-Hola gordo. –se acerco y rozo levemente sus labios con los de él.
-Mayte, ¿Qué haces aquí? –preguntó con nerviosismo.
-Vine a darte una sorpresa –esbozó una sonrisa y entró al departamento.
-No te esperaba. –dijo caminando detrás de ella.
-¿Quién era mi amor? –dijo una mujer saliendo de la habitación con su camisa puesta, media alrededor de 1.70m y era de tez morena, todo lo contrario a María Teresa. –Ah, hola. –saludó a Mayte. –creo que no debí salir ¿verdad? –dijo al ver la cara de Manuel, estaba pálido. Mayte quiso morir, jamás se imaginó encontrar una mujer en el departamento de Manuel y por lo que vio acababan de estar juntos, quería llorar pero se controlo, no iba a mostrar debilidad ante ellos.
-No se preocupen que yo me voy para que sigan disfrutando. –dijo en tono sarcástico forzando una sonrisa.
-Mayte por favor, tenemos que hablar. –la tomó del brazo.
-¡No me toques, tú y yo no tenemos nada que hablar! –Gritó soltándose de Manuel –quería darte una sorpresa pero la sorprendida fui yo. –dijo saliendo del departamento a toda velocidad.
-¡Mayte, espera! –fue lo último que logro escuchar antes de entrar al elevador; el elevador no hizo ninguna parada cosa que May agradeció, se quería ir lo más rápido posible de ahí, salió y se dirigió rápidamente al auto, le dijo al chofer que la llevara de vuelta a su casa y se subió.
En el trayecto no hizo más que ver por la ventana con la mirada perdida en el horizonte de la ciudad ¿Cómo pude ser tan estúpida al enamorarme de Manuel sabiendo que él nunca me haría caso? Se preguntaba una y otra vez; Al llegar a la casa se dirigió rápidamente a su habitación y le paso llave a la puerta, quería estar sola y llorar hasta perder el conocimiento.
Por su parte, la Señora Nohemí venía saliendo de su pieza cuando vio a su hija entrar llorando por lo que fue hasta allá a ver qué pasaba.
-Hija, ábreme por favor –dijo tocando la puerta. -¿Qué tienes?
-Nada mamá, quiero estar sola –respondió con voz entrecortada. La Señora Nohemí decidió retirarse del lugar e ir en busca de Isabel, quizás ella sí podría ayudar a Mayte.
-María Isabel –dijo acercándose.
-¿Qué pasó ma? –preguntó dejando la revista que tenía en sus manos sobre la mesa.
-Tu hermana Mayte acaba de llegar.
-¿Tan rápido? Pensé que tardaría más. –interrumpió.
-Estoy preocupada...
-¿Por? –volvió a interrumpir.
-Déjame hablar ¿sí? –dijo un poco estresada. –Mayte llegó hecha un mar de lágrimas y se encerró en su habitación, intente ir a hablar con ella pero me dijo que quería estar sola –hizo una pequeña pausa y continuo. –Primera vez que veo a tu hermana así y me duele mucho. –culminó con lágrimas en los ojos.
-No te preocupes mamá –dijo tratando de contener las lágrimas que sabía vendrían en cualquier momento. –yo voy a hablar con ella para ver qué pasa.
-Gracias hija mía –Isabel le dio un abrazo a su madre y fue a ver qué podía hacer por su hermana, entró a la casa y subió las escaleras, caminó a la habitación e intentó abrir la puerta pero ésta tenía llave.
-Hermana, soy yo ábreme – dijo tocando la puerta que en ese momento se abrió, Mayte tenía los ojos hinchados y el rostro bañado en lágrimas, al ver a Isabel sólo la abrazó y terminó por derrumbarse delante de los ojos de su hermana. Isabel por su parte entró a la habitación y cerró la puerta tras de sí para así poder tener más privacidad. La abrazó fuertemente y terminó llorando junto a ella. Luego de un rato ya Mayte se encontraba un poco más calmada y decidió contarle a su hermana lo que le pasaba.