Capítulo 4

1.2K 88 2
                                    

—Es una chica.

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo. El rubio sólo captó comentarios sueltos.

—¿Una chica?

—¡La pido para mí!

—¿Cómo es?

—¿Cuántos años tiene?

Eiden estaba confuso. ¿Una chica? Ni siquiera se le había ocurrido pensar por qué sólo había chicos y no chicas en el Claro. En realidad, ni lo había notado. ¿Quién es ella?

Newt hizo silencio otra vez.

—¡Eso no es todo!—Repuso, y luego señaló hacia la Caja.—Creo que está muerta.

Un par de chicos tomaron unas cuerdas hechas con las lianas de las enredaderas y bajaron a Alby y a Newt dentro de la Caja para que sacaran el cuerpo. Casi
todos los Habitantes del Claro habían sido invadidos por la sorpresa y pululaban
por ahí con caras solemnes, pateando piedras sin hablar mucho. Ninguno se atrevía a admitir que estaba ansioso por ver a la chica.

Gally era uno de los que sostenían las sogas, preparado para subirlos a ella, a Alby y a Newt.
Alby avisó desde el interior del elevador que ya estaban listos, y Gally y los otros comenzaron a tirar de las cuerdas. Después de algunos resoplidos, el cuerpo sin vida de la chica fue arrastrado hacia fuera, hasta uno de los bloques de piedra en el piso del Claro. Todos corrieron hacía delante inmediatamente, formando una abarrotada multitud alrededor de ella: un entusiasmo tangible flotaba en el aire. Pero el grupo de tres se quedó atrás.

Ese silencio inquietante le daba
escalofríos, como si acabaran de abrir una tumba ocupada recientemente.
A pesar de la curiosidad, no se esforzó mucho por mirar, pues todos los chicos
se habían apiñado encima del cuerpo.
Newt y Alby treparon fuera de la Caja y se abrieron paso hasta la chica. La multitud le impedía ver lo que hacían. Unos minutos después, el grupo se separó
otra vez y Newt apuntó directo hacia ellos.

—Thomas, ven aquí.—Dijo, sin preocuparse por resultar amable.

Sintió un respingón a su lado y miro a Thomas. Se había puesto pálido e intentaba caminar de forma normal,pero no lo conseguía.

Los chicos apostados al costado del camino que llevaba hasta Newt y la chica observaron a Thomas con indignación, como si él fuera el responsable de todos los problemas.

—¿Conoces a esta chica, larcho? —Lo interrogó Alby, con irritación.

—¿Si la conozco? Por supuesto que no. No conozco a nadie, excepto a vosotros.

—Eso no es lo que...—Comenzó, pero luego se detuvo con un suspiro de frustración. —Lo que quiero decir es: ¿te resulta familiar? ¿Tienes alguna sensación de que ya la has visto antes?

—No. Ninguna.

Alby arrugó la frente.

—¿Estás seguro? —Agregó, enojado. Parecía no creer ni una palabra de lo que Thomas decía.

—Sí. ¿Por qué?

—Shuck —Masculló Alby, mirando hacía la chica.—No puede ser una coincidencia. Dos días, tres Novatos, dos vivos, uno muerto.

Entonces Eiden entendió el significado de las palabras de Alby y el terror lo invadió.

—No pensarás que Thomas...—Empezó, pero no pudo terminar la frase.

—Tranquilo, Novato.—Intervino Newt. —No estamos diciendo que el Larcho matará a la chica.

—Te juro que no me resulta familiar en absoluto.—Repuso,  el castaño.

—¿Estás...?

Antes de que Newt terminara, la chica se incorporó de golpe. Respiró profundamente, abrió los ojos y parpadeó, observando a la multitud que la rodeaba.

Alby se sobresaltó y cayó hacia atrás; Newt lanzó un grito ahogado y se apartó de un salto; Eiden no se movió, y mantuvo la mirada fija en ella,congelado por la sorpresa.

Los ojos azules de la chica se movían de un lado a otro como dardos, al tiempo que
respiraba con fuerza. Sus labios rosados le temblaban mientras balbuceaba, una
y otra vez, algo indescifrable. Luego dijo una frase, con una voz honda y atormentada, pero clara y nítida:

—Todo va a cambiar.

Quedó sorprendido ante lo que veía: ella giró los ojos hacía arriba y cayó de espaldas al piso. Cuando tocó el suelo, su puño derecho se disparó hacia el aire y permaneció rígido, apuntando al cielo. Luego se quedó inmóvil. Tenía un rollo de papel, apretado firmemente en su mano.

Eiden trago saliva y retrocedió. Newt corrió hacía delante, le separó los dedos y tomó el papel. Con manos temblorosas, lo desdobló y luego se arrodilló en el piso, dejando caer la nota.
El chico  se acercó por atrás y leyó:

Ella es la última.

Un extraño silencio acechaba el Claro, como si un viento sobrenatural hubiera
barrido el lugar y aspirado todos los sonidos. Newt había leído el mensaje en voz
alta para aquellos que no podían ver el papel, pero en vez de provocar el caos,
había dejado a los Habitantes con la boca abierta.

Todas las miradas estaban fijas en la chica, que ahora estaba acostada allí, como dormida, con el pecho subiendo y bajando al compás de una suave respiración. Al contrario de lo que habían pensado en un principio, estaba bastante viva.

Eidem esperaba una explicación de Newt (al igual que todos), como si fuera una presencia tranquilizadora, pero lo único que hizo éste fue quedarse quieto estrujando la nota y apretando el puño, con las venas a punto de estallar. Eiden se sintió caer. No sabía por qué, pero la situación lo inquietaba mucho.

Alby se llevó las manos a la boca y gritó: « ¡Docs!» .

Dos chicos mayores se abrían paso por la multitud: uno era alto, de pelo bien corto con una nariz que parecía un limón. El otro era bajo y, sorprendentemente, tenía algunas canas.

—¿Y qué hacemos con ella? —Preguntó el más alto, con una voz mucho más aguda de lo que él hubiera esperado.

—¿Cómo puedo saberlo, larchos?
—Dijo Alby.—Ustedes son los Docs. Resuélvanlo.

El más bajo ya estaba en el suelo,arrodillado al lado de la chica, tomándole el pulso y escuchando los latidos de su corazón.

—¿Quién dijo que Clint tenía que ser el primero?— Se escuchó un grito desde la multitud, seguido de varias carcajadas. —¡Yo soy el siguiente!

¿Cómo pueden reírse?, pensó. Parece estar medio muerta y tampoco es como si llamará la atención. Hasta él era más guapo que ella.

Alby frunció el ceño y esbozó una dura sonrisa que demostraba que no estaba
de humor.

—El que toque a esta chica.—Anunció.—pasará la noche durmiendo con los Laceradores en el Laberinto. Desterrado y punto.—Hizo una pausa, girando lentamente para todos pudieran ver su expresión. —Más vale que nadie se acerque a ella.  O se las verá conmigo.

༻нαѕтα єℓ fιиαℓ (мιинσ у тυ)༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora