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El entrecejo de Min YoonGi se sentía ya cansado de tanto estar fruncido. El castaño llevaba toda una hora con un gesto que expresaba molestia, mucha molestia. 

La razón: Park Jimin.

Pero no el Park Jimin de la vida real, ese que sonríe y es sumamente amable, ese que se ve hermoso en un atardecer. Más bien, el Park Jimin de sus sueños; ese que lo busca confesando amor hacia él, ese al que le responde lo mucho que desea dejar de lado su armadura llena de frialdad.

Un año que había pasado con Jimin; un año que debía pasar para ser de tercer grado antes de entrar a una universidad.

Horóscopos que había leído por culpa de Jimin; horóscopos que se encontraban en el estúpido periódico que su madrastra quería entregarle.

Jimin. Jimin. Jimin. Él era en lo único en lo que podía pensar ahora, día y noche. Tomaba, conscientemente, descansos en los que en su mente pasaban imagenes del rellenito rostro de Jimin; en su hermoso cabello rubio moviéndose por el aire, en su risa contagiosa, en su dulce y adictiva voz, en sus ojos, labios, en su cuerpo... en fin, todo lo que Park Jimin representaba.

—YoonGi, ¿puedo pasar? 

El ceño fruncido del castaño cambió a uno de sorpresa, y no podía ser diferente. Hye, la mujer con la que vivía, la mujer que a veces le gritaba, pedía pasar a su habitación... amablemente.

—Adelante —indicó sin emoción en su voz

Lo siguiente fue la puerta abriéndose con pereza, una mueca amarga por parte de la mujer que caminaba hasta la cama de YoonGi. El chico había estado en la silla de su escritorio desde que se levantó, por lo que no se quejó al verla sentarse en la orilla del colchón.

—No digas nada, sólo escucha —pidió ella, el asintió—. Sabes que el dinero que te doy es de tu padre, lo poco o mucho que dejó no importa, es para ti. Trabajo para mantenerme, estaba bien que no trabajaras... pero temo que todo será diferente ahora

—¿Ya estás cansada de tenerme aquí? —soltó una risa, aunque aquella no llevaba burla

Min YoonGi jamás había sentido ninguna emoción al escuchar o ver a Hye, pero fue imposible ocultar su inmensa sorpresa, y preocupación, al ver a su madrastra soltarse en llanto mientras negaba.

—Yoon... lo lamento, perdóname por todo —pidió, más bien, suplicó

—Hye ¿qué sucede? —cuestionó con un miedo extraño—. Me estás asustando

La joven mujer volvió a disculparse, una y otra vez hasta dejar de llorar. YoonGi se sentía totalmente asustado y confundido por ver así a la mujer, por primera vez.

—Esta casa es todo lo que quedaba de tu padre, ¿lo sabes? —asintió el chico con duda—. Bien, realmente no quiero causarte más disgustos, pero debo decirte la verdad, sobre todo, antes de pedirte un favor

—Está bien, te escucho

—Tu padre siempre dijo que tú eras lo más importante —suspiró, nerviosa—. Por eso me pidió que hiciera lo posible para dejarte el periódico... y el dinero suficiente para un departamento en el centro de Seúl

La mente de YoonGi se trabó al escuchar aquellas extrañas palabras. ¿Departamento? ¿porqué? Debía ser otra maldita mentira de la mujer para fastidiarlo.

—¿Qué dices? —susurró, soltando una risa llena de confusión—. ¿Me estás corriendo de mi casa?

—No... a los dos, nos están corriendo —tomó una pausa al soltar un quejido, suspiró—. Tu padre vendió esta casa antes de morir y ahora la están reclamando porque se cumplió el plazo; tendrás que mudarte al departamento y...

—¿Y qué más? —cuestionó YoonGi, temeroso

—¡Deberás hacerte cargo del periódico en este mismo año!

El castaño contenía las emociones hasta sentir que no podía respirar bien, su mente se negaba a escuchar cada maldita palabra que salía de esa mujer; ahora mismo deseaba que fuera un broma de muy mal gusto de su parte, pero aunque le costara aceptarlo, no era así.

—Sé que no he sido una buena madrastra contigo, pero te lo suplico YoonGi...  —soltó una risa amarga mientras su rostro se deformaba en un intento de no soltarse a llorar más—. ¡No me dejes sola! No tengo donde vivir, ya no tengo dinero... yo, te odié porque te parecías tanto a él

—¿Me odiaste... por él? —cuestionó al fin, sintiendo un nudo en su garganta

—Lo siento tanto...

—¿Sabes cuánto tiempo sufrí por ese desprecio? —soltó una risa, su voz tembló—. ¡Odié a mi padre cada maldito segundo de mi vida por ser alcohólico! y encima, sufrir el odio de una mujer a la que tanto busqué acercarme de niño... sólo me hablas así por conveniencia; ¡¿tanto me odias Hye?!

Por más que hubiese querido evitar tal acción, dejó fluir sus emociones. Lloraba en voz alta, las lágrimas picaban en sus ojos y su corazón dolía al grado de hacerlo sentir que se desmayaría. Hye, por su parte, se maldecía una y otra, y otra vez; deseaba regresar el tiempo para borrar aquella crueldad que había cometido como ser humano, pero no podía.

—Tienes todo el derecho de odiarme, incluso estoy bien si no me perdonas, pero te lo suplico, no me dejes morir en la calle... no ahora que estoy así de salud

El llanto de YoonGi cesó al escuchar eso último, secó sus ojos rápidamente para observar a la mujer con duda y miedo.

—No creo seguir con esto, es más fuerte cada vez, y... lo lamento

—¿De qué hablas Hye? —cuestionó con voz temblorosa

—Yo... moriré eventualmente —susurró ella para después romper en llanto—. ¡Perdóname!

—¡Hye!

La joven mujer salió corriendo repentinamente de la habitación para luego salir de la casa con prisa. YoonGi sin pensarlo corrió escaleras abajo en un intento de alcanzarla, pero no pudo seguirla al escuchar las llantas de un auto en la calle, y observar alejarse a un taxi. El castaño jadeó lleno de confusión, miedo y coraje.

—¡Esto debe ser una maldita broma!

Gritó, rió, chilló y lanzó uno que otro objeto contra el piso o la pared. Se sentía tan abrumado y lleno de fuertes emociones que deseaba caer desmayado y no despertar hasta días después. No sabía qué sentir, qué pensar, no sabía lo que quería hacer con respecto a todo este drama en su vida.

Aún negaba la idea de mudarse y trabajar, aún odiaba la idea de haber sido odiado por su madrastra... aún dolía la idea de saber que perdería a la única persona que siempre estuvo ahí con él, a su manera.

—¡YoonGi!

El chico guardó silencio al escuchar un grito angustiado detrás de la puerta; no podía ser él. Debía ser una especie de alucinación, o tal vez, ya se había desmayado y ahora soñaba.

—¡Abre la puerta Yoon! —escuchó, suplicando

Caminó totalmente desinhibido hasta la puerta, no importaba si era tan irreal como un espejismo en el desierto, debía correr a él sin importar qué. Al estar ahí, tomó la perilla con fuerza y abrió la puerta con duda.

—¡No puede ser! —expresó el chico, se asustó más de lo que ya estaba al verlo—. ¡¿Qué sucedió YoonGi?!

—Jimin, tú...

Su cuerpo reaccionó involuntario, abrazando con fuerza al pequeño rubio mientras volvía a dejar a su llanto salir. Jimin se quedó mudo, lleno de angustia y dolor de ver a su amigo llorando; aún así, lo rodeó con sus brazos.

—¿Por qué siempre llegas a mí cuando te necesito, Park Jimin?

   
. . .

No soy yo, son los astros.  [м.у.g + ρ.ʝ.м]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora