Todos se habían ido menos David quien había insistido en quedarse junto a Mayte, no quería que se quedara sola. Se despertó y la observo, aún estaba dormida; él fue a lavarse la cara y luego a la cafetería por algo para Mayte.
Cuando volvió ella estaba despierta.
-Preciosa, te traje algo de comer. -dijo sentándose al lado de ella.
-Gracias pero no tengo hambre. -respondió. -Pensé que ya te habías ido.
-¿Y dejarte aquí? No.
-No tienes porque hacerlo.
-Mira te voy a decir la verdad, te quiero muchísimo, te has vuelto muy importante en mi vida...
-David, yo... -dijo interrumpiendo pero él la callo colocando su dedo índice sobre los labios de ella.
-Sí, tú estás perdidamente enamorada de Manuel yo sé. -sonrió. -Y si piensas que lo que te voy a decir es que estoy enamorado de ti, no es así. -le acomodó un mechón de cabello. -No te lo voy a negar, la primera vez que te vi me encantaste, pero luego me di cuenta que alguien más ocupaba tus pensamientos y yo no puedo hacer nada contra eso. Te considero una muy buena amiga, y si estoy aquí es por eso y porque de una u otra forma, soy culpable de lo que sucedió.
-No, tú no tienes la culpa.
-Sí, si la tengo y aquí me voy a quedar para asegurarme de que Manuel se recupere y aclarar algunas cosas, no quiero que piense algo que no es.
-Gracias. -lo abrazó y cerró los ojos fuerte.
-Señora, ¿es la esposa del paciente Mijares? -dijo una enfermera acercándose.
-Sí, ¿pasó algo? -dijo con miedo a la respuesta.
-El Dr. Riquelme quiere hablar con usted, sígame por favor.
-Espero que sean buenas noticias. -le dijo David a Mayte, ella le apretó la mano y se levantó para seguir a la enfermera.
Por su cabeza pasaban mil cosas, se estaba imaginando lo peor. Sintió las lágrimas a punto de caer, parpadeó varias veces y entró al consultorio de Ricardo.
-Mayte, siéntate por favor. -hizo un gesto con su mano.
-¿Qué pasa, Ricardo?
-Me temo que esta es la parte más difícil de mi profesión. -dijo con la voz seca. -Manuel acaba de fallecer.
-No, Manuel no. -dijo comenzando a llorar desesperada.
-Preciosa, ¿qué pasa? -David la movió un poco para lograr despertarla.
-Fue horrible, David. -se aferró a él.
-Ya pasó, tranquila. -le acaricio el cabello.
-Buenas noches. -Ricardo frunció el ceño al ver a Mayte entre los brazos de David.
-Buenas noches, doctor ¿alguna novedad? -respondió David.
-Mayte, necesito hablar contigo.
-¿Pasa algo? -dijo en un hilo de voz.
-Nada malo, acompáñame. -le extendió la mano para ayudarla a levantarse. Caminaron algunos metros.
-¿Cómo está Manuel? -su mirada era triste.
-Un poco mejor. -le sonrió. -Creo que deberías irte a tu casa, te ves cansada.
-No Ricardo, yo no me muevo de aquí hasta que Manuel este fuera de peligro y se pueda ir conmigo.
-Me sorprendió mucho saber que eras su esposa. Pensé que con Fernando lo habías logrado olvidar.
-Jamás lo olvidé, nunca dejé de amarlo pero no estamos casados. -forzó una sonrisa. -Vivimos juntos desde hace varios meses y ahora él está aquí por mi culpa. -bajó la mirada y una lágrima recorrió su mejilla.
-¿Por qué lo dices? -curioseó.
-Una larga historia. -limpio rápidamente sus lágrimas. -¿Crees que pueda verlo un momento?
-Sí, siempre y cuando me prometas que te vas a descansar y vuelves mañana.
-Está bien, gracias. -Mayte abrazó a Ricardo y luego caminaron hasta un lugar donde le entregaron lo necesario para que ella pudiese entrar a ver a Manuel.
-Tienes diez minutos, bonita. -dijo Ricardo y se fue.
Mayte entro a la habitación. Manuel estaba acostado en aquella cama conectado a todas esas máquinas, ella sintió un nudo en la garganta. Se acercó lentamente.
-Gordito. -su voz era suave, casi inaudible. -No sabes cómo me duele verte así. -le tomó la mano. -Perdóname, yo soy la que debería estar ahí en esa cama y no tú, tienes que luchar por tu vida recuerda que tienes dos hijos maravillosos que esperan por ti. -sus lágrimas cayeron. -Mi amor, te amo más allá de cualquier cosa, no te pienso perder nuevamente y menos ahora que sí estamos juntos de verdad. -sonrió y se acercó para darle un beso suave. -Ya me tengo que ir pero mañana vuelvo, te amo.
-Yo también te amo, Maytecita. -susurró cuando la puerta se cerró.
Mayte salió y fue directo a la sala de espera donde estaba David.
-¿Viste a Manuel? -preguntó al ver a Mayte.
-Sí, precioso. ¿Me llevas a mi casa?
-Claro que sí, pero dime ¿cómo está?
-Lo tienen conectado a todas esas máquinas horribles, pero Ricardo me dijo que ya se encontraba mejor. -respondió caminando al lado de David.
-Por cierto, sobre ese tal doctorcito. -hizo un gesto de desagrado. -No me gusta la forma en que te mira, es como si le gustaras.
-David, por favor. -puso los ojos en blanco.
-No te confundas, no es una escena de celos ya quisieras. -bromeó. -Pero no creo que a Manuel le gustaría enterarse que el médico que lo atendió mientras estaba ahí tirado en esa cama al borde de la muerte, tiene los ojos puestos en su mujer.
-No seas payaso David, no estoy para bromas. -respondió.