○ Capítulo 4 ○

3.1K 222 6
                                    

Luego de la charla con Adam, intenté dormir un poco, pero la divagación de mi mente hizo caso omiso de mis ganas. Así que, me levante y me puse mis sandalias. Fui a la cocina a buscar un vaso con agua, pero me di cuenta de que en el comedor, específicamente en el sillón, dormía plácidamente el chico que dijo que yo le gustaba desde antes. Me acerqué y solo pensé, ¿Por qué fui desafiante con él? Si ya sabía que iba lograr conquistarme, él me conocía bien como para no lograrlo.

Me arrodillé junto a su rostro y le acaricié la mejilla, la cual era muy suave.

Se veía tierno y eso me encantaba.

Sin embargo, esa dulzura no duró mucho. De pronto, sin previo aviso, su piel se tensó y comenzó a volverse fría. Y despertó asustado, reflejando en sus ojos, un único sentimiento. Terror.

—Adam, ¿Qué ocurre? ¡Adam! —Yo le hablaba, pero él parecía en otro mundo, no me escuchaba y comprendí que tampoco me veía — ¡Mamá! ¡Ven rápido! ¡Adam!

Nada. Nadie me escuchaba.

Adam daba vueltas en la sala, como un loco, gritando cosas sin sentido, palabras incoherentes. Sin embargo, aunque quería estar con él y abrazarlo, mi cuerpo no me dejó.

Mis piernas tomaron las riendas y se empezaron a mover por si solas. Aunque mi mente daba órdenes a mi cuerpo, éste no reaccionaba. De a poco, fui consciente de que sucedía. Mis extremidades me estaban llevando al lugar más alto de mi casa, la ventana de mi habitación. Cuando llegué, me di cuenta de que mis brazos y manos tampoco parecían míos, ya que, abrieron la ventana como si nada. Comencé a agitarme y a asustar, cuando un pie se posó sobre el alféizar y luego el otro. Mire hacia abajo, hacia el rosal de mi madre. No quería tirarme, chocar con el suelo y enterrarme las espinas, pero a mi cuerpo o a la fuerza que estuviera haciendo eso, no le importó.

Salté.

Pero antes de darme de bruces contra el suelo, desperté. Estaba en mi habitación, en mi cama, sin mis sandalias y totalmente envuelta entre las sábanas. Comprendí que era un sueño. Un maldito y enfermo sueño. Vi el reloj de mi celular y eran 19:00 de la tarde. Había dormido casi tres horas desde la salida del hospital. Mi familia debería estar cenando ya.

Quise asegurarme de que estuvieran allí, pero no tenía muchas fuerzas para levantarme, así que grité.

— ¡Mamá!

—Voy subiendo, no me apures, Lily Williams —Su cálida voz me calmó. Eso ya no era un sueño. De repente, deseaba con ansias, un abrazo de ella.

Mi madre entró a la habitación con una bandeja que tenía un gran plato de fideos con salsa, ensalada de tomate y jugo de naranja. ¡Nada como la comida de mamá!

— ¿Por qué tan grande el plato? —Mi madre me quedo mirando, mientras yo me reía y comenzaba a comer.

—Porque la enfermera dijo que estabas muy delgada, así que recomendó que tenías que comer más carbohidratos y que no durmieras tanto —Ella estaba sentada en mi cama, a mi lado.

—Supongo que le dijiste que me la pasaba haciendo ejercicios —Mi mamá comenzó a reír a carcajadas y a mi casi se me cae la comida de la boca.

—Si, por supuesto —Dijo mientras aún se reía —Le mencioné que las frutas y las verduras pasan miedo contigo en casa.

—Pero eso es obvio, me gusta hacer tutifruti, es lo único que cocino bien y es saludable —Tenía tanta sed, que ya me había acabado el jugo de naranja.

— ¡Ay Lily! Que saludable ni que nada, no puedes ni tomar leche en las mañanas, porque "no te gustan los grumos" —Imitó mi voz y me dio un beso en la cabeza. Al tiempo que salió de la habitación, me regañe por no pedirle un abrazo.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora