xxviii. final½

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✹FINAL 1/2✹

En cierto punto de la noche Arya se fue lejos de Verónica y Draco.
Su respiración se agitaba más a medida que caminaba, pero con tal de alejarse de aquel laberinto, podría aguantarlo. Sus uñas estaban cortas, astilladas y sus labios lastimados por el roce de sus dedos, los cuales estaban irreconocibles y muy lastimados. Se había mordido las cutículas, sus uñas estaban desiguales y además estaba empezando a dañar sus dientes.

En las gradas, sentados y mirando sin expresión a su hermano menor, estaban Cassiopeia y Lucas Malfoy.
La mayor estaba de brazos cruzados y con una pierna encima de la otra, esperando a que el momento de actuar llegue. Lucas por su parte estaba nervioso, casi asustado y temblando. Ansioso jugaba con el anillo plateado en su dedo anular, mientras Cassiopeia veía a Draco pensando en qué le había visto a Verónica Weasley.

—¿Alguna señal?—preguntó Lucas, murmurando por lo bajo.

Cassiopeia bajó su mirada a su brazo y disimuladamente subió la manga de su chaqueta negra—Aún no. Pero muy pronto tendremos noticias, te lo aseguro—contestó la rubia con la voz apagada.

Lucas tembló en su lugar. Por más que intentaba visualizar un futuro en donde todo saliera bien, no podía. Hasta el sabía que no podían escapar del Señor Tenebroso.
En otra parte, en algún prado frío cercano al Lago Negro, estaba Arya Malfoy caminando de un lado a otro, casi en un patrón. Estaba empezando a marearse de a poco y lo peor de todo es que no se daba cuenta. Su cabeza era un remolino, y ni hablar de como se sentía por dentro.

—Harry confía en mi, cree que yo no soy como mi familia, ¿y cómo le pago?, lo dejo entrar a ese estúpido laberinto sabiendo que probablemente no regrese.

Así es, Arya Malfoy estaba hablando sola. Necesitaba desahogarse y como estaba a cincuenta metros del ser viviente más cercano, no encontró otra alternativa. Sus ojos grisáceos comenzaron a picar en señal de que en cualquier momento se quebraría, otra vez. Negó con la cabeza varias veces, negándose a llorar. Tomó su cabeza entre sus manos y cerró sus ojos con fuerza. Se estaba volviendo loca y no era consciente de ello.
Sentía que ese cuerpo ya no era suyo, sentía que estaba siendo controlado por alguien más, ya no se sentía Arya.
Una lágrima escapo de su lagrimal derecho, haciendo un recorrido casi transparente desde su ojo hasta su barbilla. Esa fue la gota que dio inicio a un mar sinfín de lágrimas de dolor, de culpa. La hija de los Malfoy se sentía una basura.
Se sentía una basura porque había traicionado a su familia quedando en la casa enemiga. Se sentía una basura porque no había podido proteger a Harry. Se sentía una basura porque su hermano había llorado por su culpa. Se sentía una mierda porque había traicionado la confianza de alguien que la amaba. Se sentía hecha pedazos, porque había decepcionado a todo el mundo. Un sollozo lleno de dolor e ira escapó de sus labios. Cayó al pasto de rodillas y se hizo una bolita, sintiéndose indefensa y débil, sintiéndose lo que en realidad era.
Lloró como nunca antes lo había hecho, pensando en todo lo que había hecho mal a lo largo de esos cuatro largos años.

La mente de Cassiopeia estaba inmersa en un tornado de pensamientos y autocuestionamientos. Al principio se sentía emocionada, orgullosa y realizada al tener la oportunidad de honrar a su familia siguiendo los pasos de su padre. Sentía que ella si lograría ser la hija preferida de Lucius y Narcissa Malfoy, pero en ese momento dejó de sentirse segura. Ya no estaba del todo convencida de querer seguir con, lo que ella consideraba, aquellos jueguitos de mortifagos. Lamentablemente para ella, no habia marcha atrás. La marca tenebrosa estaba tallada sombriamente en su pálida piel, y allí se quedaría hasta el fin de sus días.
La rubia sintió una fuerte y ardiente punzada en su brazo izquierdo, jurando nunca haber sentido tal dolor. Una mueca disimulada de molestia se hizo presente en el rostro de Cassiopeia. Con temor y lentitud levantó nuevamente la manga de su chaqueta.
Su estómago se revolvió, la boca se le secó y su respiración se estancó en su garganta. La marca tenebrosa se movía vivazmente en su antebrazo, dándole náuseas.

—Ya es hora—musitó sombriamente la mortifaga. Lucas, quien sostenía su cabeza entre sus manos, sintió su corazón detenerse por un instante.
Giró su cabeza de forma lenta en dirección a su hermana mayor y tragó en seco.

—¿Estás segura?—la voz del ojiazul salió entrecortada. La frente de Cassiopeia se arrugó y miró a su hermano. En cuanto lo hizo, lo desconoció totalmente. Los últimos quince años estuvo acostumbrada a ver a un Lucas despreocupado, arrogante y de poca empatia. Pero allí, en lugar de aquel idiota, estaba un chico de quince años en shock, atemorizado y acobardado. Cassiopeia miró hacia abajo, dio un suspiro preparándose para lo que venía y se puso de pie firmemente.

—Lucas, ponte de pie. Tenemos que ir al cementerio—articuló la Slytherin con expresión seria.

Arya lloraba tirada en el suelo como si fuera una bebé. Su cara estaba bañada en lágrimas y su ropa tenía pasto adherido a ella. Se lamentaba por todo lo que había y lo que no había hecho. De su boca, ya reseca, brotaban débiles gemidos de dolor.
Uno de los pocos sentidos que aún conservaba y estaba casi segura de que seguía intacto, era el de la audición. Y que conveniente, porque de estar un poco más distraída jamás hubiera oído pasos casi silenciosos acercándose a ella. Los ojos de la rubia se abrieron de par en par al sentir una mano posarse en su espalda. Su corazón comentó a palpitar exageradamente y su pecho dolió debido a la rapidéz de su respirar. Miró hacia todos lados dándose cuenta de que ya no estaba en aquel pastizal, o en alguno de los tantos terrenos de Hogwarts.
Su vista, un poco nublada por las lágrimas, se detuvo en una enorme lápida siendo custodiada por lo que parecía ser un ángel de la muerte portador de una gran hoz. La boca de Arya se entreabrió y todavía en el suelo se negó rotundamente a moverse de allí.

—Arya, hija mía. Ya era hora de que aparecieras.

Malfoy Girl ⋆ Harry Potter ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora