Al finalizar el concierto, las chicas se dirigieron al camerino y al abrir la puerta se toparon con un enorme ramo de rosas.
-Miren qué precioso. -dijo Fernanda entrando al camerino seguida de Isabel y Mayte.
-Seguro te las dejó Manuel, chi. -Isabel se acercó en busca de la tarjeta. -Sí, mira, aquí dice que son para ti. -le paso la tarjeta y Mayte la leyó mientras sonreía.
-¿Y? ¿Qué dice? -preguntó Fer con curiosidad.
-“Sin duda alguna, estas rosas no se comparan la belleza de tu ser. Tu piel bajo mis dedos es el paraíso donde me quiero perder.” -Mayte sonrió con las mejillas rosadas.
-Pero mira nada más qué romántico nos salió Manuelito. -dijo Fer al momento que alguien tocaba la puerta. -Adelante.
-Con permiso. -dijo Manuel abriendo la puerta. -Felicidades niñas, el concierto estuvo excelente. -abrazó y besó a Isabel y Fernanda quienes en seguida salieron dejando a Mayte y Manuel solos.
-Gordito, muchísimas gracias por las rosas están hermosas. -se acercó y lo besó.
-¿Qué rosas? -preguntó confundido.
-¿Como que qué rosas? Esas. -respondió señalando el arreglo. -La tarjeta también esta preciosa. -sonrió.
-Disculpa Mayte, pero yo no fui quien trajo eso.
-¿Cómo? Si no fuiste tú, entonces ¿quién?
-No sé, quizá algún fan. -se encogió de hombros como restándole importancia.
-Pero la tarjeta... Yo pensé... -Mayte no entendía nada.
-¿Qué dice?
-Toma. -Mayte le pasó la tarjeta y al leerla Manuel se tensó por completo.
-Mira nada más. -dijo seriamente, lleno de celos.
-Gordito, no te pongas así. -posó su mano izquierda en la mejilla de Manuel.
-Claro, que no me ponga así cuando el tipo ese que sabe Dios quien sea te envía flores y aparte con semejante tarjeta. -le apartó la mano bruscamente. -Ah, y ni creas que no me di cuenta de cómo el niño este, el tecladista te coqueteó durante todo el concierto y tú encantada. -dijo gritando.
-¿Qué insinúas? -preguntó alterada.
-No insinúo nada Mayte, solo digo lo que vi.
-Perfecto, entonces sí me coqueteó y yo estoy tan encantada con él que acepte las rosas y la invitación a cenar que me hizo al bajarnos del escenario. -respondió con soberbia. Ciertamente Mayte no sabía de quien eran las rosas y mucho menos existía tal invitación a cenar, solo lo invento por rabia.
-Claro, entonces ya tenias pensado dejarme plantado. -Manuel estaba que ni el sol lo calentaba. -Ok, me voy para que se pueda arreglar y se vaya con su enamorado, y al diablo lo que yo te preparé. -dijo dando un portazo al salir del camerino.
-Eres un imbécil Manuel Mijares. -gritó cuando la puerta se cerró.
Isabel se encontraba con Fer, Alejandra y algunas personas más cuando vio a Manuel saliendo del camerino completamente rojo y con los puños apretados.
-Gordo, ¿Qué pasó, por qué estas así? –preguntó acercándose rápidamente.
-Isabel, discúlpame pero no quiero hablar si quieres ve y pregúntale a tu hermana. Adiós. –respondió yéndose como alma que lleva el diablo. Isabel tomó rumbo hacia el camerino.
-Chi, ¿Qué pasó con Manuel? –preguntó abriendo la puerta del camerino, al entrar se encontró con Mayte sentada frente al arreglo floral con la mirada triste y se acercó.
-Ay, gorda. –susurró levantándose para abrazar a su hermana haciendo su mayor esfuerzo para no llorar. –Manuel y yo nos peleamos. –se separó.
-¿Por qué? Si ustedes estaban bien. –preguntó desconcertada.
-Es que él no fue quien me envió las flores, y cuando leyó lo que decía la tarjeta se molestó. –hizo una pausa de unos diez segundos. –También me dijo que vio a uno de los músicos coqueteándome todo el concierto, que yo estaba encantada y le dije que sí, que hasta le había aceptado las flores y una invitación a cenar.
-¿Cómo? Entonces fue uno de nuestros músicos el que te envió las flores ¡y hasta van a cenar! –dijo con los ojos bien abiertos.
-Ay, claro que no Isabel por Dios, NO sé quien envió las flores y mucho menos voy a cenar con uno de nuestros músicos. –respondió abrumada.
-Entonces, ¿por qué le dijiste eso a Manuel?
-Estaba molesta, y ya sabes. –se encogió de hombros y empezó a recoger sus cosas.
-¿Te vas?
-Ni modo que me quede a dormir aquí. –dijo sarcásticamente.
-¿Por qué no vienes a cenar con nosotros y te quedas a dormir en mi casa?
-No Isabel gracias, pero estoy cansada y prefiero estar sola. –respondió terminando de recoger sus cosas saliendo del camerino junto a Isabel hacia donde se encontraban los demás para despedirse.
-Hermana, me avisas cuando llegues a tu casa.
-Sí, gorda. –respondió terminando de despedirse de todos los presentes para luego retirarse del lugar.