CAPÍTULO 21. DESDE EL SILENCIO

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El fuerte llanto de su hijo le avisó que había nacido, subió las escaleras que daban a la habitación de Ana Paula, al abrir la puerta Marta le recibió con un bebé en brazos, un pequeño envuelto en sábanas, sonrió de inmediato, y levantó la mirada hacia su mujer, ella estaba allí recostada en su cama, aun débil, las empleadas se apresuraban a sacar la lencería sucia, y con la mirada de la nana apresurándolas, le dejaron solos.
- Es un niño.- Dijo Andrés.
- Si, nuestro niño.- Ella sonrió, las ojeras en su rostro y lo revuelto de su cabello le decían lo difícil que había sido, y él no había estado presente.
- Siento no haber estado aquí, pensé que podía ubicar con rapidez al médico pero ha salido fuera del pueblo, y ni si quiera el viejo amigo de tu padre que se supone estaría por estos día aquí estaba.
- Shhh, no importa, ahora estás aquí.- Ella tocó su mejilla, él la besó.
- Como le llamaremos?, todos estos meses has estado tan indecisa.
- Se llamará Rodrigo Andrés.
- Me gusta…- quedó pensativo.
- ¿te pasa algo?.
- Realmente hubiera deseado que Max estuviera aquí.
- Lo sé...- Ana Paula no sabía que decirle, ella estaba tan preocupada por su cuñado como él.
- Esta incertidumbre se ha vuelto un caos.
- Desde que recibiste esa carta no tienes paz.
- Puede estar muerto, en la carta decía que estaba herido, nunca obtuve respuesta.
- Se puso bien, ese es el único pensamiento que debemos abrigar.
- Eso deseo, gracias a Dios no le dije nada a tu hermana, solo la hubiera perturbado más.- suspiró.- perdona por arruinar este momento de felicidad.
- No lo has arruinado.- Ella depositó sus labios en los de él.
Ambos permanecieron allí en silencio, observando al primero de toda una estirpe, soñando con que Max estuviera pronto de vuelta.
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En la ciudad las cosas no habían cambiado demasiado, Ana Lucía seguía llevando a cuestas su pesado luto, aun cuando su propia tía conservadora hasta los tuétanos le había pedido que lo abandonara.
La chica se sentaba cada tarde en su viejo columpio, ya no le apetecía pintar nada, los primeros días de su llegada intentó hacerlo, pero no había tonos tan grises que pudieran representar con verdadero ahínco cuanto dolor deseaba expresar. Repetidas veces se negó ante las peticiones de su anciano vecino de tocar su piano, y casi siempre lloraba en silencio con solo recordar.
Una tarde como muchas tantas se sentó en el columpio del jardín a leer la carta que le enviaba Ana Leticia, donde le informaba que Máximo había crecido mucho, que comía casi tanto como respiraba, que había decidido mudarse temporalmente a la casa de su padre, porque la soledad y la zozobra de no saber de Max la volvían loca. Le contó también que Rodrigo como siempre llevaba los fines de semana a su familia a visitarlos, y que las niñas querían siempre cargarlo, así mismo celebraron el cumpleaños de Constanza, a la par del nacimiento de Rodrigo Andrés, el bebé de Ana Paula, que había nacido a unas horas del cumpleaños de su prima.
Una sonrisa melancólica y fugaz se dibujó en su rostro, perdida en sus pensamientos se vio interrumpida por una presencia, al subir la mirada no podía creer lo que miraba, allí frente a ella estaba Cristopher, sin permitirse analizar lo que ocurría, como o cuando había llegado corrió hacia él y hundió su rostro en el pecho del caballero, sus sollozos eran casi escandalosos, no podía detenerse, sentir a Cris cerca era lo más cercano al alivio, a un bálsamo para su dolor, si antes no había expulsado todo lo que sentía tras la muerte de su prometido, Cris había logrado sacarlo.
Permanecieron abrazados sin hacer preguntas largo rato mientras la penetrante mirada de Saioa Taylor les observaba desde la habitación del chico en la casa contigua.
- Cuando has llegado?.- Inquirió Ana Lucía sentándose de nuevo en el columpio mientras Cris se sentaba como siempre sobre la grama.
- Hace unos minutos a penas, he venido por la salud del abuelo, estuvo enfermo hace meses atrás con resfriado, tu tía me había escrito, pero he estado tan ocupado que para cuando leí las cartas ya había mejorado, sin embargo decidí venir.- Cris sabía lo ocurrido con su amiga y secretamente esa era la mayor razón para volver.
- Si algo me había dicho mi tía, pero tu abuelo es un roble, está como si nada.- Ana Lucía respondía sin ánimos, de nuevo estaba sumergida en su depresión.
- Si…-Cris se sentía dolido, en todo este tiempo no había recibido una sola carta suya, lo que sabía era gracias a la tía de la joven, ahora verla así tan desdichada con aquel semblante oscuro lo tenía atormentado, tomó su mano.- Oye, sé lo que ocurrió, lo siento.
- Si, fue hace unos meses, yo lo siento más.- Lo miró con tristeza.
- ¿por qué no me escribiste?, hubiera venido de inmediato, lo poco que supe de ti fue a través del abuelo o tu tía.- Indagó.
- Ahora mismo no sé qué decirte, muchas veces quise hacerlo, me hacía falta correr a contarte las cosas que vivía, pero no lo sé, simplemente no lo hice.- Contestó sincera.
- Bueno supongo que eso ya no importa, ahora estoy aquí.- Él le sonrió.
- Pero te irás, tu abuelo dijo que estabas comprometido cierto?.
- Sí, mi prometida ha venido conmigo, en un mes o dos estaré de vuelta en New York, pero iré solo a poner en orden todo, quiero casarme aquí, y venir a atender los negocios del abuelo.
- Vaya…- Dijo sin ánimo.
- ¿Qué?.- Preguntó el chico frente a ella que ya desde su perspectiva no era más un chico.
- Nada es solo que es como si estuviera escuchando hablar a otra persona, no eres ni la cuarta parte del joven soñador que se fue hace meses.- Respondió con cierta melancolía.
- Sé lo que piensas al respecto, pero he aprendido a crear un balance, también practico mi música al menos una vez por semana, sucede que en la fábrica conocí a un buen hombre, Fausto, él me presentó a un amigo suyo dueño de un restaurant, así que toco el piano para su clientela totalmente gratis de vez en cuando.
- Eso me hace muy feliz.- Un atisbo de la chica que había conocido antes brilló por unos segundos en la joven.- siento haber sido demasiado dura contigo, al final tenías razón, al final solo se trataba de crecer, y supongo que necesitabas irte para encontrarte a ti mismo.
- No hay nada que perdonar.
- Si… si lo hay, necesitamos aceptarnos como somos, o jamás seremos libres… y yo fui una tonta queriendo obligarte a aceptarte cuando yo misma no me aceptaba- Dijo recordando por un segundo a Augusto.
- ¿A qué te refieres?.
- Nada tonterías, solo perdóname.- Lo abrazó.
Los días pasaron, Ana Lucía conoció a Saioa y sorprendentemente se llevaron muy bien, sin embargo el corazón de Cris era un enorme saco de enredos. En esto y más pensaba en la terraza de su casa.
- Conozco esa mirada perdida muchacho.- Dijo el abuelo tomando una calada de su pipa.
- No sé a qué te refieres abuelo.- contestó el chico.
- Vamos muchacho no seas majadero y cuéntale al abuelo lo que pasa.- el anciano caminó con su bastón hasta una de las sillas de la terraza para situarse frente al joven.
- ¿Cuenta decirte que ni yo mismo se lo que sucede?.
- Bueno yo te diré lo que pasa.- tomó otra calada de su pipa tosiendo un poco.- pasa endemoniado muchacho que has regresado con una hermosa jovencita del brazo y al llegar a casa te has vuelto a enamorar de la otra guapa jovencita que te fuiste queriendo.
- Cielos abuelo baja la voz.- Reprendió el joven nervioso.
- ¿Por qué rayos?, esta es mi casa, y además tu prometida hace horas que se marchó a comprar algo para la cena.- Dio otra fumada.- pero claro eso tu no lo sabes porque te la has pasado mirando como idiota por la terraza a ver si tu rubia vecina sale a su jardín para ir allá con alguna excusa tonta, o me equivoco?.
- Mierda, sí que me conoces.- suspiró.
- Más que a la sensación del tabaco en mis pulmones muchacho, y si quieres un consejo que no has pedido te diré que debes entender algo: en primer lugar tu guapa vecina está de luto, y uno muy serio, algo dentro de esa chiquilla se ha roto, ella de verdad amó a su prometido, lo ama… ama su recuerdo, y eso muchacho es más difícil de borrar que cualquier cosa, porque ¿Cómo diablos compites con la memoria de un muerto?, un vivo puede equivocarse… puede darte una jodida oportunidad pero si ya no está en este mundo amigo mío es casi imposible luchar contra eso.- sacó algo de tabaco de su bolsillo y recargó su pipa en un santiamén.- por lo tanto si decides quedarte a luchar por ella debes saber que la lucha no será contra ese muchacho que ya no está, la jugada es más ruda porque deberás ser muy paciente, esperar que ella misma decida olvidarlo y tu tendrás que abrirte camino de nuevo en su vida… tú fuiste su ilusión de juventud, ahora tendrías que convertirte en el hombre de su vida.- el anciano hizo una pausa.
- Y lo segundo?.
- Ah claro se me había olvidado… lo segundo es que esta hermosa chica con la que has llegado es realmente candente muchacho.- sonrió.
- Abuelo.- le reprendió.
- Si… si bueno… el punto es que evidentemente la chica te ha gustado, y cómo no?, pero no sé si eso sea suficiente Cristopher, yo no veo en tu mirada eso que veo cuando ves a tu vecina, y muchacho cuando hace falta la chispa… hace falta y punto pero…- el anciano guardó silencio de nuevo y harto de esperar Cris inquirió de nuevo.
- Pero?...
- Ah sí… pero mi amigo el General Taylor te atravesará de un disparo si dejas a su hija.
- Gracias abuelo ahora estoy más tranquilo.- Respondió Cris sarcástico.
Ambos permanecieron un rato más en la terraza, uno dormido y el otro pensando mil veces lo mismo, mientras tras la puerta que daba a la terraza Saioa lloraba en silencio luego de escuchar la conversación de ambos caballeros.
A la mañana siguiente una carta de despedida era lo único que había en la habitación de su prometida, en ella no explicaba sus razones pero le pedía perdón por dejarlo, pues no se sentía lista para el matrimonio, le pedía no se preocupara por su padre, pues ella hablaría con él, junto a la carta descansaba el delicado anillo que meses atrás le había dado en medio de una apasionada noche.
¿Estaba mal sentirse feliz por eso?, era como si una pesada carga le hubiera sido quitada de sus hombros, Cris estaba dispuesto a volver a ser parte de la vida de Ana Lucía esta vez para siempre.
Los meses pasaron uno tras otro, la guerra había terminado, el bullicio en las calles era ensordecedor, Ana Lucía reía ahora con un poco más de brillo en sus ojos, pero cualquiera podía notar que aún estaba herida, que sus sentimientos por Gus seguían allí, y que en definitiva Cris era una grata compañía pero al menos por ahora no era un nuevo amor.
A diario daban largas caminatas, el muchacho al menos había logrado que Ana Lucía abandonara en parte su luto, si bien no usaba colores fuertes, al menos no solo utilizaba ese color negro cerrado, le había costado convencerla de dejar suelta su bonita cabellera, y con esfuerzo había escuchado todo, absolutamente todo lo que había vivido con Augusto.
Cris con paciencia escuchó sobre su romance, sobre sus anécdotas, y su evidente amor por la chica que él también amaba. También sirvió para drenar un poco sus vivencias con Saioa, y de cómo le había hecho bien estar lejos de casa, le había contado como había puesto al mando de la empresa a su buen amigo Fausto a través de sus cartas, y también le había explicado cómo había tomado el mando de las empresas de su abuelo en la capital.
Una que otra tarde el chico tocaba el piano del abuelo, en compañía de la bella jovencita y cuando la chica le pidió a él y al anciano caballero que las acompañasen a ella y a su tía a pasar las navidades con su padre ambos aceptaron gustosos.
Para navidad la mansión de las casas era un solo bullicio, Andrés caminaba de un lado a otro con su pequeño hijo en brazos mientras esperaba la respuesta del médico, Ana Paula se había estado sintiendo mal, luego de un desmayo su padre envió por un doctor al pueblo.
En el sillón más grande se encontraban Rodrigo Alonso con Catalina en brazos junto a su esposa charlando animadamente con la tía Margarita, mientras Constanza corría junto a Becky por toda la estancia mientras Marta les reprendía, Marina hacía maromas para no tropezar con los juguetes de las niñas y depositar una bandeja de dulces que traía de la cocina en la mesa de la sala.
En una esquina se hallaban en una intensa locución sobre la guerra el abuelo de Cris y Rodrigo Ernesto, Cris se limitaba a escucharlos.
Ana Lucía se acercó entonces a la ventana donde una tranquila Ana Leticia dormía al pequeño Max.
- Luces cansada.- Dijo la primera.
- Lo estoy, el bebé no me dejó dormir mucho anoche.
- También te ves triste.
- Imposible no estarlo, cada día miro esta misma ventana con la esperanza de que Max cruce esa puerta, lo amo tanto, y lo más doloroso es que jamás se lo dije.- Le dio una sonrisa de boca cerrada a su hermana mientras una lágrima amenazaba por salir, justo en ese momento Lolita se acercó a ellas.
- Señorita Ana Lucía este paquete lo ha dejado esta mañana una joven para usted, lo siento había olvidado por completo entregárselo.
- Gracias Lolita, me disculpan iré a revisarlo, debe ser Irina, mañana se marcha a visitar a Bill a la ciudad, y es tan dramática.- Ana Lucía se retiró.
- Señora, puede darme al bebé, lo recostaré en su habitación.- Agregó Lolita.
- Sí, claro.- Le entregó en brazos al pequeño y preguntó.- ¿El médico sigue revisando a mi hermana?.
- Si señora, o no, allí viene el médico.- Respondió Lolita antes de salir del lugar con el bebé.
Todos en la sala guardaron silencio absoluto, incluso Ana Lucía había postergado la apertura de su paquete para escuchar lo que el hombre diría.
- Y bien doctor?.- Preguntó Andrés entregándole el bebé a Claudia, que al verlo preocupado decidió tomarlo en brazos.
- Si, ella estará bien, ya le he dado las indicaciones pertinentes.
- ¿Pero que tiene doctor?, se ha estado sintiendo mal varios días.- Inquirió Rodrigo Alonso.
- Ella solo ha tenido los malestares propios del embarazo, va a ser padre de nuevo Andrés!.- El doctor no había terminado de hablar cuando Andrés ya había caído como un saco de papas en el suelo del salón, desmayado o no sería padre otra vez.
Para cuando volvió en si el médico se había ido, Ana Paula lo miraba sonriente sentada a su lado en uno de los muebles del salón.
- Bueno señores alcemos las copas, mi hija me dará otro nieto felicidades.- Brindó Rodrigo Ernesto.
Faltaba poco para la cena, y Ana Lucía que había desaparecido momentáneamente había regresado con mejor ánimo. Junto a Cris decidió tocar una alegre canción en el piano, mientras Ana Paula y Andrés bailaban junto al bebé que dormía en los brazos de su padre aun cuando se balanceara con él en todas direcciones. Claudia y Rodrigo Alonso se observaban con amor, mientras sus hijas acababan con todo a su paso, el abuelo de Cris reía plácidamente con su amiga y vecina, mientras Rodrigo Ernesto se acercaba a la ventana donde Ana Leticia observaba nuevamente.
- Cariño mío, ven a bailar con tu padre, vamos amor, despégate de esa ventana.- Suplicó.
- Lo extraño tanto papá.- Ella lo abrazó.
- Lo se cariño… lo sé…
El anciano caballero observó una figura acercarse a la entrada de la casa.
- Rayos, debe ser el nieto de Harold.- Dijo entre dientes.
- ¿De qué hablas papá?.- ella se separó un poco de él.
- De ese muchacho que se acerca a la casa, le he dicho a Harold el de la floristería que le daría trabajo a su nieto, pero le he dicho específicamente que viniera mañana, seguro entendió mal.
Rodrigo se disponía a salir cuando Ana Leticia miró por la ventana.
- No papá… no es el nieto de Harold.- Una sonrisa inundó sus labios.
Quien abrió la puerta con familiaridad no era otro que Máximo, llevaba barba de varios días, su cabello normalmente al rape estaba más largo y revuelto, no llevaba puesto su uniforme si no un pantalón de vestir azul marino, sus zapatos negros como siempre bien lustrados, una camisa blanca y un saco del mismo color de su pantalón.
Ana Leticia corrió de inmediato a su encuentro, sin pensarlo dos veces le dio un beso en los labios, y le susurró al oído “te amo”.

Fin.-

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2019 ⏰

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