Bryan siempre fue el chico retraído y callado de su clase, tolerando millones de insultos y agresiones de sus compañeros, golpes, amenazas diarias, y constantes saboteos eran los que predominaban en su vida, sobre todo del mariscal de campo Tom y sus amigos.
Desde finales de su infancia hasta su adolescencia, Bryan los aborrecía la mayor parte de los días, jurando vengarse de cada uno de sus compañeros.
El último día de la graduación, donde todos relucían ante una actitud nostálgica, Bryan se encontraba encerrando en un contenedor de basura al lado del colegio, mientras oía las burlas de Tom y su equipo.
-¡Graduado!
– Sí está graduado, pero, en la basura Jajaja
Pasaron los años y el joven, se graduó en contaduría en la Universidad, empezando su propio negocio por su cuenta, hasta percatarse de lo lucrativo que era otro tipo de actividades, inmiscuyéndose en negocios ilegales.
Habían transcurrido ya, veinte años desde el instituto, el muchacho ahora estaba instaurado en el mundo del narcotráfico y el negocio ilegal, estableciendo su propia red de crímenes.
Un día común de negocios, el hombre iba en camino al puerto a cerrar el trato con un proveedor.
Salió de su limusina, acompañado por sus dos guardaespaldas, detrás de él. Mientras Bryan se aproximaba a su destino se topó con un padre desaliñado junto a su hijo.
-Disculpe señor. Dijo el hombre, con la mirada baja.
-No hay... Bryan se quedó inmóvil por un momento.
– Muchachos, agarren al niño y éste hombre.
-¿Qué están haciendo? ¡Suéltenos!
– ¡Papá! ¡Papá! ¿Qué...?
– Cállense. ¿No me recuerdas? Soy el perdedor dela basura, ¿Te suena?
– Oh, Bryan. Disculpa si fue inmaduro en el pasa...
– Jajaja Lo sé, pero qué se le hace ¿? Hay que ajustar cuentas, tú serás el primero en pagar.
– ¡¿Qué?!
– La mente y el corazón lo harán.
Bryan sacó una pistola y lo apuntó mientras oía los gritos de súplica del hombre, ultimándolo con un tiro en la cabeza y el pecho.
Los guardaespaldas soltaron al niño, quién se aproximó a llorar sobre el cadáver inerte de su padre.
-¡Asesino!! ¿Por qué? Decía el niño mientras lloraba.
– Lo merecía...
– ¡No! Había cometido un error...Papá... ¿Ahora te sientes mejor, asesino?
El niño se quedó viendo con odio y frustración al hombre. Bryan bajo la vista y empezó a correr.
– No me sigan muchachos...
– Pero jefe...
– No.
Dos horas luego, el hombre se encontraba en su lúgubre hogar, mirándose al espejo.
-¿Qué he hecho? Cuando cobraban cuentas era mucho más fácil...
Recordó la mirada de niño bajo las palabras que había dicho.
– No... ¿Cómo es posible? ¿Me he convertido en lo que más odio?
Tras un ataque de rabia empezó a destrozar todo en la casa, lanzándolo contra el suelo y por último subiendo al ático donde perdió la vida, ahorcado.