XIV

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Arreglar este desastre estaría del todo bien, estaría totalmente perfecto y sería lo más sano, pero estoy demasiado cansado como para ponerme a carretear cajas para allá y para acá

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Arreglar este desastre estaría del todo bien, estaría totalmente perfecto y sería lo más sano, pero estoy demasiado cansado como para ponerme a carretear cajas para allá y para acá.

Mañana será otro día y, con mayor seguridad, tendré las fuerzas suficientes para lidiar con todo este desastre.

Luca sigue conmigo, a pesar de la hora. Lo he dejado en mi alcoba mientras recorro la oscuridad de tan temprana noche en busca de algo para llevarme a la boca.

Envuelto en los misterios de aquella caja olvidé por completo mi sentido de hambre.

La mente suele jugarnos esa carta de distracción: atiborrarnos la atención con cosas presentes, pasadas o contiguas y así eliminar de nuestro sistema toda noción física que, de alguna manera, pueda suspender aquella actividad, cualquiera que fuese, con la que el ocio y la pérdida de tiempo suelen venir vestidas.

Hecho un vistazo para atrás y puedo verlo asomado por la ventana con la vista fija sobre el cielo. No es el mismo cielo que solíamos ver a estas horas. Había menos luz en aquellos tiempos, sobre todo en aquel lugar. Y había más estrellas en el oscuro firmamento.

Nosotros dibujábamos con ellas las historias que se nos venían a la mente antes de dormir durante nuestras fiestas de campamento.

Es divertido el término "fiesta" porque solo éramos él y yo. Solo éramos dos diminutas partículas de humanidad vistiendo las ropas cambiadas, nuevamente, recostados sobre la madera de la que estaba hecho el pequeño muelle a orillas del lago.

Volvíamos a disfrutar de aquel silencio que, obviamente, Luca rompía cada cinco minutos con su tan particular y contagiosa forma de reír. Y era otro muy distinto cuando se callaba.

Solo la luna sabía cómo callarlo hasta el día siguiente. Solo la luna pudo conocer algo de él que, por cosas del destino, no pude.

Sigo mi camino entonces y pienso nuevamente en nosotros. Pienso, nuevamente, en aquello que busca no morir a solas en mi memoria.

−Todavía sigo esperando ese 'algo'.

−¿Cuál 'algo'?

−No lo sé. Si lo supiera ¿no crees que sería más fácil para mí ir a buscarlo?

−Luca, a veces dices unas cosas tan raras.

−¿Raras? ¿Tú crees?

−Bueno, de por sí, tú ya eres bastante raro.

−¿Y eso te parece genial?

−No tienes idea de cuánto.

−Gracias...

Y guarda silencio como si ese 'gracias' le hubiese arrancado algo pesado del cuerpo. Sonríe levemente y fija la mirada en aquella luna llena que nos vigila desde el otro lado de la vida.

Nosotros tan acá y ella tan allá.

Ahora: ni ella, ni Luca ni yo.

A veces vuelvo a alzar la mirada, pero ya no es lo mismo. Desde hace mucho tiempo no es lo mismo.

Hay cosas que no debieron suceder en el formato en que fueron presentadas. Si la historia hubiese sido otra, muy distinta a la que conozco, muy distinta a la que todos olvidaron, el presente sería tal vez un poco mejor, menos doloroso.

Pero el dolor está en todas partes. Está donde menos podría, siquiera, pensarse.

Así mismo yo lo he dejado, a solas, encerrado en mi apartamento aparentando ser un alguien que no tengo desde hace mucho. Aparentando ser su fantasma y así deambular de aquí para allá con la inquietud de un niño, con la misma inquietud de Luca.

Al final terminé comprando comida para más de uno.

−No era necesario y lo sabes.

−Sería mala educación también.

−Aprendiste a hablar como los mayores.

−Era inevitable.

−Eso no es del todo cierto.

Entonces sonríe con esa picardía que lleva su nombre mientras juguetea con la comida que dejé en su plato.

Sé que no está ahí. Sé que estoy solo, pero cuandome habla es inevitable hacerse a la idea de que, como lo dice él, eso no es del todo cierto.

 Sé que estoy solo, pero cuandome habla es inevitable hacerse a la idea de que, como lo dice él, eso no es del todo cierto

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