○ Capítulo 17 ○

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Adam se abrazaba a sí mismo, con los ojos llenos de miedo, mientras la flecha se había esfumado por completo. Su expresión demostraba que estaba viviendo alguna pesadilla en vivo. En cambio yo estaba quieta, reflexionando sobre lo que había pasado, sin embargo, estaba hecha una mierda y eso era por dos razones: Adam me había escuchado, por lo que sí se podía abrir un paso, aunque sea pequeño entre ambos mundo, y que era horrible ser un ángel de alas negras, si eso significaba hacer semejante cosa, no quería participar.

Cuando volvimos al prado permanecí sentada al borde del limbo, cuestionándome porque teníamos que hacer eso. No culpe a Manny, porque yo había titubeado y ese era un trabajo que él llevaba tres años haciendo eso. ¿Por qué los ángeles de alas negras tenían que hacer una cosa tan vil?

— ¿Estás bien? —Me preguntó Manny.

—No lo sé, no sé qué es lo que está bien...no sé nada —Respondí suspirando sintiendo la decepción.

— ¿Aún lo amas?

—No lo sé —Chillé tapándome el rostro. No sabía si lo amaba, porque la palabra amor era muy fuerte, dependía de algo más allá de una relación.

Manny empezó a caminar alejándose.

— ¿Adónde vas? —Pregunté.

—Necesitas estar sola, eso está claro —Dijo evitando mi mirada. Acaso estaba...

¿Celoso?

Reconsideré lo que sentía por ambos, Adam y Manny se paseaban por mi cabeza sosteniendo la única cuerda que ataba todos mis pensamientos. Suspiré intentando en vano hallar una conclusión.

Dejé que Manny se marchara. Le había agradecido por darme el tiempo, así que volví a perderme en el limbo, mirando esa luz brillante que no tenía destino ni se podía cruzar, pensando en toda esa gente que confiaban en que existía solo cielo e infierno. Jamás se hubiesen imaginado que existiría más que esos dos mundos.

Después de vacilar con mi mente, me dirigí al centro del prado y recordé que había visto a Emma, a Liam, pero... ¿Y Karen?

Levanté mi brazo para aparecer en el parque cerca de su casa. Eso quería decir que ella estaba por allí.

La vi en una banca, sentada con alguien al lado. Dirigí lentamente la vista hacia esa persona y era nada menos que Liam. Su mano viajaba entre la de Karen entrelazándose mutuamente. Aquello me sorprendió.

Fruncí el ceño porque eso no me lo esperaba.

Entonces, por impulso me acerqué a ella, me agaché para quedar frente a frente. La miré por un largo rato, sin siquiera tocarla, con miedo. De pronto, su mano se puso tensa apretándose en un puño.

Intenté confirmar algo:

—Karen —Fue apenas un susurro, pero lo que sucedió fue muy confuso.

Ella levantó la cabeza buscando el sonido. Liam la vio y le dijo:

— ¿Estás bien?

— ¿Escuchaste eso? —Respondió inquieta.

— ¿Qué cosa? —Mi hermano parecía aún más confundido y pude notar unas pequeñas bolsas oscuras debajo de sus ojos.

Aún asombrada, volví a enfocarme en Karen y le hablé.

—Karen —Repetí su nombre.

Ella se levantó con miedo y me encaró, aunque no pudiera verme, ella me sentía.

—Lily —Dijo en un susurro pequeño, solo para mí.

Un mareo instantáneo me devolvió al prado, donde María Francisca me estaba esperando con los brazos cruzados y un rostro desesperado.

—Hola —Dije cuando llegué frente a ella.

—Lily, otra vez cayó un pétalo, ya solo te quedan trece... ¿Qué te está sucediendo?

Levanté los hombros nerviosa sobre si contarle de mi teoría.

—No lo sé —La preocupación tensaba el ambiente en el prado.

— ¿No te has sentido débil? ¿O cansada?

—No, todo lo contrario —Dije —Me cuesta mucho menos hacer las cosas.

Suspiré pesadamente. Hubo un silencio incómodo que pareció durar un montón.

—Eres muy fuerte, Lily.

— ¿De qué hablas? —Pregunté.

Ella se acercó a mí y tomó mis hombros mientras hablaba.

— ¿No te das cuenta? Eres cada vez más fuerte. Cada vez que cae un pétalo, adquieres más poder y te vuelves mucho más firme y resistente —Mencionó —Es como si fueras...

—... ¿Arlette? —Terminé y ella asintió —Pero no lo soy.

Bajé la cabeza, asustada por su efusividad. Me alejé inquieta y caminé hasta el limbo. Una ráfaga de aire fresco y helado llamó mi atención. Noté de dónde provenía y me sorprendí al ver que era desde la montaña de los ángeles de los elementos.

¿Cómo era posible? Si según Manny, allí ya no había nadie.

De repente, un crujido me sacó de mis cavilaciones. Mire hacia atrás y era una niña pequeña.

—Hola —Le sonreí dulcemente, a pesar de mis problemas mentales.

—Hola.

Su voz era un hilo y su rostro estaba serio. Era tímida y tenía que haber una razón muy grande para convencerse de hablarme.

— ¿Cómo te llamas? —Pregunté.

—Annie.

— ¡Qué hermoso nombre! —Me agaché a su altura, mientras le sonreía.

— ¿Tú nos salvarás, cierto? —Mi cuerpo se tensó al instante. Esa sensación de apoderamiento volvió a aparecer. Quise convencerme de que yo podría hacer de todo para sacarlos de allí, pero la verdad era que dudaba un montón de mis capacidades y de quien controlaba este mundo.

Le acaricié los brazos y le respondí:

—Haré lo posible —Entonces, me abrazó y yo dejé que lo hiciera. En cierto sentido, una consolación que me hizo pensar en un intento de plan.

Cuando la pequeña se había ido, reflexioné entre todo lo que ha pasado al llegar al prado. Mi teoría era que los pétalos caían cada vez que descubría algo, como había dicho la joven que desapareció, del mundo angelical y del mundo humano.

El primero cayó por haber descubierto que Anette era el primer ángel que logró volar y salir de este mundo. El segundo, porque descubrí que tenía una hermana mayor y era Monique. Y el siguiente, porque según yo... sí podía haber una conexión entre ambos mundos, y tal como Adam me había oído, Karen también lo había hecho.

No sé qué barrera existía en ese lugar, pero teníamos que hallar una manera de romperla.

Pero un presentimiento me decía que no estaríamos a salvo y me hacía preguntarme: ¿Qué pasaría cuando ya no quedara ninguno?

¿Estaría lista? ¿Nerviosa o ansiosa?

¿Estaría muerta?

¿Y si todo era un sueño y cuando cayeran los pétalos, despertaría?

Sin embargo, había una pequeña llamada Annie, a la cual le había prometido sacarlos de ahí. No podía arriesgarme a nada... así que...

Lo haría. Los salvaría.

Aunque me costara la vida.

Y el plan que tenía en mente era algo inaudito, así que requería de apoyo. Sería algo de vida o muerte, de sacrificar reglas, de buscar y pelear contra los líderes, de volverse contra quienes nos estaban controlando.

Iríamos a por los ángeles mayores.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora