○ Capítulo 18 ○

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Estaba lista con esa idea.

Sabía claramente lo que quería y debía hacer. Si el caso era que yo no era la salvadora, intentaría llenar a todos con algo de esperanza. Cualquiera que fuese quién nos liberará, tendría que estar de mi lado.

Decidí buscar a Manny. Cuando lo encontré, le hablé de inmediato:

—Manny, quiero decirte algo.

— ¿Qué sucede? —La nota de preocupación me exaltó.

—No es nada malo, supongo —Expliqué —Es importante, sí.

Le conté todo sobre lo que quería hacer y sobre los ángeles mayores. Después de eso, él pareció comprenderlo, pero no dijo nada. En su rostro se reflejó el pánico en una sonrisa. Le tomé la mano para calmarlo y él se tensó.

—No me tomes la mano, por favor —Susurró con su característica voz grave.

— ¿Por...por qué? —Tartamudeé —Manny.

Mi corazón comenzó a latir más rápido, lo necesitaba a él, no a Adam, aunque parezca extraño. Su mano acarició mi mejilla y sus ojos pidieron permiso para acercarse.

—Quiero be...besarte —Dijo nervioso.

Cada vez que sentía cerca el cuerpo de Manny, un escalofrío agradable me llenaba y aquello me traspasaba el alma, haciéndome flotar. Ni siquiera con Adam sentía algo así de fuerte.

Asentí levemente. De improviso me tomó el rostro entre sus manos y me besó de manera lenta, suave. Sus labios se movían contraatacando los míos, danzando en un mar tranquilo de emociones, demostrando por primera vez que respondemos a los sentimientos del otro.

Pero esa calma no duró mucho, porque una ola de oscuridad y frío nos atravesó haciendo que nos separáramos.

— ¿Qué fue eso? —Pregunté temblando.

—No lo sé —Respondió relativamente desesperado buscando algún indicio de lo que estaba ocurriendo —Algo tiene que haber sucedido.

Corrimos hasta llegar a La Estrella, el lugar donde se unían todas las montañas. Miramos el limbo intentando encontrar algo, pero nada, solo sabíamos que muchos ángeles lo habían sentido y se habían arremolinado al lugar.

Miramos directo al lugar de donde venía el frío y nos encontramos con que era la montaña de los ángeles de los elementos.

Fruncí el ceño sorprendiéndome.

En el lugar había un total descontrol: los árboles se movían y bailaban en una danza salvaje y totalmente desordenada. Me llamó la atención que semanas antes, nada se había limitado a hacer algún movimiento.

Me sobresalté cuando sentí un calor abrasador en mi interior. No era doloroso, pero si daba la sensación de que algo iba a suceder. El calor me recorría las piernas, los brazos y el rostro y me di cuenta de que algo estaba cambiando.

De pronto un árbol a mi lado salió de la nada y empezó a derrumbarse. Por un breve momento pensé que era mi fin, pero me recompuse y no iba a morir por un árbol, solo... no iba a morir sin hacer algo.

Con alguna esperanza y haciendo uso de ese fervor, levanté ambos brazos extendiendo mis manos hacia arriba. Con los ojos llorosos alcancé a notar lo que había hecho.

De mis manos se había deslizado un suave aire que hizo que el árbol quedara a tan pocos centímetros de mi cabeza... flotando.

El aire que yo había provocado. Respiré agitada por varios segundos sin ser capaz de ver a los demás. ¿Qué significaba aquello? Me invadieron la mente con que era un ángel de alas negras y ahí estaba: controlando un elemento. Me di aliento y observé a todos los ángeles que había alrededor, de manera muy nerviosa. Sus miradas eran diversas, a algunos les brillaban los ojos con admiración, a otros con cierto atisbo de miedo y duda. Manny no entendía lo que sucedía.

Un Ángel De Alas Negras © (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora