Epílogo

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Parpadeó suavemente para acostumbrarse a la tenue luz blanca que la cegaba y después se incorporó del césped recién cortado para mirar a su alrededor

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Parpadeó suavemente para acostumbrarse a la tenue luz blanca que la cegaba y después se incorporó del césped recién cortado para mirar a su alrededor. El cielo estaba despejado manifestando un potente azul que le sacó una sonrisa, también escuchó el piar de los pájaros y el sonido del viento golpear contra las copas de los árboles. Llevó sus manos a sus cabellos dorados con un presentimiento desconocido y frunció el ceño cuando notó que lo llevaba por encima de los hombros, un corte que jamás habría pensado hacerse en la vida.

Comenzó a caminar sin dejar de observar el ambiente cargado de paz y tranquilidad; a sus ojos era una falsa tanta armonía producto de algún encantamiento de magia blanca. Estar muerta era un sentimiento demasiado extraño para su gusto. Se detuvo en seco cuando sus ojos detallaron una silueta masculina de espaldas a ella y, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón azabache, él observaba las olas del mar arremeter contra la blanquecina arena.

Cuando él se giró lentamente los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Cedric Diggory le sonrió de la forma más sincera y bonita posible, feliz por su anhelada presencia durante años enteros. No hubo necesidad de objetar nada cuando Pandora ya se hallaba corriendo a sus brazos. Él la atrapó entre los mismos y entonces le permitió sollozar de regocijo en su pecho.

Lloraba en su pecho con el corazón latiendo a mil, con la felicidad rebosante. Cedric llevó una mano al mentón ajeno para después levantarlo lentamente. Sus miradas grisáceas se conectaron por primera vez en muchos años. Pandora apenas y podía hablar.

– No llores, por favor. –pidió él con voz pausada y serena–. No puedo verte así.

Limpió cada una de sus lágrimas con sutileza.

– Cedric, te amo. –hipó ella–. No tienes idea de cuánto te amo.

– Sí tengo idea. –susurró él de vuelta–. Te amo demasiado, Pandora.

El sabor de los labios de Cedric seguía siendo único, sus lenguas se encontraron en el camino, pero nunca llegó a ser un beso apasionado. Las lágrimas de Pandora se mezclaron en el ósculo, pero eso no los interrumpió ni por un momento. Las manos de él acariciaron su espalda como si estuvieran trazando una pintura en su delicada piel... en esa piel tan perfecta que adoraba.

Se separaron solo por falta de aire, pero se recargaron en sus frentes mezclando sus alientos para no romper con el contacto físico. Sus manos estaban entrelazadas y sus ojos cerrados.

– No sabes todo lo que he sufrido sin ti, tantos años sin poder tomar tu mano... –comenzó él, sin abrir los ojos grisáceos colmanos de lágrimas–. Tantos años sin poder observarte dormir por las mañanas, sin tener la posibilidad de besarte y decirte lo mucho que te amo...

– Pero ya todo acabó. Ya estoy aquí, Cedric. No te permitiré alejarte de mí nuevamente, no puedes escapar de mí. Eres la persona que más amo en el universo.

– Y no quiero hacerlo. –contesta el castaño con suavidad–. Quiero tenerte conmigo por toda la eternidad, es mi deseo despertar cada mañana contigo a mi lado. Porque nunca habrá chica tan perfecta como tú.

Pandora acarició  su mejilla con lentitud y después le plantó un dulce beso sobre los labios. Cedric le abrazó la cintura con posesión, absteniéndose de continuar sollozando.

– Sé mi esposa.

Pidió el chico enseñándole un precioso anillo de diamantes

– Déjame tener el honor de tomar tu mano.

– ¿Y a pesar de todo tienes el descaro de preguntármelo?

Ella no objetó nada más y entonces introdujo el precioso anillo en su dedo anular. Su corazón comenzó a bombardear con tanta fuerza que termió que se le saliera del pecho, pero aun así se lanzó nuevamente a los labios del chico. Esta vez fue un beso en donde se demuestraron sus sentimientos; un beso que clamó el inicio de su nuevo mundo juntos.

Esa noche se acariciaron sobre una manta tendida en el césped, bajo las estrellas reales brillando con fuerza. Las manos de él se deslizaron por su piel de forma amorosa incontables veces y sus labios besaron cada parte de su delicado cuerpo. Ella lo recibió con amor y él disfrutó de su calidez. Hicieron el amor de manera lenta, a sabiendas que tenían toda la eternidad para tenerse en cuerpo y alma. Acarició sus belfos con extrema dulzura.

– Pandora Diggory...

Murmuró él, apreciando el anillo que adornaba la delicada mano ajena

– Desde que te conocí supe que serías una parte importante en mi vida, me dije a mí mismo que debía encontrar una manera de mantenerte a mi lado. Te amo.

– Eres mi pasado, presente y futuro.

Susurró la nueva señora Diggory con una sonrisa.

–Júrame que jamás te volverás a ir, que estarás conmigo pase lo que pase...

Cedric cubrió sus cuerpos desnudos con la manta; se miraron a los ojos con el amor juvenil asomándose en ellos. El chico de Hufflepuff había olvidado lo hermosos que eran los ojos de quien ahora tenía como esposa, así que no podía dejar de admirarla con pasión.

Ella era perfecta a sus ojos, desde su cabeza hasta la punta de sus pies.

– Te juro que estaré contigo pase lo que pase, te juro que jamás volveré a dejarte. Porque tú eres la chica de la que me enamoré, porque eres tú quien realmente amo. Ya eres mía, Pandora Diggory. No te voy a dejar nunca.

Ella se permitió inspirar con tranquilidad por primera vez en años, apoyando su cabeza en el trabajado abdomen de su marido. Ya no había más nada que pudiera separarlos: ni guerras, ni familia, ni la propia muerte, pues ya se tenían el uno al otro.

Porque jamás se atreverían a alejarse mutuamente. Porque se amaban con desquicio.

Porque Cedric moriría por ella, porque Pandora mataría por él.

The Malfoy Twin | Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora