Capítulo dieciséis

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Cuando abrió los ojos desubicada se encontró con la amorosa mirada de su madre, quien no tardó en acariciarle el rostro con demasiada sutileza causando paz en su interior

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Cuando abrió los ojos desubicada se encontró con la amorosa mirada de su madre, quien no tardó en acariciarle el rostro con demasiada sutileza causando paz en su interior. Por en cambio, Lucius la observaba de brazos cruzados, metón alzado y el entrecejo fruncido. Vaya que apenas lograba disimular la furia que se presentaba en sus grisáceos ojos. Llevó su mano izquierda a la cabeza para detener el potente dolor que se intensificaba con cada parpadear dado.

Recordaba muy poco de lo sucedido anoche, pero supuso que fue atacada por la expresión cargada de preocupación que llevaba su madre, y que probablemente pudo haber muerto de no haber sido encontrada por alguien en sus aposentos.

– ¿Qué me ha pasado? –inquirió Pandora en modo de saludo.

Narcisa respiró profundo para normalizar los latidos de su corazón.

– Desapareciste de la fiesta por unas horas, fui a buscarte y te encontré tendida en el suelo de tu habitación. –responde su madre con preocupación–. Estabas hechizada.

Y lo recordó todo sin necesidad de más explicaciones. Pandora bajó la mirada cargada de angustia, casi podía sentir la furia de su padre estando a dos metros de distancia.

– ¿Por qué estabas en los dormitorios, Pandora? –preguntó Lucius acercándose con ímpetu–. Te han hechizado y si tu madre no te hubiese encontrado no estarías aquí.

Pandora recordaba claramente el resplandor violeta y el susurro del Desmaius antes de ser arrojada contra el suelo, quedando inconsciente sin previo viso. Alrededor pudo notar la severa presencia de Minerva Mcgonagall y la de la Señora Pomfrey, ambas mujeres observándola a una distancia considerada de la camilla. También tenía el rostro cargado de preocupación.

– Por favor salgan de la habitación, mi hija tiene mucho que explicar. –ordenó Lucius con severidad a las ancianas, quienes se retiraron con un asentimiento–. Puedes responder ahora.

– Estaba leyendo el diario de Cedric Diggory. –informó sosteniendo la mirada, pero con el corazón bombeando con fuerza en el pecho–. Me escapé del baile porque pensé que estaría sola en los dormitorios, veo que no ha sido así... –suspiró entrelazando su mano con la de Narcisa; su madre no pudo evitar sollozar–. El susurro que he escuchado ha sido claramente femenino, estaba tan concentrada en los párrafos que no pude defenderme.

Severus se habría carcajeado de su respuesta y después le habría golpeado con un pesado libro de encantamientos diciendo algo como: «¿así es como te hemos enseñado a defenderte correctamente, mocosa insensata?». Oh, claro, y después habría intervenido Cordelia exclamando que ese apodo solo podía ser usado en ella, obteniendo una mirada fulminante como respuesta por parte de su amor imposible.

Extrañaba a esos dos con locura.

– ¿Se puede saber qué hacías con el diario de Diggory?

The Malfoy Twin | Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora