XXXII

55 7 2
                                    

Han pasado tres semanas, las más largas de mi vida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Han pasado tres semanas, las más largas de mi vida. Luca ya no está, se ha ido. Después de aquella noche no lo vi más, no lo escuché más, no discutimos más. Me sentí solo.

Sandra me ha llamado de nuevo y le he dicho que nos veamos, que hablemos, que la hora no importa, que se joda el trabajo. El tiempo ya lo hemos perdido suficiente y es momento de dar un paso en falso, de salir del encierro y dejar de temerle al error.

La voz de Luca, en mi cabeza, insiste que falta alguien, que debo recordar a alguien de quien no tengo la menor idea todavía. Detrás de esa insistencia fantasmal debe haber alguna razón, una lo bastante buena como para darse las molestias de estarse una temporada conmigo.

–¡Debes recordar!

¿Recordar qué? ¿A quién? No tengo idea.

Mientras, solo pienso en Sandra. Pienso en su cabello oscuro al otro lado de la línea telefónica, en su voz deambulando por mis oídos, en su sonrisa que, quizá, vuelva a ser mía. Pienso también en sus caricias, en sus besos, en nuestras aventuras a puerta cerrada.

¿Existen las segundas oportunidades? ¿Las segundas? ¿Las terceras? ¿Acaso un nuevo inicio no es, por defecto, una oportunidad?

–¿Sigues ahí? –pregunta al notar que no respondo; –¿Otra vez te quedaste pensativo?

–Sí, sí... perdona –respondo torpemente, espabilándome; –He vivido un mes algo extraño. Siento que necesito un descanso.

–Entiendo. ¿Eso quiere decir que...?

–No, no, no, Sandra. Claro que no –reacciono; –Es una cita.

Y ríe. Su risa es como la brisa de verano que entra por la ventana a golpe de media tarde. El recuerdo de su llamativa sonrisa, esa que solo sabe llamar la atención de cuanto la ve, me aviva el deseo de tenerla aquí conmigo.

Quisiera haberle dicho "vente ya", pero aun no aprendo a desligarme de mis minúsculos e insípidos temores. Cosas de un Cannister.

–Mira que no iré sola –dijo y me dejó pensando; –Alguien quiere verte desde hace rato.

–¿Sí? Interesante.

–¡Debes recordar! –resuena en mi cabeza de golpe.

Me he quedado sin palabras. Sandra se despide y, con entusiasmo, me asegura estar deseosa de volver a vernos. Admito que yo también, pero no lo divulgo, no lo dejo salir más allá de los rincones de mi pensamiento.

Luego silencio. La llamada ha finalizado y el teléfono me lo notifica con su pitido de muerte.

–¡Debes recordar! –resuena en mi cabeza de nuevo. Luca se ha ido, pero no esa última frase, no sus últimas palabras. ¿Cuáles habrían sido sus verdaderas palabras finales aquella noche? ¿Cuáles habrían sido sus últimos pensamientos? ¿Cuál habría sido la posibilidad de...?

Aquello que fuimos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora