CAPÍTULO 12. CUANDO LOS NÚMEROS NO MIENTEN

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Sobre un magullado calendario yacía un desgastado lápiz, con enormes equis Ana Paula había tachado día tras día, había contado más de diez veces y su corazón comenzaba a latir con fuerza, no de miedo, de pánico, del terror que solo la verdad produce cuando no es bienvenida.

Se había encerrado en su habitación porque el comentario de Marina la había alertado, y estaba comenzando a creer que se volvería loca contando y contando mentalmente, hasta que le pidió a Marta que le consiguiera un calendario, la anciana mujer rápidamente le entregó uno que tenía colgado en su habitación junto a la imagen de la virgen. Ahora por primera vez deseaba estar equivocada, deseaba no ser tan buena como era con los números, allí estaba de cara a la verdad sin querer dejarla entrar.

Había pasado un mes y medio desde su matrimonio, un mes entero en el que había aprendido a sentir que aquél lugar podría ser su hogar, en las mañanas desayunaba, Andrés casi nunca estaba así que lo hacía en la cocina con los empleados, salía a atender a sus plantas, luego se encerraba largo rato en la biblioteca o ayudaba a Marina con el almuerzo, o a Mariano a cuadrar los balances administrativos, almorzaba con Andrés que rara vez le hablaba, de allí ayudaba a Becky con sus lecciones para que cuando Andrés le diera clases por la tarde lo hiciera muy bien, jugaban con Charley o se dedicaba a remodelar el lugar.
Estaba sola en aquel mausoleo, solo los empleados eran su compañía, y Marina se había vuelto una gran amiga, Marta le consentía en todo, y en general todos eran buenos con ella. Max se había marchado mucho antes de casarse para restaurar la hacienda donde viviría con Ana Leticia, así que prácticamente siempre había estado allí disfrutando de su propia soledad.

Andrés era amable, pero distante, y Ana Paula sabía que él lo hacía para evitar hacerla sentir mal, aunque ella ya lo había superado, pues después de mucho resistirse admitió que Andrés realmente le gustaba, no lo amaba pero eso no significaba que no sintiera una intensa atracción por él y odiaba que así fuera, después de todo él había sido la piedra que había roto su relación con su hermana. Evidentemente la brusquedad del momento no fue la más placentera, pero sí debía aceptar que su toque, sus caricias por más salvajes que hubieran sido le habían generado muchas sensaciones físicas que jamás olvidaría, muchas veces se encontraba rememorando ese momento, y se regañaba mentalmente por como su cuerpo había respondido ante su toque, como descaradamente se había humedecido ante sus besos salvajes y necesitados.
Por eso de algún modo valoraba la distancia que él le daba, porque no se sentía lo suficientemente valiente para enfrentarse ni a sí misma ni a él. Así mismo admiraba la paciencia y el cariño con el que se dirigía a Becky en sus lecciones, le dedicaba gran parte de la tarde, aunque estuviera muy ocupado, y había notado que no podía resistirse a los deseos de la pequeña, pues a la hora que fuese si ella deseaba ir a dar un paseo a caballo, o si quería colorear en su despacho, siempre hacía a un lado todo lo demás por complacerla.

Su buen trato y cordialidad con sus empleados le recordaban un poco a su padre, y le enorgullecía decir en el pueblo que era su esposa, pues siempre obtenía a cambio reverencias y miradas de respeto, pues Andrés se había ganado el aprecio de muchas personas, siempre ayudando y colaborando con quien lo necesitase sin importar su posición.

Aun así se resistía a sentir algo más por él, ya fuera por rencores del pasado, o por mera obstinación, no obstante la vida tenía planes muy diferentes para ella, por lo que una mañana se halló frente a una fuerte situación que enfrentar.
Había salido a caminar muy temprano como siempre, armada con un desgastado volumen de ¨Las mil y una noches¨ se dispuso a sentarse en el jardín cuando Becky apareció de la nada con un trozo de pastel en su mano, Charley la seguía abrumado por el delicioso aroma del dulce postre, la niña le hizo entrega del jugoso pastel de piña que Marina le había preparado, sin embargo bastó darle un solo bocado para sentirse terriblemente mal, las náuseas le atacaron de inmediato impidiéndole comer más,  se marchó a su habitación dejando a una Becky decepcionada, mientras ella terminaba vaciando el desayuno en el baño.

Ana desde el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora