Manuel despertó al no sentir el cuerpo de Mayte a su lado, se levanto y su fue en busca de su amada. Cuando se acercó al balcón, la vio, estaba ahí parada, con su camisa puesta y la mirada perdida en el horizonte.
-¿Qué haces despierta? –preguntó abrazándola por la espalda depositando un beso en su cuello.
-Es un precioso amanecer, ¿no crees? –respondió posando su cabeza en el pecho de Manuel y cerró los ojos. –El sonido de las olas chocando contra las rocas son la melodía perfecta. –sonrió sin abrir los ojos.
-¿Quieres bailar? –dijo acercándola más hacia él. Mayte se volteo quedando frente a frente.
-¿Parados o acostados? –cuestionó con una mirada sugestiva.
-Que el ritmo nos guie. –respondió colocando sus manos en la cintura de ella y la pego a su varonil cuerpo. Los dos, en silencio y con los ojos cerrados comenzaron a mover sus cuerpos lentamente al ritmo de las olas hasta llegar a la cama donde se olvidaron del mundo que los rodeaba, en ese momento solo eran ellos y su amor.
Rato después Mayte y Manuel se encontraban tumbados en la cama abrazados y tapados únicamente por una sábana blanca.
-Cielo, ¿cómo le hiciste para sacar esa maleta de mi casa? –preguntó haciendo círculos con su dedo índice por todo el pecho de Manuel.
-Isa me prestó la copia de las llaves que tú le diste, las fui a buscar a su casa cuando ustedes estaban comprando el vestido.
-Entiendo, ¿y qué hubieses hecho si yo no acepto venir?
-No lo harías. –respondió serenamente.
-¿Cómo estás tan seguro de eso? –lo miró fijamente.
-Jamás te podrías resistir a los encantos de este galán. –dijo haciendo muecas.
-Qué pesado. –rió junto a Manuel.
-Oye, ¿no tienes hambre?
-¿Tú no te cansas?
-No me refiero a ese tipo de hambre, mal pensada. –respondió con simpatía.
-Ah, pues sí, si tengo hambre. –sonrió. Manuel se levantó y la tomó en brazos. -¿Qué haces?
-Nos vamos a bañar. –respondió entrando a la ducha.
-Jamás dije que me quisiera bañar contigo.
-No importa, igual lo harás. -abrió el grifo dejando que el agua mojase cada centímetro de sus cuerpos desnudos. Mayte enjabonó el pecho y la espalda de Manuel, mientras él tomó un poco de champú y lavo con delicadeza la rubia cabellera de ella, halándola de vez en cuando hacía él para depositar un beso en sus labios.
Entre besos, caricias y juegos terminaron de bañarse, y casi una hora y media después, se encontraban en una de las mesas que estaban cerca de la alberca del hotel desayunando.
“¿Qué esos no son Mijares y Mayte Lascurain?.. Está más chaparra en persona... Se ven muy bien juntos, ¿Serán pareja?.. Ella es hermosa... Él está como quiere... Vamos a pedirle una foto...” –comentaban un grupo de chavas en bikini que pasaban en frente de ellos.
-Manuel Mijares y Mayte Lascurain, no lo puedo creer. –dijo emocionada una de las chavas acercándose a la mesa. -¿Me regalarías una foto? –preguntó mirando a Manuel. Él miro a Mayte y ella le sonrió diciéndole “ni modo” con la mirada.
-Claro. –respondió y se levanto de la mesa.
En ese momento las demás chavas que se habían quedado un poco apartadas se acercaron. Mayte veía la escena con un poco de desdén, todas le coqueteaban descaradamente y él no hacía nada por quitárselas de encima rápido.
-No bueno, casi te arrancan la ropa. –dijo cuando Manuel volvió a su asiento.
-¿Estás celosa? –preguntó divertido.
-¿Yo? Para nada. –desvió la mirada hacia un lado. Manuel río.
-Ah pues, si no estás celosa entonces ¿no te molesta que vaya a cenar esta noche con ellas, verdad? –cuestiono aguantando la risa.
-¿Qué? –respondió mirándolo seriamente.
-Lo que escuchaste. –tomó un poco de jugo. Sin decir más, Mayte se levantó de su asiento, tomó sus cosas y se fue. Manuel al ver su reacción, también se levantó y fue tras ella. -¿Estas molesta? –pregunto abrazándola por detrás.
-¿No es evidente? –respondió soltándose.
-Ven. –la halo tomándola de la mano. –vamos a caminar un rato.
-No quiero, Manuel.
-Vamos. –volvió a decir.
-Te dije que no. –repitió.
-Perfecto. –dijo tomándola en brazos para ponerla en sus hombros.
-Manuel, ¿qué haces? Todos nos están viendo, bájame. –dijo golpeando la espalda de Manuel con sus manos, pero él hizo caso omiso y prosiguió su camino hasta llegar a la playa donde la bajo. -¿Estás loco?
-Por ti. –sonrió robándole un beso. -¿Sigues molesta?
-Mucho. –Manuel la tomo de la mano y comenzó a caminar por la arena.
-¿De verdad piensas que me voy a ir a cenar con esas mujeres y te voy a dejar sola? –se detuvo poniéndola frete a él. -Pues déjeme decirle que está muy equivocada señora Mijares. –dijo mirándola a los ojos. Ese “señora Mijares” hizo que el corazón de Mayte diera un vuelco, sintió una mezcla de emociones. –No tienes por qué molestarte y mucho menos ponerte celosa.
-Entonces, ¿por qué me provocas?
-Quería jugar un rato. - se encogió de hombros.
-Entiendo. –se acercó peligrosamente a los labios de Manuel y cuando estuvo a punto de besarlo se separo bruscamente, y se echó a correr riendo.
Manuel también corrió hasta alcanzarla, se besaron, rieron, se abrazaron, y hasta terminaron metidos en el mar con todo y ropa. Parecían adolescentes.
En la noche.
-¿Estas lista? –preguntó Manuel entrando a la habitación.
-Sí, cielo. –respondió echando un último vistazo al espejo.
-Estás preciosa. –la abrazo por la espalda.
-Gracias, tu también estas muy guapo gordito. –dijo volteándose para besarlo.
-¿Vamos? –Mayte asintió y Manuel la tomó de la mano para salir de la habitación.
Bajaron al lobby, salieron del hotel y caminaron algunos minutos por la arena hasta llegar a un camino iluminado por antorchas, varios metros más allá había una mesa puesta para dos adornada perfectamente para la ocasión y una suave melodía se dejaba escuchar de fondo. Era un ambiente muy romántico.
-Gordito. –se volteo para mirarlo tiernamente.
-Ven. –sonrió. La tomo de la mano y se acercaron a la mesa. Él la ayudo a sentarse para luego irse a su lugar; cuando estuvieron sentados, Manuel levantó su brazo haciendo una seña y en seguida apareció un joven con dos platos. –Esto lo mande a preparar especialmente para esta noche. –le acaricio el dorso de la mano con su pulgar. Mayte sonrió.
El joven dejo cada plato en su lugar, sirvió las copas y se retiró.
Durante la cena, establecieron una conversación muy amena, recordaron el pasado, contaron anécdotas divertidas, etc. Mientras todo eso sucedía, Mayte decidió jugar un poco y comenzó a rozar suavemente su pie por la pierna de Manuel.
-Quiero brindar por ti, por nosotros. –levanto la copa mirándola fijamente.
-Por nuestro amor. –agregó.
Mayte se llevo la copa a los labios y él no dejaba de verla.