció a la mujer para ir a comprar una cinta nueva para su sombrero.
- Niña esas cintas son hermosas pero su padre no nos ha dado suficiente dinero.- Murmuraba la regordeta mujer observando las hermosas cintas que la joven había elegido.
- He traído algo extra de mis ahorros Lolita, confía en mí, acaso no era la mejor en las clases de cálculo?.- Manifestó la chica sonriendo por primera vez desde la partida de su hermana.
- Pero no ha dicho que comprará también un libro?, no creo que le alcance el dinero.- Respondió la mujer convencida de que la chica estaba equivocada.
- Y lo compraré Lolita, ya lo verás!, el señor Mauro vende libros de segunda mano en excelente estado, siempre compro allí.
- No creo que a su padre le agrade que compre libros usados.
- No se molestará si nadie le dice.- Dijo ella pícaramente.
Ana Paula escogió un par de cintas y con ellas en mano se encaminó a la esquina dónde se hallaba el puesto de libros del Sr. Mauro sin notar que un elegante caballero había escuchado su conversación guardando cierta distancia, y la había seguido hasta el quiosco del vendedor ambulante.
- Buenos días Sr. Mauro, que título tiene para ofrecerme hoy?.- Consultó la joven sonriendo amablemente.
- Buenos días Paula!, bueno mi querida niña no hay muchos títulos nuevos, pero ¿qué buscas hoy?, ¿romance o aventura?, o ¿tal vez algo de miedo?.- Respondió el canoso y extrovertido anciano.
- Pareciera que no me conociera, sabe que siento debilidad por la aventura, los de misterio los aceptaría pero mi hermana se ha ido a la capital y francamente cuando decido leer libros de ese tipo siempre duermo con ella, y de romance no quiero saber nada, cada vez me convenzo más de que la pareja perfecta para mí sería el Sr Darcy, y dudo que pueda sacarlo del libro para intentar casarme con él.- el anciano sonrió llenando su cara de arrugas.
- En ese caso puedes llevarte un clásico de la aventura, mi querido Robín Hood!.- el hombre le tendió el destartalado ejemplar.- o quizás prefieras Sherlok Holmes en Estudio Escarlata, ¿Qué dices?.
- Los dos me han tentado, pero me temo que solo podré pagar por uno, así que Holmes esperará para otra oportunidad.- Un carraspeo a sus espaldas la asustó girándose de inmediato para quedar frente a frente con Andrés.
- No deberías dejar pasar a Holmes.- Tomó el libro en sus manos y se lo entregó.- Llévalo, yo te lo regalo.
- Sr. Rizzuti, que sorpresa encontrarlo aquí.- Los ojos de la chica eran dos esferas doradas, y Andrés sintió deseos de que lo mirasen para siempre.
- Llámame Andrés, antes nos tuteábamos, sería bueno volver allí.
- Gracias Andrés.- Él asintió. Ana Paula no quería aceptarle nada pero sentía debilidad por los libros así que hizo a un lado su orgullo y lo tomó en sus manos, después de todo no era cualquier cosa se trataba de un libro. Acto seguido le ofreció acompañarla hasta el lugar donde el chofer de la casa las esperaría.
- Y bien, ¿por qué tanta renuencia a leer libros románticos?, claro si puedo saberlo.- Comentó él mientras caminaban.
- Ya he leído bastantes, y debo admitir que prefiero lo inesperado, quizás con alguna chispa de romance, pero no cambiaría los libros de aventura por nada, me gusta imaginar las travesías en la Odisea, o los profundos mares de los piratas y las sirenas, las mil y una noches tal vez.- Ana Paula observó con el rabillo del ojo como su compañera de viaje miraba en todas direcciones sin entender de que hablaba.
- Tal vez no has leído los romances adecuados, no todo es tragedia como Romeo y Julieta, hay mucho más.
- Seguramente, pero mis expectativas son difíciles de llenar.- Ella miró el auto de su padre donde el chofer leía entretenido el periódico, la anciana mujer se encaminó al interior del coche.- Y bien, ya hemos llegado, gracias por la compañía.
- Al contrario, soy yo quien agradezco que me permitieras acompañarte.- La sonrisa de Andrés podría derretir el Ártico y él estaba consciente de ello, Ana Paula sin embargo aunque le parecía guapo, sentía cierto resentimiento hacia él que le impedía disfrutar por completo de su presencia, aunque debía admitir que charlar de libros con él siempre fue placentero, cuando Ana estaba a punto de entrar al auto él agregó.- Me gustaría que continuáramos esta charla en el futuro.
- Cuando quieras.- Respondió ella secamente.
Entró al auto un poco ruborizada por la caminata y de inmediato pensó en su hermano, él le había dicho que luego de la charla en su casa Andrés había buscado a su padre y le había otorgado la oportunidad de asociarse; para cuando él le comento lo ocurrido ella ya lo sabía, el mismo Andrés le había hablado de su propuesta a través de una carta, su proposición no solo los salvaría sino que además prometía situarlos en la cima del negocio. Se sintió presionada internamente, el bienestar de todos dependía de ella, si bien conversar con Andrés no era un sacrificio, para ella era incómodo más que todo por Ana Leticia, aun así antes de que arrancara el auto sacó la cabeza por la ventanilla como si fuera una niña.
- Si quieres puedes ir a casa mañana, tal vez hoy mismo lea el libro!.- Vociferó con la mitad del cuerpo en el interior del coche, Andrés que había comenzado a caminar en dirección contraria se giró hacia ella.
- Allí estaré.- Respondió sonriendo, ella se despidió agitando la mano y entró al auto mientras la regordeta mujer la reprendía por su actitud indecorosa, Andrés no pudo evitar echarse a reír, pensando en lo hermosa y espontánea que era, y en lo afortunado que sería si lograba convertirse en su Sr. Darcy, aunque no tuviera idea de quien era.
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Ana desde el silencio
عاطفيةEl inclinado camino hacia la loma más alta de la hermosa propiedad de su padre le había producido no sólo un severo dolor en sus pies, debido a lo inapropiado de su calzado para tan inesperado paseo, si no también le había proporcionado un vestido t...