VIII

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Debería disculparme por mis faltas de congruencia y linealidad, pero no puedo prever ni evitar algo que, en cuestiones de la memoria, es tan natural como lo es respirar para todos

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Debería disculparme por mis faltas de congruencia y linealidad, pero no puedo prever ni evitar algo que, en cuestiones de la memoria, es tan natural como lo es respirar para todos.

Los recuerdos jamás vendrán de maneras lineales o consecutivas. Jamás vendrán de visita en el mejor de los momentos y, en todo caso, jamás lo harán del todo completos, aunque así yazcan en lo más profundo del inconsciente.

La memoria tiene personalidad y carácter, tal cual nosotros mismos, pero diferente.

Se suceden, una a una, las voces de todos los involucrados en lo que sea que se haya devenido en el camino y, a partir de aquello, mostrará una de sus infinitas caras, una de sus insolutas voces, aunque nos suene exactamente igual siempre, en cada momento, en cada lugar, en cada tro-piezo y experiencia mal vivida y superada.

Porque así funciona.

Porque así decide ser.

Porque así dejamos que fuese, desde el principio de los tiempos, al dejarnos llevar por la tan mocosa e infantil idea de alabar a los dioses.

Dioses que solo fueron desapareciendo y, ensimismados en la idea de no aferrarnos a la nada, los fuimos reempla-zando con otros nuevos, modernizando sus rostros, sus ropas, sus nombres y demás.

Cuán idiota puede llegar a volverse el hombre si se lo propone como meta a lograr. Casi tan idiota como lo podemos ser aquellos que recordamos como recordamos y, entre vidas pasadas y presentes, se nos advierte un abismo al que solo sabemos caer con los ojos cerrados, los brazos abiertos y las pieles desnudas.

En la antigüedad le llamaron Infra-mundo. Los cristianos lo llaman Infierno. Yo apenas y puedo llamarlo Destino, de vez en cuando.

Porque hay cosas que yacen desperdigadas por la eternidad, así como el polvo, y de vez en cuando los pasos que damos a ciegas por la vida nos llevan hasta ellos para revivirlos nuevamente, para estudiarnos por un momento y, así, dar pausa a las cosas que no se han terminado de pensar.

Nos permite entonces echar un vistazo sendero abajo y volver a vislumbrar el tramo recorrido, pero con nuevos ojos.

Entonces recupero la fotografía junto a la misteriosa cajita y, haciendo intentos por recordar algo que no recuerdo del todo, requiso mi baúl personal de fotos y recuerdos.

−¿Por qué tardaste tanto?

−Me quedé profundamente dormido.

−Y eso que fue tu idea venir a esta hora.

Lo sé. Sé que había sido idea mía y no me lo habría perdonado a mí mismo si no hubiese llegado a tiempo como lo había prometido.

Su réplica fue bastante sin sentido: sé que había acampado desde altas horas de la noche y que, inclusive, no había si-quiera pedido permiso para ello. Yo tam-poco.

Nunca le pedí permiso a Marshall para nada de lo que quisiese hacer en cualquier momento. Simplemente lo llevaba a cabo sin siquiera importarme si se preocupaba o si se disgustaba por ello.

Para mí su opinión o permiso no existían siquiera cuando Luca estaba de por medio.

De alguna manera que todavía, a pesar de los años, no logro comprender es el cómo le hizo para armar por sí solo aquella complicada tienda de campaña. Él solo me sonrió una y otra vez sin responderme mientras leía comics bajo la luz de una linterna.

La luna permaneció allá arriba, pero no tan alta, con sus plateados halos reflejados en las calmadas aguas de nuestro siempre silencioso lago.

Era un ambiente tan absurdamente contrario a su personalidad habitual que, de alguna manera, lo había tornado de la misma manera.

Luca se me pareció entonces a un unicornio. El único de su estirpe que todavía podía deambular ante los hombres sin ser perseguido o codiciado por su rare-za y belleza.

Y me reí de la nada al pensar en aquello mientras lo miraba, sin que lo notara, aprovechándome de la poca claridad de la tienda.

Y me llamó demente por mi ataque de risa. Él, precisamente él, me llamó demente a mí. ¿Cómo culparlo o siquiera negar que su adjetivo fue más que sola-mente preciso y correcto?

Las cosas eran tan sencillas entonces.

−Ahora si enloqueciste enserio, Jacob.

−¿Y por qué lo dices?

−Porque olvidaste las galletas saladas que compramos ayer.

Las galletas saladas. Abro la alacena y ahí están: son las mismas sin ser totalmente las mismas. ¿Cuántos años ya? Suficientes, creo yo, y todavía puedo encontrarlas en el mercado.

Tal parece que he develado el misterio de las galletas saladas y mi tan testarudo afán de comprarlas cada vez que se agotan.

En esta casa soy el único que las consume, soy el único que las disfruta. Tal parece que Luca se las arregló para seguir aquí, en mi vida, entre nosotros, dejando migajas de pan para ser encontrado.

Hansel y Grettel parecen cobrar tanto sentido como ciertas diminutas cosas que forman parte de mi tan habitual vida cotidiana.

Luca se las ha ingeniado para filtrarse en mi consciencia de formas que solo los traumas llegan a hacerlo porque, de maneras imprevistas, empiezo a verlo en varios –muchos de hecho– de los rincones de esta, todavía, desordenada casa.

Tantas son las cajas que he dejado a medias y que, ahora, me pesan tanto terminar de vaciar que, por mucho que lo piense, solo alcanzo a vislumbrar a Luca junto a ellas, como esperándome desde hace muy poco, aun cuando desde hacía años que no había vuelto a pensar en nosotros como lo ha venido provocado este pequeño incidente.

Mientras tanto, él seguía ahí, quisquilloso porque había olvidado sus galletas favoritas en casa. Nunca le dije que fue a propósito. Simplemente me hice el tonto referente a ello, saqué unos cuantos sándwiches y lo embelesé con su sabor.

Solo así se quedó quieto el paliducho pelirrojo que, ni comiendo, dejaba de contar esas historias que solo él podría contarle a nadie.

La madrugada tardó más de lo habitual mientras su voz decoraba el aire con colores y batallas épicas en tierras lejanas. Esa había sido la noche más memorable que nadie jamás podría haber vivido como yo lo hice. Se lo debo a Luca.

 Se lo debo a Luca

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Aquello que fuimos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora