Rodrigo Alonso era un hombre tranquilo, la furia de un arma, o el coraje de la guerra no eran precisamente su idea de ser feliz, amaba escribir, y secretamente había sido el autor de varios cuentos y un par de propuestas sobre legislación, lo hacía desde que tenía 14 años. Por eso cuando su padre insistió en enviarlo a la capital no dudó ni un minuto en cambiar su ruta hacia la academia militar, por la escuela de leyes, todo lo hizo en secreto, durante los dos primeros años nadie descubrió la verdad, en las cartas a su padre no refería muchos detalles sobre los campos de entrenamiento o los cuarteles, y en sus cortas visitas evitaba constantemente explicar sobre estrategias aun cuando su padre sostenía enérgicas conversaciones al respecto, prefería dejarlo hablar a sus anchas, y se limitaba a asentir en los momentos correctos, con cuidado la conversación se convertía en monologo, pero su padre no se daba cuenta; se entregaba con tal ahínco, que olvidaba por completo que era él y no su hijo quien hablaba toda la noche.
Sin embargo, una mañana mientras jugaba ajedrez con Ana Lucía que había venido de vacaciones, le pidió a Ana Paula que subiera a su habitación y buscara entre sus cosas una caja de bombones que había olvidado entregarles. Ana Paula subió corriendo hasta la habitación del muchacho encontrando oculto en su maleta un libro de leyes sellado y firmado por el rector de la universidad de leyes, dentro estaban varios exámenes aprobados por su hermano con fechas recientes, ella guardó silencio, y aquel día comieron bombones y disfrutaron de los chistes de Ana Leticia y las mofas de Ana Lucía, pero Ana Paula tenía en su cabeza aquellos papeles girando en círculos.
Luego de debatirse entre enfrentar a su hermano o no, terminó haciéndolo y un día antes de su partida fue hasta su habitación para pedir una explicación. El muchacho cerró la puerta de inmediato, y le contó a su hermana cuan infeliz hubiera sido de haber hecho lo que su padre deseaba, le pidió guardase su secreto y la abrazó sintiéndose aliviado de al fin compartir su secreto con alguien.
Con esfuerzo había tenido que ahorrar cada centavo que su padre le enviaba puesto que la carrera de leyes era mucho más costosa, y había tenido que hacer maromas para que su tía Margarita o Ana Lucía que vivían en la capital no se enteraran de lo que estaba estudiando realmente.
Al cabo de un tiempo se graduó, recibió su diploma con mención honorifica por sus excelentes calificaciones, pero nadie lo supo excepto su hermana. Continuó en la ciudad, trabajando para un bufete de abogados de escaso renombre, evitando siempre las reuniones sociales, para no encontrarse accidentalmente con su tía, su hermana menor, o con cualquier conocido de su padre.
Sin embargo, como entre cielo y tierra no hay nada oculto, uno de sus clientes terminó siendo un gran amigo de su padre, lo reconoció en seguida, y aunque intentó convencerlo con varias excusas el anciano caballero le contó todo al padre del muchacho.
Para su padre fue una gran decepción, su rabia fue tal que se negó a hablarle por un tiempo. Así que Rodrigo Alonso tuvo que quedarse en la capital sin visitar a su familia, y alejado por completo de la tierra que lo viera nacer.
En ese tiempo conoció a Claudia, una joven hermosa, de profundos ojos azules y abundante cabello rubio, sus facciones chocaban con las del joven que era castaño oscuro, con ojos café y cejas pobladas, aun así se enamoraron totalmente.
Ella era una sencilla chica de provincia que se había marchado de casa en busca de independizarse, trabajaba en una tienda de telas en la ciudad, y cuando el apuesto muchacho le pidió que cenaran juntos, ella no se resistió. Al cabo de unos meses eran inseparables, y sin haber formalizado su relación concibieron a su primera hija, Constanza, esto lo obligó a escribirle a su padre, incluso lo llamó varias veces pero no fue sino hasta el nacimiento de la pequeña que obtuvo una respuesta.
Su padre lo había perdonado, aunque a veces dejaba entrever cierto resentimiento. No obstante le ayudó, costeando su boda y comprando una casa para ambos en el pueblo, también a través de sus contactos le consiguió un lugar para comenzar un pequeño bufete, con la condición de que en paralelo lo ayudase con la cosecha de vino.
Al principio les costó acostumbrarse pero luego ya con dos hijas se adaptaron a su nueva vida en el pequeño pueblo.
Ahora iba de camino a la casa de su padre con las niñas dormidas en las piernas de la nana en la parte posterior de su auto, pensando seriamente en la situación actual de los viñedos; su padre estaba reacio a aceptar el cambio, el mundo evolucionaba y el negocio con él, sin embargo esto no cabía en la cabeza de su padre. Tenían deudas importantes y la última cosecha no había sido la mejor, estaban por primera vez realmente estrechos de dinero.
Por eso se había ido con su esposa y sus hijas a vivir a la casa de su padre, y había hecho a un lado el bufete, intentando dedicar la mayor parte de su tiempo a los viñedos. Necesitaban un socio que invirtiera dinero suficiente como para mantener a flote el negocio, si las cosas seguían como hasta ese entonces terminarían en la quiebra.
Para cuando llegó a la casa, su esposa lo esperaba en la sala en compañía de su padre, Ana Leticia y Andrés Rizzuti que había ido a conocer el estado de salud de su hermana. El interés del caballero hacia Ana Paula era evidente, ya habían pasado dos días desde el accidente y había ido a visitarla sin falta en las mañanas y en las tardes, aunque la chica siempre que él iba estaba dormida a causa de los fármacos, y aun cuando ya sabían que solo había sido un resfriado que se había complicado un poco él continuaba yendo, quizás con la esperanza de poder charlar con la joven.
Rodrigo saludó a todos en la sala, y siguió a la habitación con las niñas, Claudia lo siguió.
- Dame a Catalina.- Dijo Claudia tendiendo sus brazos para cargar a la niña de 3 años que él llevaba en sus brazos.
Él depositó a la pequeña en los brazos de su madre, la nana llevó a Constanza a darse un baño y los esposos se quedaron en la habitación.
- Las visitas de nuestro vecino son cada vez más frecuentes cierto?.- Dijo él de manera casual.
- Si, la verdad está muy interesado en la salud de tu hermana, y personalmente siento que quizás su interés va más allá de una simple cortesía.- Respondió ella mientras acostaba a la niña en su cuna.
- Crees que esté interesado en Ana Paula de una manera romántica?.
- No lo creo querido, estoy segura, habla de tu hermana con tal afecto y admiración, recuerda mucho las conversaciones que tenían en su anterior estadía aquí, y en líneas generales cualquiera puede percibir que la belleza de tu hermana lo ha prendado.- Aunque Claudia estaba convencida de lo que decía, no tenía un semblante contento por la suerte de su cuñada.
- Sin embargo algo no te gusta de todo esto verdad?, lo veo en tus ojos.
- En efecto, me alegra que Ana Paula tenga semejante prospecto por delante, él es todo un caballero, guapo y con mucho dinero, además de que su admiración hacia ella me parece real, pero.- Titubeó un poco insegura de poner en evidencia a su otra cuñada, sin embargo su esposo la animó a continuar.- Pero, es evidente que Ana Leticia también ha notado el vivo interés de él por su hermana, y me temo que esto no sea de su agrado.- Rodrigo parecía confundido, ella aclaró.- ella está evidentemente ilusionada con Rizzuti, y sé que está sufriendo al notar que no es ella la que despierta su interés.
- Ana Leticia?, no lo habría imaginado.
- Amor mío, te adoro pero no eres nada sensitivo.- Lo besó en la mejilla.
- Bueno, independientemente de todo Andrés es lo mejor que podría pasarle a Paula, y a todos nosotros.
- Porqué lo dices?
- Te he contado sobre nuestra situación, y aunque mis hermanas no lo saben, lo mejor que podrían hacer sería casarse, nunca las he visto como una carga, sin embargo ya están en edad, y aparte, ser familia de Rizzuti nos daría una ventaja enorme, él podría ser el inversionista que tanto necesitamos.
- Hablas de tu hermana como si se tratara de una mercancía.- Ella lo observó molesta.
- No hablo de venderla, solo digo que si decide tener algo serio con él sería muy conveniente.
- Pues no se lo menciones, deja que todo fluya por sí solo, decirlo así suena horrible.
- Bien, lo que digas amor.- La besó en la frente y bajó al despacho, el vecino se había marchado y su padre estaba encerrado en sus propias finanzas.
Se encerró con él con el fin de comentarle lo que antes había hablado con su mujer, convencido de que debían hablar con Ana Paula para que no se apresurara en desechar las atenciones del caballero en cuestión como siempre lo hacía con todo aquél que la pretendía.
Mientras tanto Ana Leticia lloraba en la soledad de su alcoba, sabiendo que en la habitación contigua se hallaba no solo su hermana del alma aún convaleciente, sino también la mujer que le estaba robando el amor de su vida. Consciente o no de ello Ana Paula con su enfermedad había acaparado toda la atención de Andrés que no paraba de hablar de ella, era demasiado doloroso ser testigo de cuán importante se había vuelto la salud de su hermana para el joven caballero, por eso no había ido a verla, aunque despertaba por cortos espacios de tiempo debido a los sedantes, Claudia decía que siempre preguntaba por ella, aun así la había ignorado.
Imaginaba que su hermana no había entregado la carta y eso la frustraba aún más, y trataba en vano auto consolarse imaginando que quizás sería pasajero, que él no sentía nada romántico para con su hermana, pero luego él llegaba y se deshacía en halagos hacia Ana Paula olvidando por completo la presencia de ella, tanto que a veces dudaba si de verdad notaba que ella estuviera allí.
Antes sus propios sentimientos la habían envuelto, pero tristemente ahora podía ver con claridad como el dulce caballero de sus sueños, solamente vivía en ellos; en la realidad Andrés Octavio Rizzuti no había tenido con ella ni uno solo de los detalles que había tenido con su hermana, no solo la visitaba, llevaba flores, hasta bombones, aun cuando ella nunca estaba despierta cuando él estaba, tal era su esmero que en la última visita no había tocado otro tema excepto las múltiples cualidades que había conocido de ella en su anterior estadía en el pueblo, ignorando por completo que ella también había hablado mucho con él, incluso más que su hermana.
Entre furiosa y deprimida bajó las escaleras de la casa topándose con su hermano hecho un manojo de rabia, sin saber por qué había azotado la puerta del despacho, pasó por un lado y no la determinó.
Ana Leticia no tenía ni idea de las razones de su hermano para marchar con semejante humor. No sabía que su padre lo había reprendido por insinuar que Ana Paula debía sucumbir ante los encantos del vecino, buscando un matrimonio ventajoso y un fuerte aliado comercial para la cosecha. Pero Ana Leticia tampoco sabía que su hermano estaba resuelto a convencer a la hermana mayor aun a escondidas de su padre.
ESTÁS LEYENDO
Ana desde el silencio
RomansaEl inclinado camino hacia la loma más alta de la hermosa propiedad de su padre le había producido no sólo un severo dolor en sus pies, debido a lo inapropiado de su calzado para tan inesperado paseo, si no también le había proporcionado un vestido t...