○ Capítulo 22 ○

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¡Qué mal me sentía!

Estuve tirada en el suelo durante tres días, en los que no había dormido nada ni comido nada. No había aceptado la ayuda de nadie, solo me había quedado mirando la flor desde mi posición. Era infantil, estar pidiéndole respuesta a una rosa, que todo lo que estaba sucediendo era un mal sueño simplemente, pero aunque no quisiera, sentía que todo era real, incluyendo la sensación de traición.

Recordar lo de Chris me hacía sentir peor de lo que estaba. Ni siquiera podía pensar en cómo no reconocí que algo andaba mal, que él conocía más de mí que nadie... que conocía este mundo, este... ¡infierno!

¡Ahg!

Mi interior gritaba constantemente, pero solo se quedaba ahí, aullando dentro de mí. Nada escapaba.

Mientras volvía a llorar, rezaba para que nadie me viera así, ni Manny ni María Francisca, ni mucho menos Monique, porque a pesar de haberme ocultado que éramos familia, su cuerpo de niña me hizo perdonarla... Ella no tenía la culpa de lo que le había sucedido. Nadie la tenía.

Me sequé las lágrimas, miré al cielo, para luego volver a dirigir la mirada a la flor y pregunté:

— ¿Por qué sucede todo esto?

No esperaba respuesta alguna, ni una señal, porque las flores no hablan lamentablemente.

De pronto comencé a sentir la necesidad de tener a alguien específico a mi lado, que me apoyara, que me diera algunas opciones, para sentirme capaz de hacer lo imposible. Sabía quién era esa persona, pero no podía contactarme con ella y eso me dolía.

Necesitaba a mamá.

Sin embargo, ella no estaba. Así que busqué a quien pudiera responderme y aclararme las dudas existentes y si fuera posible, hacer que mi cabeza dejara de sentir que nada valía la pena.

María Francisca tenía más de 100 años de experiencia, así que creía que era lo mejor.

Me levanté a duras penas, me estiré un poco y caminé hacia la cabaña de la líder. No tenía muchas fuerzas para nada, así que me costaba un mundo caminar.

A medida que iba llegando, iban apareciendo a mí alrededor algunos ángeles, los que me observaban atentos porque sabían que yo estaba mal. Pero poco me importaba lo que veían.

Llegué al lugar esperado y toqué la puerta, ella salió agitada y me observó con la misma expresión de tristeza que los demás.

— ¿Cómo te sientes?

No pude soportar ni un poco de la presión en mi cuerpo y me lancé a sus brazos, llorando. ¿Por qué nos tenía que pasar eso a nosotros? Fue fatal, todo lo era. De pronto sentí una mano acariciándome el cabello de arriba abajo y aquello me reconforto.

—Tranquila —Dijo María Francisca meciéndome entre sus brazos, con un cariño asombroso.

—Necesito ayuda —Susurré con los ojos apretados.

—Lo sé —Se separó e hizo un ademán para que entrara. Me senté en su cama y ella se sentó en una silla frente a mí —No todo es como deseamos.

—Eso es muy cierto —Intenté animarme, pero fue imposible. Me dolían los ojos de tanto llorar.

— ¿Quieres hablar?

No sabía porque pero en el momento el que me dije a mi misma que hablara, las palabras no salieron de inmediato. Me cohibía tener que decir lo que me dolía y apretaba el corazón. Respiré un par de veces para intentar soltarlo y al final, como mucho esfuerzo, lo hice.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora