VI

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Solo consigo excusas y más excusas

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Solo consigo excusas y más excusas. Solo desprecios y miles de silencios.

Nadie dice nada. Nadie explica nada. Nadie es siquiera capaz de decir su nombre, sea antes o después que yo.

Creo ser el único capaz de hacerlo, como si de alguna manera la tierra se la hubiese tragado y solo yo pudiera recordarla tal cual era ella.

¿Qué ha sucedido contigo, Molly Jo? ¿Dónde carajos te has metido? ¿A qué condenado agujero has saltado para no alcanzar a encontrarte en todo este tiempo?

Necesito entender ciertas cosas, entenderlo a él y entender todo lo demás que, tú sabes, es mejor no mencionar en voz alta.

Puedo asegurarte, Molly Jo, que Jacob está muy bien. Finalmente ha encontrado a alguien con quien ser el mismo chico que, seguramente, fue ante de llegar a este olvidado lugar.

No esperaba que supieras dónde encontrarme, aunque, creo que fui demasiado obvio al buscar asilo aquí. ¿Recuerdas el lago, cierto? Jacob ya lo conoció y se enamoró de él. Creo que hasta eso lo heredó de ti: esa extraña y mágica conexión con el viejo Lago Merenell.

Lo veo y me recuerda mucho a mí mismo, pero solo por su rostro porque, de resto, eres tú y solamente tú.

Lo amo, aunque no me lo permita. Lo amo, aunque me mire como lo hiciste, precisamente, aquella última vez, aquella única vez.

¿Le contaste sobre mí para que me odie tanto? No lo creo. Siempre lo callaste todo para todos, excepto para mí. Solo a mí podías decírmelo todo: lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo agradable y lo detestable, porque así era yo.

Ese era yo, todo el tiempo a toda hora. No lo soportaste mucho. No lo soporté tampoco después de desaparecer.

¿Quién era yo en aquel entonces? Otro imbécil más desparramado sobre la acera, ahogado en vómito y con el cerebro a medio freír. Después de perderte, después de perder a Jacob, la muerte fue mi único y más constante pensamiento.

Pero me acobardé también hasta para desaparecer. Tú entiendes eso mejor que nadie porque sabes en quién me convertí. De cierto modo, ver a Jacob y a Luca me recuerda quienes fuimos alguna vez.

¿Por qué volví a este lugar? Por ti. Porque tu recuerdo era lo único que no había perdido de ti y, obviamente, este lugar tiene tu nombre tatuado por todas y cada una de sus esquinas, calles, casas y locales.

Solo existe porque tú existes todavía en mi memoria, como la primera vez. Porque para mí, todo lo relacionado contigo, Molly Jo, siempre fue la primera vez.

Te amé Molly Jo, te amé demasiado y no me había percatado de ello. Te amé tanto que todavía, a la luz de hoy, solo es tu nombre el que me quita o devuelve el sueño.

Te amé tanto, pero tanto, Molly Jo... que sigo viviendo todavía, día con día, el mismo sentir de la primera de todas las primeras veces.

Recuerdas dónde, cómo y cuándo nos conocimos ¿verdad? Sé que lo recuerdas porque escribiste mucho sobre ello. Escribiste tantas cosas que, luego, echaste a la basura porque te casaste con alguien sin valor alguno.

Y recuperé cada página, cada verso, cada descripción y cada palabra delicadamente escrita por tu puño y letra. Me prometí atesorarlos eternamente, así como prometí no leerlos nunca más.

Pero es difícil no romper mi segunda promesa sabiendo que esas páginas todavía huelen a ti. Es difícil no romper esa segunda promesa cuando puedo escuchar tu voz leyéndome, palabra a palabra, cada página, hoja y cuaderno, de principio a fin.

¿Qué debo hacer para encontrarte, Molly Jo? ¿Qué decisiones deben ser tomadas para poder alcanzarte?

Porque tu nombre, en mi memoria, no deja de revolcarse entre solo interrogantes. Interrogantes que nadie quiere aclarar por algún motivo que no alcanzo todavía a comprender.

Porque enfrentarse a voces esquivas no es nada fácil cuando apenas y dispones de un teléfono para investigar mientras te hayas forzosamente anclado a una responsabilidad que no puedes evadir. Porque es que tampoco busco evadirla.

Eres motivo suficiente para evadir lo que sea, cuando sea y, de ser necesario, abandonarlo todo de golpe solo para encontrarte, pero no esta vez.

No puedo evadirlo, Molly Jo, y sé que por eso lo enviaste conmigo. Porque sabías que no podría ir a buscarte si él aparecía tan repentinamente a mi lado.

¿Por qué abandonarlo entonces de esa manera? ¿Por qué? Esa es la pregunta que no deja de merodear en mi mente como ratas en el techo.

No caben posibles en ninguna parte sin llegar a rozar alguno de los extremos de la cuerda de la vida.

Lo amas demasiado como para abandonarlo así porque sí, y me odias lo suficiente como para entregármelo sin siquiera darme alguna verdad con la cual validar tal acto.

No comprendo nada sin importar lo mucho que piense y piense en el asunto.

No puedo.

No puedo

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Aquello que fuimos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora