○ Capítulo 15 ○

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Habían pasado dos semanas desde mi llegada a ese lugar, el mundo angelical, específicamente a la montaña de los ángeles de alas negras. Lo único que me animaba los días era Manny.

Estaba aprendiendo a mover objetos, para lo cual era un absoluto fracaso. Por otra parte, ya había pasado toda la lección de transportación y podía viajar de aquí para allá sin problemas. Manny ya no me ayudaba, aunque era lindo tenerlo cerca, vigilando por todos lados. Estábamos creando un fuerte lazo y no me molestaba en absoluto.

Sin embargo, lo que sí me molestaba y estuvo ocupando mi cabeza la mayor parte del tiempo, era el discurso de la niña. Ya casi todos en el prado sabían lo que había ocurrido, más no lo que ella me había dicho. Sus palabras aún resonaban en mi mente y hacían que me temblara el cuerpo.

Hay muchas cosas que se te serán reveladas, pero debes tener fe para entenderlas

Manny estaba a mi lado practicando con una espada y le pregunté:

— ¿Tú crees en Dios?

Él me miró extrañado por la pregunta.

—Sí, pero uno se cuestiona mucho sobre Él aquí.

— ¿Por qué? —Dije buscando sus ojos.

—Mira a tu alrededor —Respondió —Nadie hubiese creído que existía este lugar. Siempre se pregunta con frecuencia: ¿Él creó este lugar? Y ¿Con qué propósito?

—No entiendo nada —Suspiré.

—Es que... ¿Por qué crear este lugar y mandarnos aquí? Si se supone que Dios es bueno —Me explicó mirándome fijamente.

—Quizás está probando los recursos de la naturaleza.

— ¿Recursos de la naturaleza? ¿Desde cuándo eres tan naturalista? —Dijo riendo.

Yo también sonreí y ambos seguimos en lo nuestro.

Después me encontraba sola meditando sobre la niña. Manny había ido a hablar con George y le había dicho que iba a estar bien, por lo que aproveché el tiempo para pensar mientras seguía caminando de un lado a otro. Cree en Dios. ¿Cómo podía hacer eso? Cerré los ojos e intenté orar, pero no pude...Sentía que las palabras no iban a ningún lugar.

Observé la entrada y visualicé lo que más anhelaba. Me sorprendí al ver a Emma en mi cabeza.

Quería verla y la extrañaba un montón. Más o menos estaría llevando tres semanas de embarazo y estaba pasando por eso sola. ¿Y si...intentaba llegar a ella, transportándome? Había logrado hacerlo bien, pero sentía temor por lo que María Francisca había dicho sobre que nos convertíamos en polvo.

Aun así, lo iba a intentar.

Levanté mi mano a la altura del estómago e imaginé el lugar donde quería ir. Cerré los ojos con fuerza, rogando que saliera bien.

Después de que una densa niebla me envolviera, aparecí en casa de Emma, sonreí al notar que había salido del prado. Su habitación estaba tan iluminada por los rayos de sol que entraban por su ventana, que me cegaron por un momento. Me había acostumbrado a la poca luz del mundo angelical.

Emma estaba en su cama, yacía dormida, con la nariz roja y las mejillas mojadas. Había estado llorando y suponiendo de mi vida antigua, eso me sorprendió. Ella no lloraba demasiado. En sus manos tenía un cuaderno y al acercarme me di cuenta de que era nuestro álbum de fotos.

Sentí como mi interior temblaba hasta hacer que me convirtiera en un mar de lágrimas.

Tomé con cuidado el libro, para no despertar a Emma, me senté en el suelo al lado de la cama, con la cabeza apoyada en la orilla. Abrí el álbum y la primera foto era nosotras. En orden, en un parque de atracciones, estábamos Karen, Emma y yo.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora