Ryan era un hombre que representaba un misterio para todo el vecindario. Su apariencia, aunque de hombre entrado en los años, era atractiva, pero la soledad siempre estaba presente en su vida.
El hombre se había mudado al menos 10 veces, sin embargo, siempre lo acompañaba su gato, un felino color plomo con ojos casi verdes que resultaban igual de encantadores que los ojos de su dueño.
Muchas mujeres intentaban conquistar el corazón de Ryan, sin embargo, al tratar de estar en casa con él, por alguna razón las chicas se marchaban en la madrugada, sin aparecer nunca más.
Ryan estaba resignado, todo apuntaba a que él continuaría solo con su gato Mike. Sin embargo, Ryan conoció a Lucrecia, una mujer amante de los gatos que descubriría esa verdad que había dejado al hombre solo hasta llegar a la adultez.
Una noche, Ryan decidió invitar a Lucrecia a pasar la noche en su casa, aunque temía que algo le ocurriera a la mujer que le había quitado el sueño, decidió arriesgarse.
Cuando Lucrecia entró a la casa de Ryan, Mike fue el primero en recibirla. De inmediato, la chica sintió una diferencia, algo que no había sentido con otros gatos, sin duda, Mike era diferente.
Esa noche, Lucrecia no pudo dormir, Mike subió a la cama y pasó toda la noche observándola, cuando la mujer abrió sus ojos, la mirada del gato se había transformado, su color pasó de verde a un color rojo encendido que en el momento hizo que Lucrecia trata de incorporarse a la cama, sin lograrlo con éxito.
En menos de unos minutos, Mike estaría sobre el pecho de Lucrecia, con una mirada que la atemorizaba, en un momento, la mujer trató de despertar a Ryan y solo pudo sentir las uñas del gato atravesando su piel.
El gato pasó sus afiladas uñas por el rostro de Lucrecia, que mientras gritaba, sentía cómo su voz se iba apagando entre los sollozos de Ryan al descubrir que su gato había hecho algo tan repugnante.
Al tratar de deshacerse de Mike, fue imposible pues el gato clavó sus uñas en el cuello de Ryan, dejándolo sin vida, tendido sobre Lucrecia.