XXXVII

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Con sus pequeños dedos dibujaba unas figuras en el cristal empañado de su ventana, era un día lluvioso y no podía salir a divertirse al patio y aunque su mamá siempre era muy estricta pero esta vez era la lluvia la razón por la cual no podía salir a jugar en el patio y correr entre las plantas de su bello jardín, la pequeña Rey en vez de eso tarareaba una canción de cuna que le daba un poco de diversión..

— ¿Se puede?,.— dijo un hombre junto a la puerta.

— Pasa papá.— dijo ella para voltearse a verlo.

— Demasiado triste este día.— se acomodo en el sofá junto a su hija.

— La lluvia no me gusta,— mirando hacia afuera e hizó una mueca y arrugando la nariz.

— ¿Amas las flores?.—le preguntó curioso.

Rey lo miro con cuidado, que clase de pregunta era esa si su padre sabía de su amor por estas.

— Por supuesto papá,— le dijo firme.— ¿porque me preguntas tal cosa?.

— Me es raro que digas que amas la naturaleza y ames tus flores cuando odias la lluvia.— se encogió de hombros.

Rey abrió los ojos y lo pensó mejor.

— El agua es algo indispensable para que todo a tu alrededor tenga vida.— le tocó la punta de la nariz.

— Bueno.— agachó la cabeza.— tal vez exagere un poco en eso de odiar la lluvia.— dijo apenada.— es que era mi día de salir al jardín y la lluvia lo arruinó.

— Mi pequeña.— la tomó en sus brazos y la subió en su regazo para que ambos mirarán afuera.— apenas estas empezando a vivir así que te aseguró que cosas mejores vendrán, igual que muchos más juegos, nunca siembres odio ¿me oíste?.

— Si papá.— le dijo dulcemente. — La lluvia hace crecer las flores así que supongo que la lluvia me hará crecer.— dijo en sus brazos.

— Si.— besando su cabeza.— siembra algo y está crecerá con tu amor y cuidado.

— Te amo papá.— se acomodo mejor en su pecho.

— Y yo a tí Rey.

Un hermoso recuerdo hizo estremecer a Rey en su cama, se levantó un poco para mirar a Rose dormir junto a ella, con cuidado se levanto de la cama para no molestar a su amiga entonces fué a donde estaba su bebé.

Era la cosita más dulce que jamas halla imaginado y haya visto, su pequeña Hope ella era tan pequeña y frágil, la tomó en sus brazos y sintió su cuerpo tan pequeño junto a su pecho, su calor, su aroma tan dulce, la acarició muy suavemente y la arrullo, camino hacia la ventana la luz de la Luna iluminaba afuera tarareando aquélla vieja canción de cuna que a ella siempre la tranquilizaba ahora se la cantaría a su bebé mirando el jardín lloro ante el recuerdo de su padre, de su hijo el hijo que ya no estaría en su regazo, tomó aire y se calmo ella seria fuerte, el coraje y la ira que le tenía a Ben era mucha, pero las palabras de su padre como la luz de la Luna iluminaron su mente y corazón. "No siembres odio" El odio genera odio y ella no quería eso en su vida no para su hija, talvez había sido un error pretender odiar a Ben, ya que ella también había mentido, esta bien que se sintiera molesta, pero alejarlo de su vida si ella lo amaba y el era el padre de su hija, el también sufría como ella, tenía que pensarlo.

Rose se había levantado temprano para areglar unas cosas en la cocina cuando se encontró con quien no quería hacerlo.

— Buenos días.— se acercó a ella Armitage.

— Buen día.— sería y sin mirarlo.

— ¿También me odias?.— le encaró.

AMOR ETERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora