Capítulo 7

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Esa noche, cuando las primeras luces tenues del crepúsculo se deslizaban sigilosamente por el cielo, Newt y Alby reunieron a todos los Habitantes del Claro en la Puerta del Este, media hora antes de que se cerrara. Los Corredores apenas habían regresado y estaban concentrados en la misteriosa Sala de Mapas. Minho ya estaba adentro desde antes. Demasiado enfadado con sigo mismo cómo para salir.

Alby les pidió a todos ellos que se apresuraran con lo que estaban haciendo, pues los necesitaba afuera en veinte minutos.

Eiden seguía triste por lo de Ben y muy molesto por la reacción que había tenido Minho ante la noticia de que Ben sería desterrado. Aunque no sabía qué significaba exactamente, quedaba claro que no era algo agradable. En especial, teniendo en cuenta que el lugar de reunión se encontraba tan cerca del Laberinto. ¿Lo arrojarán allí afuera?, se preguntó. ¿Con los Laceadores?
Los demás Habitantes murmuraban y se podía sentir en el aire el nerviosismo
ante la expectativa de que algo espantoso estaba por suceder. Permaneció allí con
los brazos cruzados, esperando que empezara el espectáculo. Finalmente, los
Corredores salieron del edificio, agotados, con las caras fruncidas de tanto pensar.
Por delante de ellos iba Minho con una expresión extraña en su cara.

—¡Tráiganlo afuera! —Gritó Alby.

Mientras Eiden se giraba buscando algún signo de Ben, la inquietud lo embargó al imaginarse qué haría cuando lo viera.

Desde la parte más lejana de la Finca, aparecieron tres muchachos robustos
arrastrando al chico por el suelo. Sus ropas colgaban en jirones y una gruesa
venda cubría la mitad de la cara y de la cabeza. Se negaba a bajar los pies o a colaborar, y parecía tan muerto como la última vez que lo había visto. Excepto
por una cosa: tenía los ojos abiertos, inundados de terror.

—Newt.—Dijo Alby, bajando la voz. —Ve a buscar el poste.

El joven se encaminó sin vacilar hacía un pequeño cobertizo de herramientas que se utilizaba para trabajar en los Jardines. Era obvio que había estado esperando la orden.

Volvió a concentrarse en Ben y en los guardias. El condenado seguía sin resistirse, dejándose llevar por las piedras polvorientas del patio. Al llegar a la multitud, lo pusieron de pie frente al líder. Se quedó con la cabeza colgando, negándose a establecer contacto visual con alguien.

—Tú te lo buscaste, Ben.—Dijo Alby. Luego sacudió la cabeza y echó un vistazo hacía la cabaña adonde se había dirigido Newt.

Eiden siguió la dirección de su mirada justo a tiempo para ver a Newt atravesando la puerta inclinada. Sostenía varias barras de aluminio. Y al unir los extremos entre sí, obtuvo un poste de unos seis metros. Luego, encajó en uno de los extremos un objeto con forma extraña y se dirigió hacía el grupo. Al escuchar el ruido de la barra de metal rozando el piso de piedra, un estremecimiento le recorrió la espalda.
Estaba horrorizado ante toda la situación.

Finalmente, Newt le alcanzó a Alby el extremo del poste que sostenía en su mano. En ese momento pudo ver el raro accesorio: un lazo de cuero rígido sujeto al metal con un enorme gancho. Un gran broche a presión evidenciaba que el cuero podía abrirse y cerrarse. Resultaba obvio cuál era su finalidad.
Se trataba de un collar.

Eiden angustiado observó cómo Alby desabrochaba el collar y luego lo colocaba alrededor del cuello de Ben. En cuanto la tira de cuero se cerró, el chico levantó la vista. Tenía los ojos llenos de lágrimas y le goteaba la nariz. Los Habitantes lo
contemplaban en silencio.

—Alby, por favor.—Rogó con un temblor bastante patético en la voz.—Te juro que estaba enfermo de la cabeza por la Transformación. Jamás lo hubiera hecho, sólo enloquecí por un segundo. Te lo suplico.

༻нαѕтα єℓ fιиαℓ (мιинσ у тυ)༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora