Capítulo diecisiete

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Astoria frunció el entrecejo, preocupada

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Astoria frunció el entrecejo, preocupada.

– No sé si lo has notado, pero este no es el camino a la biblioteca del colegio. ¿Podemos ir más despacio o tenemos prisa? ¿Qué demonios estamos haciendo, Pandora?

– Tenemos mucha prisa.

– ¡Pandora, este es el camino a la sala común de Ravenclaw! –chilló–. ¿Estás loca?

– Confía un poco en mí. –la rubia rodó los ojos–. Sé perfectamente cómo entrar a la casa.

Una escalera en forma de caracol emergió ante ambas, entonces comenzaron a subir los escalones con bastante prisa. La puerta de color madera se dejó visualizar al final del camino, con la mágica águila plateada de Ravenclaw en medio de la misma. Un estruendo causó que la castaña diese un sobresalto por el repentino sonido. Por el contrario, Pandora dio un paso adelante con determinación. Entonces el águila tronó:

¿Qué es esa cosa que entre más grande sea, menos se verá? 

– La oscuridad. –respondió firme.

Con otro estruendo mayor al anterior, la puerta se abrió de par en par permitiendo el paso de ambas chicas a la sala común de Ravenclaw. Pandora no perdió tiempo detallando la habitación, ni siquiera le importaba la decoración en lo absoluto, sino que se adentró en los dormitorios femeninos buscando la cama de Cho Chang en el trayecto.

– No deberíamos estar aquí, recibiremos un castigo terrible si nos encuentran. –adviritó la menor con preocupación–. Nuestros padres van a matarnos por esto, ¡imagínate lo que dirán todos sobre ti!

– Lucius Malfoy está bastante claro de la persona que tiene por hija. –repuso ella husmeando en uno de los cajones junto a la cama–. Ellos sabían que traerme a Hogwarts después de todo lo que ha pasado significaba problemas, supongo que estarán acostumbrados a eso. La verdad es que no me importa. Mi padre nunca alzaría su varita en mi contra.

Varita. Varita. Varita. ¡Eso es!

«Maleficio deslumbrador, ¡accio!» 

Justo como sospechó desde un principio, encima de las sábanas azules se hallaba el diario mostaza que tantos dolores de cabeza le había dado, el cual estampó directamente contra sus manos. Esbozó una sonrisa triunfante debido a su hazaña, emocionada por su victoria.

– ¡No has usado tu varita!

– Mi varita es solo utilería, Astoria. La uso porque así dictan las normas educativas. La realidad es que puedo controlar mi magia con mis propios gestos, si me encuentro muy concentrada solo debo decir los encantamientos en voz baja.

– ¿Qué demonios eres tú?

– Una bruja mucho más poderosa de lo que te imaginas.

Con un hechizo de desaparición de manera instantánea ambas abandonaron la sala común de Ravenclaw, apareciendo en el campo de entrenamiento del castillo al santiamén. Greengrass resopló por la repentina vuelta a la realidad, lucía demasiado mareada.

The Malfoy Twin | Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora