Mayte despertó un poco más tarde de lo normal, hizo su rutina mañanera y como no tenía ánimos de salir decidió llamar a Isabel para informarle que no iría a su casa.
-Buenos días, gorda.
-Chi, te estamos esperando.
-Isa, por eso te llamaba. –dijo. –No voy a ir.
-¿Por? –preguntó algo molesta.
-No tengo ganas de salir, hermana. Le das un besote a Joss, te quiero. Adiós. –dijo y colgó dejando a Isabel con la palabra en la boca. En ese momento tocaron el timbre.
-Buenos días, preciosa. –dijo con una sonrisa cuando Mayte abrió la puerta.
-Buenos días, precioso. -sonrió.
-No te pregunto cómo estas porque me lo puedo imaginar, pero tienes mejor semblante y eso me agrada. –le beso la mejilla.
-¿Qué te trae por aquí a esta hora? –preguntó yendo a la sala.
-Anoche cuando me fui estuve pensando mucho, y pues, te traje esto. –dijo entregándole una bolsa de papel.
-¿Qué es esto, David? –preguntó mirándolo confundida.
-Ábrelo. –hizo un gesto con sus manos.
Mayte introdujo su mano derecha en el interior de aquella bolsa de papel y sacó una cajita alargada.
-David Manrique, ¿tú estás loco, verdad? –dijo al ver aquello.
-No, no estoy loco. Es mejor salir de dudas. –la miró fijamente. -¿Subes o te cargo?
-Está bien, me voy a hacer la dichosa prueba porque te conozco y sé que me vas a fastidiar, y es lo menos que necesito ahorita. –dijo comenzado a subir las escaleras.
Pasaron cinco minutos y Mayte todavía no salía del baño.
-Preciosa, me estoy desesperando ¿puedes salir ya? –preguntó con la mirada fija en la puerta del baño que en ese momento se abrió. -¿Qué dice?
-No sé. –se encogió de hombros.
-¿Cómo que no sabes? Dos rayitas sí, una no.
-David, no soy una niña. –replicó.
-¿Entonces? –dijo mirando la cajita.
-No voy a sacar la prueba de ahí, ni lo sueñes.
-Vamos Mayte, si me tomé la tarea de comprar y traer la prueba es porque quiero que salgas de dudas.
-Jamás te la pedí.
-A ver, no te molestes pero ábrelo. –dijo casi suplicando.
-Está bien. –Mayte comenzó a abrir la cajita, pero en ese instante comenzó a sonar su móvil por lo que metió la cajita en un cajón de su mesita de noche.
-¿Qué haces? Mayte, puedes devolver la llamada luego. –Mayte hizo caso omiso a las palabras de David y fue por su móvil.
-¿Bueno? –dijo atendiendo la llamada. –Sí, soy yo... No, no puede ser deben estar equivocados. -una lágrima rodó por su mejilla. –No, él no. –colgó la llamada y fue por su bolsa.
-May, ¿qué pasa? –preguntó preocupado.
-Manuel tuvo un accidente y se está muriendo. –dijo hecha un mar de lágrimas saliendo a toda velocidad.
-May espera, yo te llevo. -salió detrás de ella.
David condujo lo más rápido que pudo.
Llegaron al hospital donde habían ingresado a Manuel horas antes; Mayte bajó del coche sin dejar que David terminase de aparcarlo y corrió hacia el interior del hospital.
-Señorita, ¿sabe usted donde tienen al señor Manuel Mijares? -pregunto a la primer enfermera con la que se cruzo.
-Sí señora, ¿es usted pariente del paciente?
-Soy su esposa, ¿cómo está él? -dijo y una lágrima corrió por su mejilla.
-Venga, acompáñeme. -dijo comenzando a caminar. -En estos momentos debe estar el Dr. Riquelme con él, por favor quédese aquí en un momento le informaremos sobre el estado de salud de su esposo. -dijo dejándola en la sala de espera.
Mayte se sentó en uno de los sillones y comenzó a llorar, esto no podía estar pasando.
-Preciosa, ¿te dijeron algo? -pregunta David llegando a su lado.
-No, una enfermera me trajo hasta aquí y me dijo que esperara. -los sollozos cada vez eran más fuertes. -David está incertidumbre de no saber cómo está Manuel, me está matando. Si le llega a pasar algo no me lo voy a perdonar nunca.
-Ya preciosa, todo va a estar bien. -la abrazo.
-Familiares de señor Manuel Mijares. -dijo un hombre alto llegando a la sala de espera.
-Yo, yo soy su esposa. -se levantó.
-¿Mayte? Qué gusto verte. -sonrió.
-Ricardo me alegra verte y saber que tú estás atendiendo a Manuel ¿cómo esta él? -sintió un profundo dolor en el pecho, temía la respuesta.
-May, no te voy a mentir. Manuel está muy grave, estamos intentando estabilizarlo pero me temo que es muy difícil que se salve.
-No puedes estar hablando en serio Ricardo, eso no puede ser, Manuel no se puede morir ¿verdad que no? Dímelo. -dijo golpeando el pecho de Ricardo. David la sujetó contra él.
-Ya preciosa por favor, no te puedes poner así. -trataba de calmarla.
-¿Cómo quieres que no me ponga así? Esto es mi culpa, yo soy la única culpable de que Manuel esté al borde de la muerte David ¿no entiendes? -grito sin poder controlar el llanto. Las horas pasaban y no tenían noticias de Manuel, en el hospital se encontraban Isabel quien fue a acompañar a su hermana, José Luis el hermano de Manuel, David y para el asombro de todos también acababa de llegar Lucero.
-Buenas, acabo de llegar a México y me informaron de lo que pasó ¿cómo está? -dijo.
-Lo tienen en terapia intensiva. -respondió Mayte con la voz apagada.
-No te preocupes, Manuel va a estar bien él es un hombre muy fuerte.
-Gracias. -susurró con la mirada perdida.