Julián era el menor de tres hermanos, también el más ocurrente, escurridizo; pero sobre todo el que gozaba haciendo bromas y trucos a sus hermanos mayores. Lucía y Pedro, por el contrario son los estudiosos, deportistas, hacendosos, ayudaban a sus padres en los quehaceres del hogar, cumplían cabalmente con sus tareas.
Pero la vida de Lucía y Pedro resultaba un infierno cada vez que Julián estaba cerca. Les escondía las cosas, al violín de Lucía le cortó una cuerda. Al guante de Pedro le abrió un agujero. Intercambiaba los calcetines para que no encontraran el par cuando los iban a usar. A la comida les agregaba sal o azúcar de forma exagerada. Todas las travesuras eran para reírse y burlarse de la amargura o molestia de los demás.
En efecto, su objetivo era ver molestos a sus hermanos y por más que estos le acusaran con sus padres, los regaños jamás fueron suficientes para que dejara sus manías. Una noche de fuerte tormenta, el viento chocaba contra las ventanas forzosamente, los árboles batían sus ramas con desespero, decidieron los tres hermanos dormir juntos. Julián hacía alguna broma o contaba algún chiste de sus hermanos para reírse. De pronto, la luz se fue y un grito espeluznante se escuchó al final del pasillo. Julián brincó sobre la cama de Pedro asustado.
Lucía y Pedro se dieron cuenta de que Julián le temía a la oscuridad. Ambos se pusieron de acuerdo y cuando Julián comenzó con sus travesuras al día siguiente, se tomaron de las manos y cerraron sus ojos diciendo en voz alta: Para ti Julián, que tan mal te portas, en tu vida sólo habrá oscuridad y soledad, hasta que mueras de viejo. Julián se burló de ellos; pero esa noche al irse a dormir escuchó el mismo grito espeluznante. Ya nunca se levantó de su cama hasta que murió de viejo, porque el día jamás regresó a su vida. Vivió eternamente en oscuridad, solo y con mucho miedo.