Capítulo trece

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Ni siquiera los pasillos cargados de distinguidos adornos navideños podían arrancarle una sonrisa a Pandora, quien caminaba por los corredores con el rostro inexpresivo y las manos alisando su túnica

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Ni siquiera los pasillos cargados de distinguidos adornos navideños podían arrancarle una sonrisa a Pandora, quien caminaba por los corredores con el rostro inexpresivo y las manos alisando su túnica. No le molestaba la navidad, pero realmente prefería no celebrar absolutamente nada ese año. En ese momento estaba demasiado sumergida en sus pensamientos como para preocuparse por otra cosa, y sus movimientos elegantes estaban llevándola a un sitio donde encontraría sosiego para su alma destrozada.

Una puerta grisácea se abrió automáticamente al leer sus pensamientos: la Sala de los Menesteres se alzó ante sus narices con ímpetu. Atravesó el umbral de la puerta con la cabeza en alto, encontrándose con el trío de oro sentado en los cómodos sillones que ofrecía la habitación. Por el contrario de todo el castillo, la sala no contaba con los ostentosos adornos navideños, lucía oscura y simple ante el criterio de los presentes. 

Pandora se detuvo a unos metros de los tres chicos.

– Muchas gracias por venir, lo aprecio.

– Yo no quería venir, él me ha obligado. –Ron se encogió de hombros señalando a Harry–. Pero ya estoy aquí.

– Suelta tu veneno, serpiente. –pidió la única chica del grupo con impaciencia–. No tenemos todo el maldito día.

Inspiró profundamente y ordenó sus ideas antes hablar:

– No fue Cedric Diggory quien llevó a Harry al cementerio esa noche. –sueltó observando el ventanal empañado por la neblina de la lluvia, llamando inmediatamente la atención de los jóvenes–. Tampoco fue él quien puso el hechizo en la copa del torneo. Fue Bellatrix Lestrange.

Y por supuesto que cundió el pánico en la habitación.

– ¡Eso es imposible! –dictó Hermione de forma inmediata–. Para ese entonces Bellatrix estaba encerrada en Azkaban pagando por sus crímenes.

Con ímpetu, Pandora se giró a mirarlos sin ninguna expresión en el rostro.

– Hice una visita al despacho de Mcgonagall y me vi obligada a coger el diario donde supuestamente él confesó que lo hizo. –tiró el encuadernado sobre la mesa bajo la atenta mirada de los tres chicos. Hermione lo cogió para leer cada palabra escrita–. Cedric Diggory estuvo bajo el control de una maldición llamada Confundus Animo: una maldición imperdonable que fue diseñada por el Señor Tenebrosa en su estadía en el colegio.

– Leí sobre él. –Hermione interrumpió haciendo memoria–. Es un hechizo que solo puede ser usado por magos experimentados, tiene la finalidad de hacer a la víctima incapaz de razonar y de decidir por su propia cuenta. La maldición hace que no recuerdes absolutamente nada y es como si tu propio cerebro no existiera. Es por ello que manipular al individuo es más que fácil para un profesional. Es diferente al Imperius debido a que el efecto puede ser permanente.

– ¿Estás queriendo decir que Cedric fue embrujado con eso?

– Y no solo con eso. –suspiró Pandora–. Tengo uno que otro contacto en la prisión de Azkaban; antes del torneo Bellatrix Lestrange estuvo trabajando con un polvoriento libro que la enseñó a crear su propia maldición. –del bolsillo de su túnica extrajo una hoja de papel color bronce–. Ella estuvo probándola en cientos de guardias hasta que finalmente logró de pasar de persona en persona hasta llegar a Hogwarts.

The Malfoy Twin | Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora