La Legión del Caos (Temporada 1) [Eldarya]

Spin-off: Bajo los jardines

Gesta 1: Bajo los jardines.

"[...] Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada, mientras retumba en la playa la nocturna marejada, yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso, en su sepulcro a la orilla del océano proceloso[...]" Edgar Allan Poe.

Ciudad de Uruk (2750 a.C.):

Aquel era seguramente uno de los imperios más grandes establecidos a lo largo del Éufrates, rodeado por altas y fornidas murallas, populosas calles, grandes mercados y fértiles campos, consistía en un enclave poderoso que ningún enemigo se atrevía a asaltar, más que mal, Uruk, al igual que la Acad* sobreviviente, emplazada majestuosamente entre las altas montañas de Zagesi, al noroeste del corazón de Babilonia, eran dos de las tres civilizaciones que, en la era actual, tenían el favor directo de los dioses. No obstante, mientras él tallaba en la tablilla el nuevo edicto correspondiente a los impuestos para el pueblo, ella se removió sobre los suaves y esponjosos cojines de seda y miró a través de la ventana alejando su mente de aquellas obviedades, Uruk podía ser grande, poderosa, intimidante, pero era un lugar más en el mundo, un pequeño punto dentro de un mapa reducido y que, seguramente, tendría sus réplicas más allá de las tierras conocidas, tal vez, incluso al otro lado de la línea oscura del mar... ¡Ah! El mar... ella no lo conocía... Pero había escuchado decir a Magnolia que era hermoso... Cerrando los ojos recordó la forma en que la Bruja de las Tierras Superiores le había descrito aquel lugar... extenso, placentero, chispeante... Cada palabra de que salía de su boca, así como su voz melodiosa y cálida sonrisa, le hicieron desear abrir sus alas sin reserva y volar hasta ese lugar, conocer el mar, conocer otras ciudades, conocer el mundo...

—¡No has hecho nada! —exclamó él de pronto sobresaltándola.

La muchacha dio un respingo y se giró hacia el hombre, con una sonrisa boba miró los platillos de oro con piedras y otros productos de nombre que olvidó, y bajó la mirada avergonzada... No es que no le gustara aprender de alquimia... pero el soñar despierta le era mucho más atractivo que someterse a horas y horas de estudio.

—No sé en qué estaba pensando cuando te convertí en mi aprendiz... —suspiró el Mago de las Tierras Inferiores dejando el cincel y la tablilla a un lado.

—Sí... yo también me pregunto seguido eso, maestro... —dijo ella con una amplia sonrisa.

—No es algo de lo cual debas estar orgullosa.

La joven realizó un puchero y se sentó estirando las piernas por sobre las delicadas alfombras, sus ojos una vez más se dirigieron hacia la ventana, hacia más allá de Uruk, hacia más allá del gran río, hacia más allá del mar... Él suspiró, se levantó de sus cojines y avanzó hacia ella, se acomodó a su espalda y, alzando las manos, cogió su largo cabello de oro en el cual comenzó a realizar algunas trencitas. Ella al sentirlo cerca, se tensó saliendo bruscamente de sus divagaciones, sintió sus dedos fríos rozar sutilmente su espalda, sintió las ondas invisibles de su aura envolviéndola, sintió su mirada intensa en su nuca... y sintió como su vientre se contraía en cosquillas al tiempo que su corazón daba brincos magistrales en su pecho... ¿Acaso... había llegado el momento? La joven se estremeció cuando sintió como la cercanía se acortaba, él, delicadamente, pasó su cabello por sus hombros y los dejó caer sobre su busto descubriendo su espalda, luego, posando sus dedos en la piel, en la zona donde usualmente nacías sus alas, él presionó haciendo que una descarga eléctrica le recorriera haciéndole cerrar los ojos y morderse los labios... ¡Por los Dioses! ¡realmente iba a pasar! Entonces él le sujetó por los hombros, se inclinó y depositó un beso en el espacio en medio de los dos omóplatos y allí se quedó aspirando el olor de la piel de su aprendiz mientras la sentía estremecerse bajo su tacto... Olor a sol, a flores, a deseo...