Malfoy Girl ⋆ Harry Potter ✓

xxvi. llorar por desesperación

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✹LLORAR POR
DESESPERACIÓN✹
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El "gran día" llegó. Una tarde nublada y triste que se opacada por las carcajadas y risas de aliento de los estudiantes. Vestidos de civil, todos estaban allí, esperando a que los campeones aparezcan y la última prueba de comienzo.
Desde Arya se acomodó en las gradas, no pudo apartar su mirada del laberinto frente a ella, el simple hecho de saber que Harry deambulará por allí le ponía los pelos de punta.
Las palabras de Lucas resonaron en su cabeza como si hubieran sido tatuadas en su memoria. Verónica, quien estaba sentada a su lado hablando con Draco, miró sobre su hombro a la Gryffindor.
La pelirroja frunció el ceño al ver que la rubia estaba más inquieta de lo normal.

—¿Todo bien, Silver?—preguntó la pelirroja mientras se giraba en dirección a su amiga, dejando a Draco hablando solo sobre lo mucho que adoraría ver una película con ella, aunque el chico nunca haya visto una.

Arya estaba sumergida en su infierno personal. La rubia asintió sin recordar lo que su mejor amiga le había preguntado, sin apartar su grisácea mirada de aquel laberinto que, para ella, se volvía cada vez más oscuro a medida que pasaban los minutos.
A lo largo de su relación, Harry solo había ocupado un 40% de su interés, estando los problemas con su familia antes, además de los exámenes, los trabajos y sus amigos. Ese día, la rubia hizo una excepción con muchas cosas, una de ellas fue el azabache, quien sin saberlo se había adueñado por completo de la preocupación de Arya Malfoy.
Nunca había tenido tics nerviosos, tales como perder el control de un ojo y que este se cierre y abra a su merced, o comerme las uñas como si de gomitas se tratara, pero hoy estaba inaugurando ese nuevo fetiche. Sus uñas, un poco largas y pintadas de un bello tono beige, estaban desapareciendo rápidamente. Su mirada viajaba hacia todos lados, buscando sin cansancio la cabellera oscuro de su novio.

Sus pies golpeaban el suelo debajo de lla a un ritmo determinado, a una frecuencia que de la que ni ella estaba consciente. Sus dedos se entrelazaban entre si como si fueran bretzels, había atrapado su labio superior entre sus dientes sin importarle lastimarlo.
Ronnie frunció el ceño luego de ver la escena durante unos segundos.

—Arya, parece que te va a dar un ataque de ansiedad—musitó Weasley levantando una ceja. Arya nuevamente no contestó. La pelirroja se hartó.

Pellizcó la mejilla derecha de la rubia y esta por fin salió de su burbuja de nervios. La boca de Arya se abrió indignante y su plateada mirada se fijó en la pelirroja a su derecha.

—¿¡Cuál es tu problema, Ronnie!?—inquirió levantando la voz. Esto no era un problema, puesto que todos en el lugar estaban gritando como si de un partido de quidditch se tratara.

Verónica se cruzó de brazos—Te vengo haciendo la misma pregunta desde que llegamos aquí, Eleonor—acotó la de ojos azules.

—¿Qué? Es mentira, no te oí.

—Arya, sigue engañándote a ti misma, hasta Draco que está hablando solo sabe que algo te preocupa—la pelirroja se hizo hacia atrás para que Arya vea a Draco Miranda hacia el frente con ojos soñadores.

—... y me encantaría que nuestra habitación sea de color verde, aunque puede ser de otro color si quieres. Tendríamos un gato blanco, los perros me dan un poco de alergia...—decía el rubio sin saber que su novia y su hermana se estaban riendo de el.

—Bien, eso fuera raro, pero volvamos al tema. Se que Harry te preocupa, pero el estará bien. Sobrevivió a muchas cosas, ¿por qué no sobreviviría a un tierno laberinto?—Ronnie señaló el antes mencionado. Las dos miraron hacia el frente, encontrándose con que el laberinto estaba completamente oscuro. Un gesto de desconfianza apareció en el rostro cansado de Arya.

—No entiendes Ronnie, Harry corre peligro—musitó la rubia temblando levemente por el frío y por el miedo.

—¿Corre peligro? ¿Cómo lo sabes?—inquirió Verónica. Arya se maldijo así misma, nuevamente había metido la pata—. Arya, ¿hay algo que quieras decirme?

Arya abrió la boca y balbuceo cosas sin sentido, haciendo tiempo para buscar una excusa creíble. Siempre resueltó muy difícil engañar a Verónica Weasley. El rostro de la susodicha se relajó, aunque en el interior un sentimiento de nerviosismo empezaba a crecer con rapidéz.

—¿Lucas te dijo algo, verdad?—murmuró la ojiazul, mirando a su amiga. Arya levantó la mirada del suelo y frunció los labios. Su cabeza se inclinó hacia delante y atrás, indicándole que su duda era acertada.

—Dijo que... Voldemort... regresará esta noche—articuló la rubia. Las dos últimas palabras las pronunció con la voz quebrada. Arya tapó su boca con sus manos en un intento fallido por ahogar un gemido de preocupación.

Verónica rodeó el delgado cuerpo de la chica con sus brazos. Arya escondió su cabeza en el pecho de la pelirroja y se aferró con fuerza a la sangre pura.
Delgadas líneas de agua salada trazaron un recorrido desde los lagrimales de sus ojos hasta su mentón, terminando con las gotas resbalando del mismo para luego caer en su saco rojo bordó. Draco al fin acabó de profesar la idea que tenia sobre la casa perfecta que, quizá en un futuro, compartiría con Ronnie.
La sonrisa de satisfacción del rubio se borró instantáneamente, específicamente en el momento que vio a su melliza llorando abrazada a su novia.
El corazón de Draco dio un violento vuelco. El rubio se puso de pie, pasó hacia el otro lado y junto a Verónica, abrazó a su hermana, sin saber la razón por la que lloraba.

Si por alguna razón, alguien que no conocía a los tres los viera por primera vez, pensaría que se trataba de una familia, un matrimonio consolando a su hija. Arya a lo largo de su vida había llorado por muchas cosas; por haber decepcionado a sus padres quedando en Gryffindor, porque sus hermanos hayan dejado de hablarle por ser de la casa enemiga, por lo injusta que había sido su vida. Pero esta vez, era la primera que lloraba por un motivo nuevo; la desesperación. Si las palabras de Lucas eran ciertas, solo significaban una cosa: Voldemort regresaría, y Harry desaparecería de la faz de la Tierra.
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