Capítulo 23: Lo más deseado.

304 35 2
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo 24: Lo más deseado.


"El fanatismo era una cosa extraña. Para ser fanático hay que estar absolutamente seguro de tener la razón y nada infunde esa seguridad, ese convencimiento de tener la razón como la continencia. La continencia es el enemigo de la herejía." Ernest Hemingway.


Él se enfundó las manos en aquellos sucios y maltrechos guantes de cuero, se ató el mandil a la cintura y luego atravesó la sala hasta el mueble del fondo, allí apartó los culillos que estaban en el borde, estiró el brazo derecho hacia la estantería por sobre su cabeza y sacó el disco de vinilo que siempre colocaba en esas fechas, dándole un giro con cierto placer entre sus dedos ya ansiosos por comenzar, quitó del sobre el objeto y lo acomodó sobre el gramófono, alzando luego el brazo y acomodando la aguja en su lugar, le dio cuerda al objeto con la manivela hasta que los primeros acordes de la canción, en la voz de Bobby Helms, se comenzó a escuchar:

Jingle bells, jingle bells

Jingle all the way,

Oh what fun it is to ride

In a one-horse open sleigh [...]

Él sonrió y comenzó a agitar un dedo al ritmo del villancico y se giró hacia el centro del lugar, dio un par de giros hasta que al fin se detuvo ante el mesón de trabajo, allí, tendida e inmóvil, se encontraba una joven. La miró con atención, sus hermosas facciones, su juventud, su melena castaña, era perfecta, así alzó la diestra y le acarició la cabeza, lo hizo una y otra vez hasta que al fin ella despertó, posó en él sus ojos y... comenzó a gritar... El captor dio un salto y se puso a reír, luego tarareó la letra de la canción que iba a esas alturas:

Dashing through the snow

In a one-horse open sleigh

Through the fields we go

Laughing all the way [...]

Aplaudió su proeza y volvió a mirar a la joven, esta lloraba agitándose sobre el mesón intentando zafarse de las ataduras de sus muñecas y tobillos, pero desgraciadamente aquello solo hizo que los deseos de ese trastornado hombre de seguir adelante aumentaran, fue así como, cogiendo una daga de hoja acerrada, se volvió a acercar a ella, le escuchó suplicar que la dejara ir, que jamás le diría a alguien... ¡Tonterías! Ese diálogo era tan viejo y usado que era recurso obligado de toda serie o película de terror o misterio, ¡pero qué va! Esto era mucho mejor que cualquiera de esas bazofias: la adrenalina, el calor de la sangre, el poder de tener una vida entre sus manos... no había comparación... No obstante, en los últimos años, las cosas parecían haber cambiado, ya... no era lo mismo... Él pasó la daga por la camiseta de la joven y le descubrió el pecho con esa agilidad ganada en años... Ella seguía llorando y luchando... Esfuerzo en vano, no había forma de oponérsele, y, de esta forma, escuchando como nuevamente llegaban a esa parte de la canción tan bien conocida, escuchando las campanillas de fondo, enterró aquella arma escuchando como los huesos cedían bajo su golpe lleno de anhelos... La joven dejó escapar un chillido agudo y estridente, que a medida que él seguía moviendo el filo por entre las carnes, nervios y huesos, se hizo más ahogado hasta finalmente desaparecer... Y cuando ya toda resistencia se había desvanecido así como la vida en esos ojos, él colocó ambas manos en aquella abertura creada y extrajo el corazón todavía palpitante, lo miró con placer, con cariño, y giró hacia otro mueble cercano, allí cogió un frasco ya repleto de formol, lo tapó, lo limpió, le puso una etiqueta, y lo llevó a un anaquel al otro lado de la habitación donde lo acomodó junto a otros como él... Y mientras lo contemplaba... la felicidad que por un segundo le había invadido se esfumó, definitivamente, ya nada era lo mismo...

La Legión del Caos (Temporada 1) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora