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Sabiendo que estaba solo, deja que la ira y la culpa salgan entre la oscuridad de su apartamento.

Arroja cosas y suelta pequeños gritos de rabia mientras se toma de los cabellos y se queja con dolor.

Min YoonGi se sentía desesperado.

Luego de seguir a Wang SuYong y a Park Jimin por un par de cuadras, supo que no podía dejar aquel sentimiento por el castaño.

Sí, había sido cruel al darle un puesto que no había pedido y que era poco factible hoy en día.

Pero no quería dejar ir a Jimin.

No otra vez.

—¡Soy un imbécil!

YoonGi arroja su abrigo al piso de la sala y desabotona un poco su camisa, suelta otro grito desesperado y se deja caer en el sofá mientras se queja.

—¿Qué estás haciendo Min...?

Cierra sus ojos e intenta calmar su respiración, siente la soledad envolverlo como cada que cae la noche en la ciudad.

Era tan deprimente.

Luego de haberse mudado, Min YoonGi descubrió muchas cosas que le pesaron. Cosas dolorosas, y otras que simplemente eran una completa mierda.

Había quedado destrozado nuevamente, pero nunca sintió dolor más grande que haberse alejado de Park Jimin.

Recordaba cada día de su vida al pequeño chico de cabellos rubios y sonrisa angelical, y que ahora se veía más hermoso con ese cabello castaño y esos rasgos más marcados.

Recordaba sus pláticas, su risa, su dulce voz y aquella suavidad y calidez de su piel. Pero lo había dejado ir.

¿En qué momento permitió que lo engañaran?.

Por dentro supo que cometía un error, se alejaba de la única persona que realmente lo amaba.

Y ahora, tiempo después de volverlo a encontrar; de sentir que no todo estaba perdido en su vida, volvía a lastimar a Jimin.

—Soy un imbécil... —se volvió a repetir en voz baja

Las sombras en la oscuridad le hacían tener insomnio por las noches; arrepentimiento era lo que veía, soledad y desesperanza.

Era tan joven, y en su corazón aún había mucho amor para dar.

Pero nadie estaba para recibirlo.

Eso le dolía, porque a pesar de siempre mostrarse apático y desinteresado en las relaciones afectivas y ante los demás, su corazón moría de ganas por sentirse querido.

Nada más quería en su vida que amar y ser amado.

Sentir los abrazos y las caricias dulces de alguien que estuviera con él. Compartir pequeñas cosas, ver películas y dormir abrazado a esa persona.

Sin embargo, ya no era una persona la que deseaba; él quería a Park Jimin.

—Te extraño tanto...

Sabiendo que solamente el eco de sus palabras lo acompañaban, YoonGi abrió sus ojos y se levantó del sofá para ir a su habitación.

Tan grande, y tan vacía.

Su vida era casi un sueño, y sobre todo un lujo, pero nada de eso importaba cuando su corazón pedía a gritos calor emocional.

Lo había intentado cuando obedeció a su impulso de sentarse junto a Park Jimin en aquel pequeño local de comida callejera.

No soy yo, son los astros.  [м.у.g + ρ.ʝ.м]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora