○ Capítulo 20 ○

1.3K 124 0
                                    

Había caído agitada al suelo. Mi espalda chocó contra el suelo y mi respiración se cortaba dificultando el inhalar y exhalar.

— ¿Qué hiciste qué? —Preguntó María Francisca.

No quise responderle, porque sabía que no lo tomaría bien, pero cuando me había decidido a hacerlo, las rápidas pisadas de alguien me distrajeron.

— ¿Qué pasó? —La grave voz de Manny rodeó el lugar — ¿Estás bien?

—Sí —Le dije aún tendida en el suelo.

Me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Estaba serio y eso me asustaba. Tomé su mano que pareció hacerme flotar hasta ponerme de pie. Me impresionó su fuerza, pero no dije nada para no volver a molestarlo. Su mano seguía unida a la mía cuando se acercó a mi oído. Parecía doblarme la altura, aun así se agachó y me habló:

— ¿Por qué sigues poniéndote en peligro? —Se me tensaron los músculos al sentir su aliento rozar mi piel. Miré a mí alrededor notando como María Francisca y algunos ángeles más reaccionaban a la escena —Lily.

—Porque me cansé de que nadie haga nada —Solté enfurecida —Porque pareciera que se resignaron a vivir así y yo no soy alguien que se da por vencido tan fácil.

Me deshice con fuerza de su agarre y comencé a escabullirme hacia los árboles escondidos. Noté que Manny me seguía enojado, así que lo enfrenté.

—Lo siento, ¿Sí? —Grité —No sabía cómo mencionarte lo de Anette.

—Pues solo diciéndolo, lo hubiera entendido.

—No, no lo hubieses hecho... La gente siempre dice "si me hubieras dicho, lo entendería" —Imité —Pero nunca es así.

El ambiente se tensó frente al silencio incomprendido que se formó. Ante aquellos segundos de miradas fulminantes, le dije:

—No te debo nada. No debería dolerte que no te lo haya dicho, porque no somos nada.

— ¿No somos nada? Nos besamos, Lily —Manny se veía triste y supe que aquello había calado hondo en su corazón, pero era la verdad.

—Un beso no define una relación, Manny —Mencioné despacio.

Soltó una risa áspera, mientras miraba hacia otro lado.

— ¿Y qué lo hace?

Suspiré cerrando los ojos, rindiéndome a lo que tenía escondido desde que nos conocimos.

—No lo sé... pero seré sincera. Si me dolió esconderte aquello, porque no entiendo lo que siento por ti, pero me agrada —Sonreí —Me gusta estar contigo, aunque me da miedo, porque no sé si lo que siento, lo siente tú.

Ahogué el poco aire que se me estancaba en la garganta.

Él me observó paseando sus ojos por toda mi cara y de repente, sin previo aviso, con sus dos manos me besó bruscamente. La desesperación se notaba en sus labios y la forma tan ruda de tocarme el rostro. Yo le respondí, sintiendo como su poca delicadeza encendía algo extraño en mi interior. Enredé mis brazos en su cuello para ir subiéndolos hacia su cabello dándole un pequeño tirón, que lo hizo soltar un gruñido.

Me tomó de los muslos y me levanto del suelo, logrando que enredara mis piernas en su cintura. Aunque elevada en su cuerpo, él seguía sobrepasándome, lo que me hacía parecer débil, sin embargo, aquello me gustó.

Seguíamos besándonos salvajemente. Me acorraló en uno de los árboles alrededor y sus manos se deslizaron por mis piernas hasta mi trasero. Sentí una gran presión en mi bajo abdomen, consiguiendo que el calor en mi interior viajara por todo mi cuerpo. Nos separamos buscando aire, mientras nuestras respiraciones se acomodaban de nuevo. Sus ojos se enfocaron en los míos, entonces comprendí que estábamos yendo muy rápido.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora