Capítulo 4

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Amaranta.

—¡Bájese del carro!—demandó el taxista molesto una vez más.

—Le estoy pagando, debe llevarme al lugar que le indiqué.

—No puedo meterme por ahí, le he dicho que sería entrar en contravía y dar la vuelta sería una pérdida de tiempo estando tan cerca.

—¡Qué falta de seriedad! ¿Acaso no ve como llueve afuera? mi hijo podría enfermarse— repliqué enojada.

—Ese no es problema mío, hasta aquí llegue.— apagó el taxi y grité frustrada al taxista millones de improperios mientras medio abría la puerta para sacar el paraguas y lo ponía sobre nuestras cabezas.

—¡Qué salados!—exclamó mi hijo negando con la cabeza y cerré con fuerza la puerta del taxi haciéndola sonar, haciendo que el taxista nos dijera cosas que no logramos escuchar, de seguro no eran cosas amables.

Nos pegamos a una pared de un local de Louis Vuitton que nos protegía muy poco de la lluvia.

—Solo un poquito salados— le di un beso en la frente—Tommy, cuando cuente hasta tres corremos hasta ahí ¿va?—le señalé un lujoso edificio.

Mi hijo asintió con mirada decidida, nos miramos y asentimos al mismo tiempo.

—Uno, dos...—lo miré.

—Tles...

Lo tomé fuerte de su mano y corrimos, pero estaba lloviendo tan fuerte que el paraguas que no era lo suficientemente grande para los dos se dañó quedando hacia arriba toda su estructura.

—¡Mierda!— dije lanzándolo al paso peatonal. La lluvia nos mojó por completo arruinando nuestra perfecta vestimenta, de verdad me había esforzado por vernos bien.

Corrimos hasta llegar al edificio y la mujer de recepción me hizo esa mirada que tanto odiaba que me hiciera Carlos.

—Aquí no regalamos limosnas— fue lo que dijo cuando nos vio entrar.

—Buenos días ¿Puede decirme donde queda el piso del señor Yassir Marrash?—ignoré su comentario y con una educación que no me caracterizaba le pedí que le hiciera saber que me encontraba en el edificio, miré hacia mi hijo y vi como temblaba.

Me coloqué hasta su altura y quité su abrigo mojado para luego frotar sus brazos con fuerza.

—¿Tienes frío?—sus labios temblaron, lo abracé.

—El señor Marrash no dijo nada sobre alguna visita— me coloqué de pie manteniendo cerca a mi hijo para trasmitirle calor.

—Estoy esperando a que le haga saber que la señora Amaranta Mejía está aquí—dije ya un poco cabreada.

¿Qué le costaba hacer su trabajo? yo no era muy paciente y esa mujer estaba desesperándome.

—El señor Yassir Marrash no se encuentra— dijo mirando sus uñas.

—Entonces lo esperaré— fui a tomar asiento para quitarme las zapatillas mojadas y descansar junto con Tommy, habíamos llegado un poco tarde porque la lluvia nos había atrasado.

—¡No, no , no! van a mojar los asientos— dijo casi al instante al reconocer mi intención.

La miré y luego con una sonrisita me senté haciendo que su cara se tornara completamente roja y solté un suspiro de relajación.

—¿Acaso usted no entiende?...— preguntó colérica.

—¿Señorita Amaranta? ¿Qué le ha sucedido?—reconocí al dueño de esa voz con cara de circunstancias y mi hijo corrió a abrazarlo apenas el señor Yassir cerró su paraguas, lo intenté detener, pero él ya le había mojado los zapatos.

A Través De Su Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora