Ana desde el silencio

CAPÍTULO 10 LA DEFENSA DEL HONOR

Los deliciosos vinos de las bodegas ¨De las Casas" eran reconocidos no solo a nivel local, habían alcanzado renombre y una excelente reputación en todo el país, desde la mirada ambiciosa de Rodrigo Alonso podían posicionarse e incluso competir a un lado de los mejores vinos del continente, aunque jamás había viajado fuera del país a diferencia de sus hermanas, sabía que la competencia no era nada sencilla, pero estaba profundamente enamorado de la cosecha de su familia, amaba aquellos viñedos tanto o más que a su profesión, y esperaba algún día poder colocar sus mejores botellas en los anaqueles más importantes del mundo. No obstante, desde la mirada arraigada en el proceso artesanal en el que creció junto a su padre Rodrigo Ernesto observaba aquellos mismos viñedos de otra manera, había aceptado con mucho esfuerzo la colaboración de su vecino y ahora yerno Andrés Rizzuti, por necesidad, y también por complacer a Ana Paula, pero no podía imaginar aquellas bodegas suyas convertidas en una especie de industria.

Aun así, allí estaba cabalgando entre sus plantaciones con cierto desdén, lo cierto es que se había acostumbrado a ceder, su carácter obstinado había mermado por la imposibilidad de decir NO totalmente a sus hijos. Su yerno había logrado que Rodrigo Alonso produjera en dos meses mucho más de lo que él hubiera imaginado, el audaz vecino había saldado sus cuentas y aunque ahora con certeza podría pagarle con la futura cosecha cada centavo, se sentía en deuda con aquel joven que además se había quedado con la mayor de sus hijas, y secretamente su favorita.

Ana Paula se había ido, de sus hijos era la más parecida a su madre, tenía el mismo carácter y los mismos ojos, extrañaba mirarla caminar de aquí para allá canturreando o llenando de flores la casa, pero más aún extrañaba al hombre que había sido él antes de su partida.

Soportó su ausencia porque sabía que ella deseaba casarse con aquel muchacho, aunque él no veía en ella esa mirada perdida y enamorada que si podía notar a leguas en su yerno, sabía que era lo que la joven quería y darle lo que la muchacha deseaba mitigaba un poco el hecho de que ya no la tendría siempre a su lado.

Ahora estaba allí obligando a Ana Leticia a aceptar a un hombre que no amaba, la había golpeado y se sentía increíblemente culpable por ello, esta vez no había nada que apañara el dolor de verla partir, esta vez no sentía ese alivio de estar haciendo algo que no deseaba porque estaba logrando un bien mayor, hacer feliz a sus hijos, como lo hizo al aceptar los cambios introducidos por su hijo y su yerno en sus viñedos, esta vez sentía que aunque hacía lo correcto para su hija la estaba lastimando tanto como lo había hecho el desalmado que la engañó.

Para cuando entró de nuevo a casa ya eran casi las seis de la tarde, la cena estaba servida y se encontró allí frente a una mesa totalmente vacía, Ana Leticia se negaba a salir de su habitación, Ana Lucía había regresado a la capital luego de lo ocurrido con su hermana, Rodrigo Alonso había partido junto a ella debido a unos asuntos de negocios que debía ver en la ciudad, mientras que la esposa del muchacho y las niñas se habían marchado a la casa del pueblo ya que sería Claudia quien nuevamente se encargara de la boda, pues la novia evidentemente no deseaba ocuparse de nada referente a la ceremonia; así que allí en la soledad del comedor Rodrigo Ernesto deseó en silencio que su amada esposa Anabelle se hallara allí junto a él para de alguna manera atenuar su dolor, y también para pedirle concejo y por primera vez desde su muerte saber qué hacer con los hijos que había tenido que criar solo.

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Paralelamente a muchos kilómetros de allí desde la oscuridad de la noche, con la luna oculta entre las nubes un impaciente Rodrigo Alonso De las Casas esperaba al acecho, aunque un par de farolas iluminaban a duras penas la pequeña calle tras el ruidoso bar de Madame Russó, la oscuridad reinaba en el lugar, escondido entre las sombras esperaba el momento exacto en el que Lucas Iriarte saliera de su acostumbrado lugar de diversión.