XIX

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El temporal no aminora su carácter y ese par no termina de aparecer

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El temporal no aminora su carácter y ese par no termina de aparecer.

No dijeron nada al salir, cosa a la que no termino de acostumbrarme, pero no esperaba que salieran con semejante clima. Las punzadas en el pecho, causa de la preocupación, las siento cada vez más agudas y constantes.

¿Qué puede ser tan importante como para lanzarse a ciegas hacia una tormenta? ¿Qué puede ser más importante para él, Molly Jo, como para arriesgar su propia vida a costa de mi sufrimiento?

–¿Perdonarás a tu padre alguna vez?

El reloj de pared ya no marca la hora. Desde hace días que he querido cambiarle las baterías y por pensarte demasiado, Molly Jo, termino olvidándolo por completo, así como he olvidado otras muchas cosas mucho más importantes que un par de baterías.

Pero no he olvidado este día, Molly Jo.

Me es imposible olvidarlo y, te lo juro por mi alma de bueno para nada, que lo celebré a solas cada año. Con un pastel, cena y regalo, pero a solas siempre.

Pensándolos siempre.

Imaginando siempre el cómo habrían sido las cosas de no ser por el error de mis horrores.

–¡¿Acaso me toca hacerlo a solas también esta noche, Molly Jo?!

¿Acaso me toca lidiar con el abandono de mi propio hijo como parte de un castigo trascendental?

Estoy al corriente de que no merezco perdón alguno, pero, por favor, no espero tampoco que lo alejes de mí de esta manera.

Sé que no he sido muy buen cristiano desde casi nunca, pero no creo que seas capaz de acabar con un hombre arrepentido de corazón.

No necesito tu perdón en todo caso.

Necesito el de Jacob. Que sean sus palabras las que me lleven a la tumba, sea por perdón, sea por negación, me da igual, pero debe ser él y solo él.

La puerta trasera se abre seguida, luego, del estruendoso portazo al cerrarse a la fuerza por manos del viento.

–¡Creí haberles dicho que no salieran!

–Estamos bien, Marshall. No exageres.

–Discúlpeme, Señor Cannister. Toda la culpa es mía. Jacob solo me siguió la corriente.

Pero no me miras, hijo mío.

¿Por qué no me miras?

¿Por qué no te das cuenta que estuve a punto de llorar por tanta preocupación?

Luca me mira un poco asustado, pero no estoy enojado enserio. Los tomo entre mis brazos por un breve segundo al verlos completos, ilesos y demasiado relajados a pesar de todo el caos de afuera.

A veces creo que hay algo cuidándolos ahí fuera.

–Ahora van, se quitan esa ropa y se dan un baño. ¡Andando, andando!

Aprovecho el momento para escurrirme al estudio y devolver a la cocina el enorme pastel de cumpleaños. Coloco las velas en su lugar y adorno la mesa con ciertos dulces que había estado escondiendo de sus peligrosas manos.

Tal vez no le interese y, al verlo, dé media vuelta y me abandone. Cosa que no me sorprendería, la verdad.

Todavía me llama por mi nombre, como si fuese cualquier cosa excepto su padre.

Los llamo entonces para cenar y no tardan mucho en aparecer. Las velas encendidas los reciben en la oscuridad.

–Feliz cumpleaños, hijo mío.

–Feliz cumpleaños, hijo mío

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Aquello que fuimos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora